Juntan cada pieza del manuscrito con la delicadeza y meticulosidad de quien conoce la importancia de lo que hace. Como si fueran cirujanas, utilizan herramientas parecidas a bisturís con los que cosen, con un hilo finísimo, las páginas que lo requieren. "Siento que lo tengo que cuidar como si fuera un bebé", cuenta con pasión Suhair Zaki, responsable de la sección de mantenimiento y rehabilitación.
En esta sala anexa al Museo Nacional de Irak, en Bagdad, llegan todos los manuscritos que necesitan ser reparados. Conocen al lugar como "el hospital", y esta es la única oportunidad que existe de ver parte de los miles de originales que se encuentran almacenados, cerrados con estricta seguridad, en la Casa de los Manuscritos, en el sótano del museo. Resistieron a la invasión de Irak liderada por los Estados Unidos en 2003, cuando los trabajadores del museo los escondieron en un sótano en las afueras de la capital iraquí, ante el caos y los saqueos que tuvieron lugar en los primeros días de la ocupación.
Décadas de conflicto e inestabilidad han impedido a Irak cuidar y preservar su historia milenaria como se merece. Ahora, en un período de relativa estabilidad, la Casa de los Manuscritos -que forma parte de la Junta Estatal de Antigüedades y Patrimonio del gobierno iraquí- ha decidido emprender un reto mayúsculo: digitalizar la colección de piezas más extensa del país. En total, se trata de 46.000 volúmenes que pasarán a estar disponibles en formato digital, y pagando una cantidad determinada, será posible tener acceso a una copia. Algunos datan de hasta 1.000 años de antigüedad.
La Casa de los Manuscritos ha decidido emprender un reto mayúsculo: digitalizar la colección de piezas más extensa del país, con 46.000 volúmenes
"Nuestro objetivo es tener una librería inteligente y situarnos en la misma posición que el resto del mundo", relata Muna Najy Abbas, directora del almacén de la Casa de los Manuscritos, sentada en la biblioteca del centro, entre reunión y reunión. Abbas se encarga del mantenimiento, del archivo y de la catalogación de los manuscritos, además de contribuir en la lista que preparan para decidir las obras que quieren comprar a particulares. Junto con su equipo, también determinan cuáles necesitan reparación. Abbas habla rápido, no puede perder tiempo, ya que cada 5 minutos suena su móvil con llamadas de trabajo que debe atender. Quizás es porque ahora, por fin, pueden empezar a dedicarse a algo por lo que han luchado durante años.
"Deberíamos haber empezado hace tiempo, pero hasta ahora no hemos recibido la financiación", asegura. Los fondos provienen de ALIPH Foundation, la Alianza Internacional para la Protección del Patrimonio en zonas de conflicto, con sede en Ginebra. Impulsado a finales de 2022 en asociación con la Biblioteca Nacional de Francia (BnF), hasta la fecha han logrado digitalizar unos 700 manuscritos. "Cada uno puede tener 1.000 páginas y solo tenemos 3 máquinas que nos han concedido algunos institutos", lamenta Abbas, sin tener claro todavía cuando podrán dar el trabajo por finalizado.
UN "HOSPITAL" PARA LOS MANUSCRITOS HERIDOS
Pero las trabas no se dan solo por falta de medios. También retrasa la titánica tarea de digitalización, el hecho que muchos manuscritos se encuentran dañados y deteriorados por el paso del tiempo, ya sea por la humedad, su uso prolongado o el efecto de las plagas. Suhair Zaki recoge los manuscritos que Muna Najy Abbas le entrega para ser reparados. En la entrada del "hospital", una trabajadora con un cuaderno inmenso se encarga de registrarlos. "Los clasificamos como A, B, C o D, según el nivel de deterioro que tengan. Cuando vas al hospital rellenan los papeles para ti. Esto es lo mismo. Es muy importante", cuenta Zaki.
