Cae la noche en Necoclí, una pequeña localidad costera situada a orillas del Caribe colombiano. De entre la oscuridad, pequeños grupos de migrantes de distintas nacionalidades llegan a la playa, muchos de ellos sin saber ni entender muy bien cuáles son los pasos a seguir ahora, así que preparan sus tiendas de campaña con la esperanza de que, a la mañana siguiente, alguien les dé instrucciones para continuar su camino hacia Panamá a través de la selva del Darién.
La escena se repite día a día en este pueblo, cuyos habitantes, acostumbrados a recibir turistas, han visto cómo en los últimos años, los viajeros han sido sustituidos por refugiados y migrantes que huyen de países como Venezuela, Ecuador, Haití o China, convirtiéndose en un punto caliente de la migración en América Latina. La violencia, la falta de oportunidades y la inestabilidad política en sus países de origen fuerzan a miles de personas a emprender un viaje lleno de incertidumbres con la esperanza de un futuro mejor y en la búsqueda del sueño americano, un sueño que en muchas ocasiones se acaba convirtiendo en pesadilla.
NECOCLÍ, UN ENCLAVE ESTRATÉGICO PARA LA MIGRACIÓN
Esta localidad del Caribe colombiano se encuentra situada geográficamente en un punto clave de la ruta migratoria: el Golfo de Urabá. Diez años atrás, cuando la ruta migratoria era menos activa, la mayoría de los migrantes cogían los botes en Turbo, ubicada más al sur, pero años más tarde, con la construcción del nuevo muelle de Necoclí, se acortaron las distancias y por tanto el tiempo para cruzar el golfo y llegar hasta Acandí o Capurganá, las principales poblaciones desde dónde los migrantes cruzan hacia Panamá a pie o en botes privados. Fue entonces cuando la migración se convirtió en un negocio tremendamente lucrativo. En el inicio, la empresa encargada de transportar tanto a turistas como a migrantes fue Caribe SAS, aunque posteriormente también surgió Katamaranes del Darién SAS, que construyó su propio muelle debido a la enorme cantidad de migrantes que quieren cruzar el Golfo de Urabá día tras día (unas mil personas de media).
La pequeña localidad de Necoclí se ha convertido en un punto caliente de la migración en América Latina, con miles de personas llegadas desde Venezuela, Ecuador o Haití
A pesar de esto, aún y con una segunda empresa encargada del transporte de los migrantes hacia el otro extremo del golfo, es común que haya grandes grupos rezagados en Necoclí, por falta de dinero para pagar el pasaje o por que no hay cupos suficientes en las embarcaciones. Esto ha originado una salida económica a muchos habitantes de Necoclí, que han visto en la migración un negocio para salir adelante en una región abandonada por las instituciones. Son comunes los vendedores ambulantes que ofrecen su mercancía tanto a turistas como a personas que están en tránsito migratorio: inflables, gorras o crema solar para los primeros y tiendas de campaña, botas de lluvia o impermeables para los segundos. Además, los hosteleros de la zona alquilan habitaciones hasta llegar al completo casi a diario.
De esta microeconomía también intentan sacar beneficios los propios migrantes con el objetivo de reunir los 300 dólares que puede llegar a costar el viaje para cruzar a Panamá. "Salí de Venezuela con 180 dólares y llegué a Necoclí con apenas 20. En vez de pedir dinero por la playa, decidí invertirlo en comprar chucherías y pequeños snacks para vender a los turistas y así pagarme el pasaje hacia el otro lado del golfo y poder cruzar a pie hasta Panamá a través del Darién", cuenta Junior, optimista pese a su precaria situación.
NÚMEROS Y NACIONALIDADES
"Del 1 de enero hasta el 28 de agosto de 2023 han pasado por la Selva de Darién 320.098 migrantes irregulares con destino a los Estados Unidos. De estos, 190.889 son venezolanos, 42.414 ecuatorianos y 35.495 haitianos", informó en días pasados el Ministerio de Seguridad Pública de Panamá.
