Está al final a la derecha. Es necesario cruzar las tumbas ortodoxas con las caras de los que allí reposan talladas en mármol. Los caminos que las atraviesan están bien cuidados, al menos hasta que llegamos al tramo final. Una vez acaban ya no hay camino, solo hierba y rastrojos. Hay que andar unos metros más hasta encontrar unas tablas de madera clavadas en la tierra, rotas y con la mayoría de nombres apenas visibles. Son un total de ocho, contando las que están en el suelo. Y entre todas ellas, hay una sola lápida de mármol. Ahí está, de color gris y cubierta de flores: Madina Hussainkil, la víctima más joven de la ruta de los Balcanes.
Madina tenía tan solo seis años cuando, en 2017, junto con su familia, intentó cruzar a Croacia siguiendo las vías del tren que salían de Šid, un municipio fronterizo al noroeste de Serbia. Era de noche y la policía croata obligó a toda la familia, quienes habían huido de Afganistán, a retroceder. Según el Convenio de Dublín, los Estados miembros de la Unión Europea (UE) deben examinar las solicitudes de asilo de todas aquellas personas que lleguen a su territorio. Una garantía que le fue negada a Madina y a su familia. La madre de la niña, en declaraciones posteriores, relató cómo aquella noche lluviosa de invierno se les negó refugio y, a punta de pistola, nos les quedó más remedio que volver a Serbia. Mientras caminaban por las vías de vuelta a Šid escucharon al tren acercarse. Todos consiguieron apartarse menos la pequeña Madina, que fue arrollada el 21 de noviembre de 2017.
Según el Convenio de Dublín, los Estados miembros de la Unión Europea deben examinar las solicitudes de asilo de todas aquellas personas que lleguen a su territorio. Una garantía que le fue negada a Madina y a su familia
Cuatro años más tarde (2021), el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) confirmó la responsabilidad del gobierno de Croacia en la muerte de la niña, pero todavía hoy continúa sin abonar la compensación económica a la familia.
El cuerpo de Madina descansa en el cementerio de Šid, y son los activistas de No Name Kitchen (NNK), organización presente en los Balcanes desde 2017, los que se encargan, como pueden, de cuidar, no solo su tumba, sino las de todas las víctimas de la ruta de los Balcanes.
LA NECROPOLÍTICA EUROPEA ADAPTADA A LOS BALCANES OCCIDENTALES
Los Balcanes Occidentales se sitúan en el corazón de Europa, rodeados geográficamente por Estados miembros de la Unión Europea. La región es un lugar de tránsito y un corredor clave para aquellas personas que diariamente arriesgan su vida para llegar hasta aquí. La ruta de los Balcanes Occidentales recorre Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia.
En la página oficial del Consejo de Europa se especifican "las medidas operativas para reforzar la asociación con los Balcanes Occidentales". Una serie de pautas donde se incluyen "acciones relacionadas con la migración en la región por un importe total de 201,7 millones de euros", y que supone, en la práctica, el marco legal de la necropolítica europea adaptada a la región. El Consejo afirma que se establecen "programas diseñados para reforzar la gestión fronteriza de la inmigración". Eufemismos que el lenguaje institucional manosea para camuflar la externalización de las fronteras europeas, como ya sucede con Turquía, Libia o Marruecos, sin garantías de respeto a los derechos humanos. A cambio de que los estados balcánicos se afanen en la protección de los límites territoriales del viejo continente, su proceso de adhesión a la Unión Europa puede ser sensiblemente acelerado.
A cambio de que los estados balcánicos se afanen en la protección de los límites territoriales del viejo continente, su proceso de adhesión a la Unión Europea puede ser sensiblemente acelerado
LA VIOLENCIA POLICIAL (NO) QUEDA REGISTRADA
El pasado mes de diciembre, Bulgaria hizo efectiva su entrada en el espacio Schengen, demostrando con ello ser un alumno aventajado de las directrices de Bruselas. Según datos del Comité de Helsinki de Bulgaria, en la frontera turco-búlgura, una de las grandes puertas de acceso a la Unión Europea, se produjeron 5.270 de devoluciones en caliente que afectaron a 87.650 personas, unas cifras que suponen el doble de las registradas en 2021.
