Hacer una aproximación general al pueblo gitano, como si se tratase de una entidad homogénea, puede resultar útil desde el prisma sociológico. A buen seguro que servirá para extraer las métricas globales que nos ayuden a entender las condiciones sociales, económicas, familiares y ambientales que atraviesan las realidades materiales de la comunidad romaní, su forma de ver el mundo y de ser percibidos por el resto. Pero resulta pertinente advertir que existen tantas realidades, diferentes entre sí, como las 650.000 personas gitanas que residen en España. "Ese es el primer error", advierte Joaquín Bustamente, director de la publicación Cuadernos Gitanos, en una entrevista en El País. "En España no hay un millón de gitanos, hay un millón de españoles que somos gitanos. Es un matiz importante".
Lo cierto es que no existe un censo oficial y la cifra más aproximada corresponde a un estudio realizado por la Fundación Secretariado Gitano (FSG). Los datos revelan que el 66 por ciento de la comunidad gitana tiene menos de 30 años, o sea, se trata en su gran mayoría de un segmento poblacional muy joven, que además tiene una tasa de natalidad del 64 por mil, mientras que en la ciudadanía no gitana es del 14 por mil, aunque en los últimos años la tendencia está cambiando. Las mujeres romaníes tienen menos hijos que hace una década y también se casan más tarde.
Lola Cortés lo hizo cuando solo tenía 19 años, y aunque no se arrepiente, espera que sus tres hijos, "dos niños y una niña", no sean tan precoces como ella. "Están estudiando, que es lo que tienen que hacer". Uno de ellos entorna los ojos y suspira: "¡Qué jartible!", dice entre dientes. Fernando echa una mano a su familia en el mercadillo de San Fernando (Cádiz) cuando tiene vacaciones en el instituto. "Dice que le gusta, pero eso es porque solo viene de vez en cuando", replica Lola, que lleva "toda la vida" despertándose a las 6 de la mañana para cargar el género en la furgoneta y montar el puesto. Reconoce que es una rutina "muy dura" y cuando le digo que aparenta más de los 36 años que tiene alza la mirada y me dice, "Y tú también, y lo único que haces es estar ahí con las preguntitas". Nos conocemos desde hace tiempo, así que para firmar la paz basta con unas cuantas sonrisas y una camiseta de la Niña Pastori, uno de los ídolos locales: "Y ahora me la compras", sentencia.
A pesar de los estragos de una profesión áspera y en condiciones de precariedad, Lola puede sentirse afortunada. Forma parte del reducido grupo del 17 por ciento de mujeres gitanas que tienen un trabajo remunerado, frente al 44 por ciento de los hombres. El motivo principal de la brecha de género es la dedicación de las mujeres a las labores domésticas y a la tarea de los cuidados de niños, ancianos y personas dependientes, algo que no es exclusivo de la población gitana, pero también subyacen otras circunstancias externas que dificultan el acceso al mercado laboral.
"En España, la discriminación por origen racial o étnico en el empleo es directamente proporcional al nivel de visibilidad pública o interacción con el público que requiera el puesto de trabajo", apunta Arantxa Zaguirre, aboga experta en derecho laboral y discriminación, que añade: "Mientras en la agricultura, la construcción y algunos sectores de la industria peor pagados se da una menor discriminación por este motivo, el rechazo aumenta cuando observamos el sector servicios: los trabajadores y trabajadoras que atienden de cara al público en las tiendas, los bares, los restaurantes, los supermercados, los hospitales, etc, no reflejan la realidad de la diversidad de nuestra sociedad, ni en relación al origen nacional o étnico ni en relación a la discapacidad o a la edad".