La situación en Venezuela a un año de las elecciones generales no resulta demasiado halagüeña. El país sufre una de las tasas de inflación más altas del mundo, lo que unido a la inestabilidad política ha provocado un incremento de los flujos migratorios. De acuerdo con datos de la ONU, en 2022, unos 7,1 millones (un 20% de la población venezolana) vivía fuera del país.
Ecuador, por su parte, está siendo azotada por una escalada de violencia y criminalidad sin precedentes, debido al repunte de las bandas organizadas y al tráfico de drogas. La ciudad de Guayaquil se ha convertido en una de las más peligrosas de Latinoamérica. El miedo a las llamadas "vacunas", una forma de extorsión a los comerciantes que se arriesgan a ser asesinados si no pagan las cuantías exigidas por las mafias, y las secuelas económicas de la pandemia, han afectado drásticamente al país andino, disparando los índices de pobreza extrema y destruyendo más de 500.000 empleos. Cientos de personas huyen cada día con la esperanza de alcanzar los Estados Unidos a través del Tapón de Darién.
Haití es el país mas pobre del continente. Una larga historia de inestabilidad política con golpes de estado y gobiernos corruptos, unido a la falta de inversión en servicios básicos e infraestructuras, ha condenado a la población a una tasa de extrema pobreza del 60%. Los desastres naturales también han sido un factor potenciador de la emigración forzosa. El terremoto del año 2010 fue especialmente devastador y la deficiente respuesta de la comunidad internacional no hizo más que agravar la situación.
Los asiáticos, especialmente los chinos, han sido el último grupo en sumarse a esta ruta migratoria. Son el número más reducido, pero su presencia se ha multiplicado en los últimos años. Con el hashtag "zouxian" ("ruta a pie"), el tránsito migratorio del Darién se ha popularizado en las redes sociales del gigante asiático. En 2022 fueron al menos 1.300 personas, casi tres veces más que en la década anterior. Hablamos con Ann, una joven de 28 años procedente de Guangzhou: "Me rechazaron el visado para entrar a Estados Unidos, así que tuve que volar desde Hong Kong a Dubai y después pasar por Turquía, España y Ecuador, para finalmente llegar a Colombia y seguir mi ruta hacia EEUU. Me gusta China, quiero volver algún día, pero de momento no entra en mis planes".
EL FIN DE LA POLÉMICA LEY 42
El pasado mes de mayo finalizó la vigencia de la Ley 42 en Estados Unidos, una norma propuesta durante el mandato de Donald Trump con el pretexto de frenar la expansión de la Covid-19, pero que fue utilizada para agilizar la expulsión de migrantes y refugiados. Pese a ello, más de 200.000 personas han sido deportadas desde la derogación de la normativa, y es que Washington ha aprobado nuevas medidas que perjudican a los solicitantes de asilo. La llamada Family Expedited Removal Management establece un plazo máximo de 30 días para expulsar a las familias migrantes, además de la colocación de un dispositivo GPS para controlar sus movimientos hasta la salida del país, y el Titulo 8 les impide retornar a los Estados Unidos durante 5 años.
EL DESAFÍO DEL DARIÉN: NATURALEZA IMPLACABLE Y RIESGOS HUMANOS
Inclemencias climáticas, animales salvajes y grupos armados que asaltan, roban e incluso violan a las mujeres son los riesgos más evidentes para las personas que se ven obligadas a cruzar la selva del Darién. El punto de origen es el campamento de Las Tecas, a las 6 de la mañana. El grupo (que en ocasiones puede superar las 2.000 personas) es del todo heterogéneo: hombres, mujeres, embarazadas, niños y ancianos comienzan la marcha bajo la atenta mirada de las Autodefensas Gaitanistas, un grupo narcoparamilitar que controla el tráfico de personas en esta zona de Colombia. Hay 3 campamentos a lo largo del recorrido: Casa del Zinc, Pata de la Loma y Caracolí, donde pueden descansar, beber agua, comprar alimentos y tarjetas SIM para comunicarse con sus familiares. El camino es embarrado y resbaladizo. El río Muerto es una zona especialmente peligrosa. Los refugiados deben cruzarlo en diferentes tramos hasta en 30 ocasiones con subidas de caudal repentinas que pueden arrastrar fácilmente a un hombre adulto.