Era agosto cuando Abdullah descansaba en uno de los asentamientos irregulares donde decenas de personas se escondían en los alrededores de Šid. Abdullah era periodista en Afganistán, una profesión que le obligó a huir del régimen talibán. Como profesional de la comunicación, Abdullah es consciente de la importancia de la concreción. Por ello, su testimonio fue de los más completos que se han podido recoger. El joven supo dar las coordenadas donde las fuerzas búlgaras les atacaron; a él y un grupo de otros 25 afganos con los que viajaba. Les desnudaron, les robaron sus pertenencias y no pararon de golpearles con las porras policiales hasta que no fueron capaces de moverse. "Nos lanzaron a los perros y se reían mientras nos atacaban", cuenta a la vez que muestra las fotos de las heridas. Tras el ataque, los metieron en coches y los devolvieron a Turquía sin posibilidad de pedir asilo -una violación del principio de no devolución de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951-. "Diez veces intenté cruzar por allí y diez veces la policía me devolvió ilegalmente". Abdullah logró cruzar en el decimoprimer intento. Unos días después de la entrevista me envía un mensaje: "La policía ha venido y lo ha destrozado todo". Cuando logramos llegar a la zona solo quedan los restos de las tiendas de campañas esparcidas por el bosque. "Al menos tuvimos tiempo de salir corriendo", se consuela.
El joven supo dar las coordenadas donde las fuerzas búlgaras les atacaron; a él y un grupo de otros 25 afganos con los que viajaba. Les desnudaron, les robaron sus pertenencias y no pararon de golpearles con las porras policiales hasta que no fueron capaces de moverse
La historia de Abdullah fue recogida en uno de los informes de la organización NNK, que junto a otros documentos de la Red de Monitoreo de Violencia Fronteras (BVMN, por sus siglas en inglés), serán presentados en Estrasburgo para denunciar las condiciones de extrema violencia que sufren las personas en tránsito migratorio. "Cuando estás en una frontera europea, estás en contacto constante con historias de violencia. En estos casos se dan muchos escenarios: puede ser que la persona no esté lista para hablar o que le falte información. Aunque llevamos trabajando desde 2017, no todas las historias acaban viendo la luz", explica Barbara B., responsable de comunicación de No Name Kitchen.
Es el caso de Faramaz, de catorce años, y su hermano, de diecinueve. El mayor explicó con detalle cómo fueron desnudados y golpeados con porras eléctricas por la policía búlgara. También les robaron 200 euros antes de trasladarles de nuevo a la frontera turca. Desgraciadamente, el joven no pudo recordar el lugar exacto donde ocurrieron los hechos: "Era de noche. Puedo decirte que llevábamos tres días en Bulgaria". No fue suficiente y su testimonio no puede ser utilizado.
SARNA, PSICOTRÓPICOS Y SOMNÍFEROS
La pequeña población de Šid, de apenas 34.000 habitantes, alberga tres campos, denominados de "tránsito", para lidiar con el ingente flujo migratorio que circula por estas calles. La capacidad de aforo varía, pero si algo tienen en común son las malas condiciones de habitabilidad. El campo de Champsy, por ejemplo, fue diseñado para acoger a 800 personas, pero más de 2.000 han sido hacinados en sus instalaciones. La entrada a estos centros está vetada para las organizaciones humanitarias, que en más de una ocasión han sido expulsadas mientras intentaban documentar la situación de los internos. "En estos campos no se garantiza el acceso a cuidados médicos. Enfermedades como la sarna son muy comunes", denuncia Megan Stark, miembro del equipo de NNK. Además, un equipo de periodistas italianos destapó que en los campos de la ruta balcánica se utilizan somníferos y psicotrópicos en las comidas para controlar a los inmigrantes .
LAS NUEVAS FORMAS DE VIOLENCIA
La pésima situación de los centros se repite también en Serbia. El pasado 28 de octubre, el Ministro del Interior serbio, Bratislav Gašić, anunció una operación policial conjunta entre Hungría y Serbia destinada a "luchar contra la delincuencia organizada y la inmigración irregular". Una operación que ha provocado el desalojo forzoso de los centros de tránsito en el norte del país: Sombor, Subotica y Horgos, así como a la persecución y criminalización de los equipos de ayuda humanitaria sobre el terreno. Médicos Voluntarios Internacional (MVI, por sus siglas en inglés) quienes tenían un equipo trabajando en Subotica y alrededores, han denunciado que "el aumento de la militarización en la frontera serbo-húngara se tradujo en la inaccesibilidad a los asentamientos de la ayuda humanitaria". En un informe, la ONG refleja como en septiembre, su equipo atendió a un total de 1.395 pacientes; en octubre, la cifra se redujo a 811; y desde el inicio de la operación policial, el equipo se ha visto obligado a cesar las revisiones médicas.
El aumento de la militarización en la frontera serbo-húngara se tradujo en la inaccesibilidad a los asentamientos de la ayuda humanitaria
"Todas las personas que estaban en el norte han sido desalojadas y los campos cerrados", asegura Bárbara B. Una situación que ha obligado al personal humanitario a abandonar la zona. "Tenemos un equipo monitoreando la situación en el sur y queremos establecer un equipo móvil que se pueda desplazar", informa la coordinadora de NNK. Según cifras de la ONG, en el sur de Serbia, unas 1.000 personas se encuentran internadas en los centros para personas migrantes.