Los estereotipos y el imaginario colectivo construidos en torno a la población gitana son una pesada mochila que lastra las oportunidades en lo referido al mercado laboral
Los estereotipos y el imaginario colectivo construidos en torno a la población gitana son una pesada mochila que lastra las oportunidades en lo referido al mercado laboral, y por ende, a muchos otros ámbitos que guardan relación directa con la independencia económica. La FSG ha constadado más de 400 casos de discriminación en el empleo, fundamentalmente en el sector privado, pero las cifras reales son mucho mayores debido a que la mayoría de los afectados no presentan denuncias ni acuden a las organizaciones que podrían documentar lo sucedido.
Las dificultades para acceder al mercado laboral son el último peldaño de una escalera donde se construyen, paso a paso, las desigualdades estructurales que padece el pueblo gitano, y cuya simiente comienza a germinar en la etapa educativa.
Los datos son alarmantes e indican una tendencia que socava el derecho fundamental de los niños y las niñas a recibir una educación,y por tanto, el incumplimiento de las administraciones en su obligación de proporcionarles las herramientas necesarias para tal fin. 6 de cada 10 alumnos gitanos abandonan las clases antes de terminar la Educación Secundaria Obligatoria y apenas el 3 por ciento de las mujeres y el 5 por ciento de los varones tienen estudios superiores a la ESO.
"En ningún caso obedece a un aspecto cultural intrínseco a la población gitana", cuenta Fernando Morión, psicopedagogo y técnico del Departamento de Educación de la FSG. Las causas son multifactoriales, pero una de las más incipientes es la segregación que todavía hoy está presente en el sistema educativo público español.
Según un estudio de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, un 31 por ciento de los estudiantes gitanos asisten a las llamadas escuelas-gueto, centros educativos con una alta concentración de alumnado gitano que no refleja la diversidad real de la sociedad y que supone una de las principales barreras para la inclusión, la igualdad de oportunidades y la cohesión social.
Un 31 por ciento de los estudiantes gitanos asisten a las llamadas escuelas-gueto, centros educativos con una alta concentración de alumnado gitano que no refleja la diversidad real de la sociedad y que supone una de las principales barreras para la inclusión, la igualdad de oportunidades y la cohesión social
Otro factor determinante es la falta de recursos por parte de las familias y la dificultad para acceder a determinados servicios, porque la privación de elementos materiales, como sucede en cualquier otro ámbito, es la variable con mayor incidencia en la perpetuación de una existencia precaria que marca decididamente la trayectoria educativa de las nuevas generaciones. Además, los alumnos, y especialmente las alumnas gitanas, adolecen de una escasez de referentes en el currículum escolar, a pesar de que existen grandes personalidades en la genealogía del pueblo romaní con las que pueden sentirse identificadas.
"Fíjate lo positivo que sería para las niñas que en el colegio les contasen que Sofía Kovalévskaya, gitana como ellas, fue la primera mujer en conseguir una plaza como profesora universitaria en Europa". Fernando lamenta que se hable constantemente del fracaso escolar, mientras que los importantes éxitos conseguidos quedan relegados a una nota a pie de página. Porque, aunque el escenario global puede parecer desalentador, hay que tener en cuenta que la incorporación plena de la población gitana al sistema educacional se produjo hace apenas tres décadas, y desde entonces, los indicadores han mantenido una tendencia alcista en los resultados y sostenida en el tiempo. Así, entre los años 2011 a 2018, las mujeres con la ESO finalizada han pasado del 11 por ciento al 15 por ciento, mientras que los varones, que estaban en niveles del 8 por ciento, han crecido hasta el 19 por ciento en el mismo período, según datos de la FSG.
La organización destaca la influencia del nivel de estudios de los padres sobre la educación de sus hijos, de tal forma que a menor titulación de los progenitores, las expectativas de los jóvenes decrecen, mientras que los hijos de padres con titulaciones superiores aspiran hasta en un 91 por ciento de los casos a igualar o a superar el currículum académico. Sea mayor o menor el nivel de formación, la gran mayoría de padres y madres gitanas le conceden a la educación una importancia capital en el correcto desarrollo de sus hijos.
