"La prostitución no es el oficio más antiguo del mundo sino la actividad que responde a la demanda más antigua del mundo: la de un hombre que quiere acceder al cuerpo de una mujer y lo logra a cambio de un precio" (Fernández Oliver, 2007). Tampoco es una actividad económica contractual entre mujer prostituida y varón demandante sino una relación de poder y explotación sexual (Cobo, 2016)".
El debate sobre la prostitución está en carne viva. En un polo se sitúan quienes quieren abolirla, y en el contrario se encuentran personas que son partidarias de regularizarla. En el caso de España, no hay que despenalizar nada porque la prostitución es alegal - ni legal ni ilegal - y, aunque según la ley se persigue el proxenetismo en algunos casos, en la práctica los proxenetas y traficantes de mujeres tienen carta blanca en sus negocios. Tal vez este limbo legal, que es el paraíso para los mafiosos, sea una de la razones por las que la prostitución en España representa el 0,35% del PIB y además uno de los países donde está más arraigada socialmente. Según diversas encuestas, al menos un 20% de los hombres españoles reconocen haber contratado alguna vez dichos servicios.
Las cifras de la explotación sexual
Según el informe del Parlamento Europeo sobre explotación sexual y prostitución y su impacto en la igualdad de género, "la prostitución y la explotación sexual de las mujeres y niñas son formas de violencia y, como tales, suponen un obstáculo a la igualdad entre mujeres y hombres. Prácticamente todos los usuarios de servicios sexuales son hombres. La explotación en la industria del sexo es causa y consecuencia de la desigualdad de género y perpetúa la idea de que el cuerpo de las mujeres y las niñas está en venta. La prostitución es una violación evidente y absolutamente atroz de la dignidad humana. Dado que la dignidad humana se menciona de manera específica en la Carta de los Derechos Fundamentales, el Parlamento Europeo tiene el deber de informar sobre la prostitución en la UE y examinar de qué manera puede reforzarse la igualdad de género y los derechos humanos en este ámbito".
Si nos atenemos a la violación de la carta de los Derechos Humanos para legislar en este asunto, el argumento a favor de la abolición sería aplastante: según la Fondation Scelles, más del 90% de las mujeres prostituidas en Europa son inmigrantes; es decir, que se ven obligadas a realizar esta actividad. Dicho de forma más precisa, el 90% de las prostitutas de Europa no elige libremente ese 'trabajo'. Este dato se refuerza aún más con una cifra contrastada que arrojan diversos estudios de ámbito internacional: un 80% de las prostitutas del mundo ejercen esta actividad en contra de su voluntad.
Las ciberactivistas de Plataforma Antipatriarcado, publicaron la hoja de datos de la prostitución para España, compilada por la Doctora Melissa Farley para Prostitution Research & Education, en la cual se revelan otros datos que son tan esclarecedores como estremecedores
De este documento se puede extraer un dato que es intergiversable. El 92% de 457 personas entrevistadas en 5 países diferentes quieren escapar inmediatamente de la prostitución. Esto pone de relieve dos cuestiones importantes. Una, la aplastante sentencia de que las prostitutas no eligen serlo, se convierten en ello por necesidad; y la segunda, que responde a una reflexión obligada: si es la minoría la que declara no querer abandonarla, ¿por qué entonces en el imaginario colectivo prevalece la teoría de que las mujeres eligen libremente esta actividad y buscan que se protejan sus derechos ‘laborales’?
Lo que se visibiliza en los medios de comunicación normalmente es la excepción, ese 10% o 20%, que responde, por un lado, a las prostitutas que se sienten cómodas con su actividad porque están en una posición de privilegio, las llamadas ‘putas de lujo’. Estas mujeres juegan en otra división, pues están en la cúspide del negocio donde obtienen considerables beneficios a todos los niveles y, consecuentemente, no les compensa dejar el sector. Nunca hablarán mal de él, porque perderían todas sus prerrogativas. En otro grupo se encuentran las prostitutas situadas en el más ínfimo escalón social; son mujeres estigmatizadas por sus desagradables experiencias, que viven con el miedo constante de qué les pasará si abandonan la prostitución. Por eso se declaran favor de legalizarla y de que se protejan sus derechos, porque ingenuamente piensan que así van a estar más cubiertas en todos los aspectos.