El grupo (que en ocasiones puede superar las 2.000 personas) es del todo heterogéneo: hombres, mujeres, embarazadas, niños y ancianos comienzan la marcha bajo la atenta mirada de las Autodefensas Gaitanistas, un grupo narcoparamilitar que controla el tráfico de personas en esta zona de Colombia
El recorrido por la parte colombiana afronta su último tramo con un ascenso pedregoso de 3 horas hacia la frontera. Ya en Panamá finaliza la tutela de las Autodefensas Gaitanistas y con ello aumentan los peligros. Aunque resulte paradójico, la ausencia de un grupo armado que supervise a los migrantes facilita la aparición de otros que son una amenaza para la supervivencia. Tras 10 días de caminata y más de 100 kilómetros, los más afortunados consiguen alcanzar los campamentos de la ONU. Aquí recibirán asistencia, pero es solo la primera parada de una travesía que puede prolongarse durante meses, incluso años, hasta llegar a los Estados Unidos.
Cheo y Ariana son una pareja venezolana que consiguió llegar hasta México con su hija de 5 años. Tras 9 meses esperando respuesta a una solicitud de asilo se vieron obligados a regresar a su país. Hablamos con ellos en la playa de Necoclí, donde esperan reunir el dinero para un segundo intento en el Darién. "Cuando sales de la selva estás exhausto. Vamos a intentarlo de nuevo, pero esta vez sin nuestra hija porque si es cansado para un adulto, imagínense para una niña de 5 años. Vamos a hacerlo por ella".
LA MIGRACIÓN COMO MOTOR ECONÓMICO DE UNA REGIÓN
Acandí es una pequeña población situada en la región de Chocó, en el noroccidente de Colombia. Su ubicación geográfica junto a la frontera con Panamá le ha convertido en un punto estratégico en la ruta del Darién y ha provocado que el fenómeno migratorio haya sustituido a la pesca y al pequeño comercio como principal fuente de ingresos.
El Chocó es una región completamente abandonada por el estado. De mayoría afrodescendiente, sus apenas 12.000 habitantes malviven en situación de pobreza, sin acceso a agua potable, electricidad unas pocas horas al día, servicio médico más que deficiente y un alto índice de reclutamiento por parte de grupos armados, como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional o los narcos del Clan del Golfo.
La tragedia de la migración forzosa ha supuesto para esta localidad una oportunidad para escapar de un contexto de exclusión y marginalidad. Algunos de sus vecinos se dedican a trasladar a los refugiados en moto desde el pueblo hasta el campamento de Las Tecas por unos 30 dólares. Otros, la mayoría jóvenes en la veintena, se ofrecen como mochileros para llevar las pertenencias, mientras los más avezados ejercen como guías hasta la frontera con Panamá a cambio de una retribución que puede superar el salario mínimo colombiano mensual.
"Este municipio no tenía fuentes de empleo masivas. Quienes estudiaban se focalizaban en trabajar en la administración y el que no tenía estudios solo podía dedicarse a la construcción, a la agricultura o a la pesca. Hoy, debido a la migración, se han generado unos 2.000 empleos. Estos nuevos puestos de trabajo están bajo control de varias asociaciones que obligan a invertir las ganancias en procesos personales, como la construcción de una vivienda. Si eso no se cumple le dan el trabajo a otra persona. Acandí está experimentando una expansión urbanística sin precedentes", asegura Yolvys de la Cruz, periodista local de 'NotiAcandí'.
Al otro ladro de la frontera, la crisis migratoria genera tensiones entre los gobiernos involucrados. Panamá ha gastado más de 65 millones de dólares para controlar los flujos migratorios y acusa a Colombia de negligente, mientras que Costa Rica, tercero en discordia, insta a sus vecinos panameños a redoblar esfuerzos para evitar que los refugiados lleguen a su territorio. Riñas en las altas esferas que, sin embargo, no parece que vayan a tener efecto entre las miles de personas que se juegan la vida en el intento desesperado por un futuro más esperanzador. Porque la inhóspita selva del Darién no limita ni con Colombia ni con Panamá ni con Costa Rica, limita con el hambre, y no hay frontera que pueda frenarlo.
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