"Yo les digo que tienen que estudiar mucho, que eso es lo más importante". Azrael El Mata tiene 3 críos en casa. Al pequeño, de 4 años, "todavía no le puedo decir mucho", pero el mayor quiere ser profesor de ciencias naturales y el mediano aspira a bombero. Su padre se ha convertido en un referente para los gitanos gracias a la música rap, con la que pretende acercar a los más jóvenes al idioma calé, la lengua propia del pueblo romaní que se encuentra en vías de desaparición. "Los chavales apenas lo hablan", asegura.
Este conquense, de tan solo 26 años, tuvo que cambiar muy pronto los estudios por las puertas de los tajos, donde se faja el lomo cada día para que sus hijos tengan la oportunidad de un futuro con más oportunidades. Azrael es optimista, quizá porque tras una vida "pasando duquelas" tiene la necesidad de creer que los días venideros serán mejores que los pasados, o quizá porque los cambios que percibe se irán haciendo más significativos con el paso de los años. "Antes el racismo era mucho peor, pero ahora los gitanos y los payos se relacionan más".
Es cierto que la discriminación, o la percepción de la misma, se ha reducido sustancialmente en las últimas dos décadas, pero los episodios de romafobia son un goteo constante que fluye con asiduadad. En el ámbito laboral y en el educativo, como ya hemos advertido, pero también en el acceso a la vivienda, en las relaciones sociales y en la prensa. Esta última es la gran catalizadora de un imaginario prejuicioso plagado de clichés que todavía hoy tiene que enfrentar la población gitana. "Los medios de comunicación siguen contribuyendo a fomentar los estereotipos contra los gitanos", denuncia la Unión Romaní.
"Los medios de comunicación siguen contribuyendo a fomentar los estereotipos contra los gitanos", denuncia la Unión Romaní
En un informe titulado 'Periodistas contra el racismo. La prensa española ante el pueblo gitano' lamenta el tratamiento peyorativo y con enfoque sesgado de las noticias, que incurren en prácticas desaconsejadas por el código deontológico, tales como resaltar el grupo étnico de los implicados cuando se trata de hechos luctuosos o la ausencia de voces gitanas para contrastar la información. En el plano audiovisual, los formatos televisivos están cargados de un sensacionalismo "que presenta a los gitanos como seres primitivos de baja calaña y alejados de la sociedad", en lo que pudiera parecer un ejercicio intencionado para dañar la imagen y la autoestima de los gitanos y las gitanas.
"Por suerte nunca han conseguido que me cuestione mi identidad por culpa de un estereotipo". Estefanía Ruiz es una mujer gitana y empoderada, aunque reconoce que su vida ha estado marcada por la discriminación. "Naces escuchando cómo la gente dice que los gitanos somos gentuza, ladrones, mentirosos, sucios, machistas… Ese discurso se perpetúa en las clases, en el trabajo, en los medios de comunicación, en las series, en las películas y en los libros. Es horrible sentir que traten de imponerte quién debes ser".
Con apenas 25 años compagina los estudios de psicología con su propia marca de ropa y complementos, Mil duquelas, que fraguó durante el confinamiento y con la que pretende visibilizar la historia y la cultura del pueblo gitano a través de grandes personajes que han dejado impronta en la singladura romaní. "Imaginé a niñas vistiendo una camiseta de Papusza para ir a clase y entendí que si yo hubiese tenido ese nivel de representación no habría conocido tan pronto la cruel sensación de la soledad".
Habla en primera persona, desde las tripas de la vivencia personal, pero también le ha tocado regurgitar la amargura cuando ejercía como integradora social. "Tuve que aguantar todo tipo de comentarios, incluso por parte de mis compañeros. Decían que si pudieran elegir no trabajarían con gitanos", denuncia. Estefanía se refiere al antigitanismo o antiziganismo, "una forma específica de racismo dirigida contra los gitanos, una ideología basada en la superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucional alimentada por la discriminación histórica, que se expresa, entre otros modos, mediante la violencia, el discurso del odio, la explotación, la estigmatización y la discriminación más descarnada", según la definición del Consejo de Europa.