Hoy Zaki se encarga de restaurar un ejemplar sobre matemáticas. "Lo he recibido en distintas piezas, sin números y desordenado, y ahora enumero cada página en lápiz. Compruebo el final de cada página para que encaje con el inicio de la siguiente", explica mientras muestra las herramientas y materiales con los que trabajan. A veces deben añadir un lomo nuevo y una cubierta, cuando no pueden aprovechar los originales, y otras veces pegan las páginas con un líquido natural hecho de arroz. Cada original requiere técnicas diferentes.
En la sala hay manuscritos de todo tipo. Zaki y las 3 restauradoras que trabajan con ella, cada una desde su escritorio, muestran algunos de los más apreciados. El que más les impresiona es uno hecho con oro, que Zaki considera "muy importante". Otro data de 1256, e incluso hay un cartel antiguo, en un tamaño aproximado de DIN-A3, que certifica la compra de una vivienda. Muchos de los textos son religiosos, pero también los hay que hablan sobre hechos históricos, idiomas, música y también hay dibujos. Tienen ejemplares en arameo, turco, persa, hebreo, kurdo, y por supuesto en árabe, entre otros idiomas.
Muchos de los textos son religiosos, pero también los hay que hablan sobre hechos históricos, idiomas, música y también hay dibujos. Tienen ejemplares en arameo, turco, persa, hebreo, kurdo, y por supuesto en árabe, entre otros idiomas
"Cada día recibimos y reparamos alrededor de 20 piezas. Algunas necesitan meses de reparación", cuenta Zaki. Empezaron a trabajar desde este centro adjunto al museo iraquí en 2015, mucho antes que empezara el proyecto actual de digitalización, gracias a la financiación de la misión italiana. Para especializarse en ello, han recibido entrenamiento en Líbano.
UN LABORATORIO PARA EL CUIDADO MÁS EXTREMO
Justo al lado del "hospital" hay otra sala donde, siguiendo la jerga médica que emplean, se podría tildar de "cuidados intensivos". Ellas lo llaman laboratorio. "Recibimos los manuscritos de la otra sala [del hospital]. Si ven que está sucio, nos lo traen aquí", explica Rana Abdulhassib, jefa de la sección.
Ya desde la puerta del laboratorio se puede intuir el tipo de trabajo que realizan. Un cartel con imágenes de una quincena de clases de insectos advierte de las distintas manchas que pueden encontrarse dentro de los manuscritos. Es el paso previo para aplicar el tratamiento químico pertinente para eliminar las marcas. "Aquí pasamos el aspirador a las páginas. En el equipo tenemos a biólogos y químicos. Ellos estudian si hay manchas de insectos y también analizan las tintas con las que se escribió cada manuscrito para determinar si la limpieza puede dañarlas", añade Abdulhassib. Es una tarea meticulosa para la que disponen de todo tipo de herramientas de trabajo químico. "Tengo que sentir que todo irá bien con cada manuscrito. Los tengo que devolverles la vida para las generaciones del futuro, para que se puedan mantener tan seguros como sea posible", explica Suhair Zaki, que irradia una pasión infinita por su trabajo.
Además de mantener los ejemplares seguros, el proceso de digitalizarlos les ha llevado, sorprendentemente, a descubrir aspectos de su contenido que desconocían. "Algunos manuscritos puedan cambiar de valor y ser más importantes, dependiendo del escritor, del período histórico, de la civilización, de la temática...", cuenta Muna Najy Abbas. Sin embargo, no quieren despreciar ninguna pieza. "A cada manuscrito le doy mucha importancia. Pero esta colección es para el mundo, no solo para mí", detalla la directora del almacén de la Casa de los Manuscritos, antes que vuelva a sonar su teléfono para recordarle, una vez más, la cantidad de trabajo que tienen por delante.
Ayúdanos a resistir
En Kamchatka creemos en el poder de la cultura como vehículo para la transformación social y el desarrollo del pensamiento crítico. Una herramienta para subvertir realidades complejas y empoderar al espectador como sujeto revolucionario. Suscríbete desde 5 euros al mes y ayúdanos a difundir expresiones artísticas para cambiar el mundo.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.