El incremento de violencia en Serbia ha llevado a la policía del país a usar tácticas que rara vez habían sido documentadas en el pasado. Hace poco más de una semana, la policía fronteriza serbia hacía retroceder violentamente a 70 personas a Macedonia del Norte. Un vídeo mostraba la brutalidad del ataque. En las imágenes decenas de hombres son grabados, prácticamente sin ropa, junto a la carretera mientras se dirigen de vuelta a Macedonia del Norte. "Las devoluciones en caliente que registramos normalmente han sido ejercidas por los países de la UE. Sin embargo, en este caso nos encontramos ante una nueva práctica -al no ser Serbia un Estado miembro- que podría cambiar significativamente el curso de la política fronteriza europea y que probablemente sea parte de la externalización de las fronteras que llevamos años denunciado", declaran desde NNK.
DEL MEDITERRÁNEO A LOS BALCANES
En la llamada "frontera sur" de España estamos familiarizados con la dramática situación que padecen las personas que se ven abocadas a la migración forzosa. Son varias las organizaciones humanitarias que trabajan sobre el terreno, supliendo la inacción a de los equipos estatales de salvamento marítimo. Las rutas migratorias no se pueden entender por separado, aunque exista la creencia de que el origen de una persona marcará decididamente la ruta por la que intentará llegar a territorio europeo. En el campo de Pirot, al sur de Serbia, conocí a un joven que se presentó como 'El Maestro'. Al decirme que era libio le pregunté el motivo de haber escogido un camino tan alejado de casa. "Once veces he intentado cruzar el Mediterráneo y no lo he conseguido".
No es extraño encontrar a personas procedentes del norte de África en la ruta de los Balcanes. Entre dos escenarios igualmente peligrosos, algunos prefieren el riesgo a la violencia física de la policía que a la bravura letal del mediterráneo. La mayoría consiguen llegar aquí tras años de larga travesía: 'El Maestro' había invertido casi cinco años para trasladarse a Serbia, Faramaz y su hermano pasaron un año en un campamento de refugiados en Irán y dos años trabajando en fábricas de Turquía antes de poder reunir el dinero suficiente, mientras que Abdullah cuenta ya 18 meses desde que se despidió de su madre en Afganistán. "Prefieren pasar años viajando antes que morir ahogados en los 14 kilómetros que separan Marruecos de España", explican desde NNK.
LA ÚLTIMA PIEZA DEL SISTEMA DE VIOLENCIA DE LA UE
Desde el pasado mes de febrero, el destino de los que se adentran en el mar o de los que sufren la violencia en las fronteras terrestres podría ser el mismo debido a un nuevo acuerdo migratorio firmado entre Italia y Albania. Un texto que establece que todos los rescatados en el mar serán trasladados a "centros de procesamiento" en Albania mientras se tramitan sus solicitudes de asilo. Con ello, la Unión Europea no solo externaliza sus fronteras, sino que da un paso más allá haciendo lo propio con el proceso de asilo, aunque esto suponga el incumplimiento de los Acuerdos de Dublín.
La periodista albanesa Gresa Hasa, que ha seguido de cerca los pormenores del acuerdo, asegura que "no se aporta información acerca del transporte de los migrantes a los centros ni sobre el funcionamiento de los mismos". Denuncia, además, la falta de transparencia en lo relativo al asesoramiento jurídico o a la atención médica que deberían recibir los internos, siempre y cuando se cumpla con lo estipulado por el derecho internacional. "Van a ser cárceles para migrantes", denuncia, ya que tampoco se establecen los tiempos para la tramitación del asilo. La periodista recuerda el caso de Australia, donde este proceso puede alargarse hasta los 16 años. "Es peligroso e inhumano", sentencia.
Si Albania cumple su parte del trato, el gobierno de Roma impulsará su candidatura para conseguir la membresía europea. "Están tratando a Albania como un gueto de la Unión Europea, lanzándole aquello con lo que no quieren lidiar", lamenta Hasa. "La externalización del proceso de asilo forma parte de la deshumanización de las personas en movimiento, a las que se dibuja como una entidad abstracta y no como seres humanos", concluye la periodista.
Este acuerdo supone la última pieza de la necropolítica europea, un engranaje diseñado -y mejorado- durante años que ha encontrado en la ruta de los Balcanes el lugar idóneo para experimentar con las técnicas más crueles y deshumanizadoras.
A las afueras de Šid, en una fábrica abandonada, se encontraba un antiguo asentamiento irregular que fue desalojado por la policía en 2019. Cientos de pintadas recorren su interior. Nombres de los que allí estuvieron, poesías en árabe y en pastún, banderas de todos los países que en algún momento encontraron refugio entre sus pasillos. Siguiendo las pintadas, parece que te adentras en los pensamientos de quienes atraviesan los Balcanes; un recorrido que se inicia con frases de esperanza y que se oscurece conforme avanzas, hasta llegar a un punto donde se hace imposible seguir porque una pared te grita "estoy cansado de ser víctima del odio".
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