Pastora Filigrana es abogada, especialista en derecho laboral y sindical y una figura muy reconocida en el activismo por los derechos humanos. Participó en la creación de la Asociación de Mujeres Gitanas Universitarias de Sevilla y es autora del libro 'Pueblo gitano contra el sistema mundo. Unas reflexiones desde un activismo feminista y anticapitalista' (Akal, 2020), donde sostiene que la persecución histórica contra los gitanos tiene su eje vertebrador en las formas de vida alternativa de la comunidad romaní. "El pueblo gitano se ha negado a adaptarse al destino económico que le imponían, esto es, ocupar los lugares con peor reconocimiento social y salarial".
El pueblo gitano se ha negado a adaptarse al destino económico que le imponían, esto es, ocupar los lugares con peor reconocimiento social y salarial
Es habitual, casi forma parte del acervo popular, la creencia de que los gitanos no quieren adaptarse. "¿Adaptarse a qué?", se pregunta Pastora. Pero, ¿y si lo que deberíamos hacer es aprender de los modelos ajenos al sistema capitalista que han practicado los romaníes? Por ejemplo, "en el concepto de economía colaborativa y autogestionada que no dependa de vender la fuerza de trabajo a cambio de un salario. Y no estoy diciendo que tengamos que ser canasteros o vendedores ambulantes, hablo desde un punto de vista filosófico, donde esa alternativa sí puede ser trasladable a nuestra realidad", asegura Pastora.
Gitanizarse para construir un sistema económico más justo y agitanizarse para aprender de un ejemplo de resistencia contra el odio y la discriminación. En la memoria colectiva de los gitanos y las gitanas está grabada con sangre y fuego la persecución y el intento de exterminio, étnico y cultural, que llevan padeciendo desde hace 500 años. La expulsión de Europa en el siglo XVI, la llamada Gran Redada española de 1749, donde se promulgaron hasta 280 leyes contra el pueblo gitano, las esterilizaciones forzosas a comienzos del siglo XX en Suiza o los campos de exterminio en la Alemania nazi son apenas unos pocos ejemplos de un hostigamiento sistémico que todavía hoy soportan, y que ha germinado en lo que Pastora califica como "la memoria del oprimido".
Las heridas de un pasado doliente tienen sus ramificaciones en el presente, donde supuran en las reticencias de algunas personas hacia las instituciones que consideran payas y de las que tantas veces se han sentido excluidas. "Yo soy abogada y lo veo sobre todo en el tema judicial. Muchos delitos de odio no se denuncian, porque las víctimas sienten que los tribunales no les van a amparar". En efecto, las llamadas infradenuncias superan holgadamente a la confianza depositada en los cauces judiciales.
Le pregunto a Pastora si esto guarda relación con la asimilación que algunos gitanos y gitanas han hecho de la discriminación, como si de alguna forma hubiesen aceptado que tienen que pagar un peaje por el mero hecho de su existencia. "Hay una falta de autoestima colectiva en el pueblo gitano. Hemos naturalizado la discriminación, pero también es cierto que se está produciendo un cambio importantísimo gracias a los jóvenes. La juventud gitana no está dispuesta a acatar el racismo estructural. Su forma de comunicarse y de articular el discurso, esa rabia que llevan dentro no se veía 20 años atrás y es algo muy ilusionante".
En la tienda online de Mil duquelas se puede comprar una camiseta con un lema en inglés que dice: "Una mujer romaní es quien ella quiera ser". Estafanía Ruiz me escribe desde el otro lado del teléfono. "Yo estoy muy orgullosa de ser gitana y nadie podrá arrebatarme eso".
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