A pesar de esto, las voces acalladas que representan la cruda realidad van emergiendo a través de la difusión de foros feministas, medios independientes, incluso libros escritos por ex prostitutas que se han atrevido a contar su particular infierno. Son testimonios en primera persona, como el de Sonia Sánchez, que mediante sus libros ‘Ninguna mujer nace para Puta’ y ‘La puta esquina’ ha proclamado vehementemente en muchas de sus conferencias que la prostitución no es ni un trabajo ni el negocio más antiguo del mundo, sino la violencia más antigua que existe, porque se violan los derechos sociales, económicos y culturales de las mujeres desde muy temprana edad, así como sabiamente se ha referido al contrato sexual ilegítimo de la siguiente forma: “los hombres que van de putas no compran sexo, porque yo como puta no vendo nada, porque nada me pertenece, los varones que van de putas practican la violencia como sexo...Las putas hemos puesto el cuerpo siempre para sobrevivir y luchar, pero nunca la palabra”. En 2016 fue destacada como Mujer del Año en reconocimiento a su labor incansable por los derechos de las mujeres. Hoy su trabajo no es la protesta sino la educación de los más jóvenes en escuelas y universidades.
De la misma forma, la autora Marta Elisa de León relata en ‘Las ocultas’ (Turner, 2012), sus años como prostituta y considera la prostitución como un síntoma del sistema en que vivimos afirmando que la mayoría de las mujeres que están, no lo harían si tuviesen otra opción.
Ambas autoras revelan en sus libros haber sufrido abusos sexuales de pequeñas y reconocen que ha sido un estigma determinante que las ha arrojado a vender su cuerpo. Estas declaraciones coincidentes refrendan el dato oficial de que aproximadamente un 85% de las prostitutas han sufrido abusos durante su infancia.
Práctica social, relaciones de poder, y negocio
La renombrada filósofa Ana de Miguel, en su libro ‘Neoliberalismo sexual’, explica a partir de una concepción estructural por qué gran parte de la sociedad piensa que la prostitución es un trabajo como cualquier otro: “las estructuras normativas y coactivas encaminan las decisiones de los individuos de manera que estas favorezcan al sistema de los privilegiados: bajo la coartada de la tolerancia y de la libre elección, se protege la estructura del poder”.
Rosa Cobo, otra destacada pensadora feminista, lo define de esta forma: “los estudios que tratan de acreditar a la prostitución como un contrato legítimo se apoyan en argumentaciones del neoliberalismo... la negociación se sustituye por el dominio y el control masculino en la práctica prostitucional... Las élites masculinas y neoliberales han propuesto a la conciencia de nuestra época la idea de que la actividad prostitucional es tan legítima como otras actividades. Y las instancias socializadoras de estos sistemas de poder han contribuido a su normalización... Esta práctica no sólo es el resultado de la dimensión más perversa del libre mercado, sino también un test que revela la tensión y la lucha entre la esclavitud y la libertad, el capitalismo neoliberal y los proyectos políticos emancipadores, las estructuras patriarcales y las demandas feministas".
Se ha fomentado toda una 'cultura de la prostitución', donde se ha articulado la identidad de las mujeres en torno a su disponibilidad sexual. Dicha cultura ha triunfado y funciona pareja a esta ‘cultura de la sexualidad’. Todo esto lo vemos en las representaciones que de las mujeres se hacen en los medios de comunicación, la publicidad, el papel de la moda, la pornografía o la misma prostitución; donde la imagen de la mujer está totalmente sexualizada. En palabras de Cobo, "las mujeres prostituidas son despojadas de cualquier singularidad y se presentan completamente despersonalizadas. Su valor para la prostitución nada tiene que ver con sus sentimientos o con su inteligencia. Solo el cuerpo es objeto de interés masculino".
El psicoterapeuta Peter Szil ha sido uno de los iniciadores de la red de grupos profeministas de hombres autocríticos con el rol masculino en Suecia. Participa en actividades académicas y prácticas a nivel de la sociedad encaminadas tanto a la implementación de la igualdad entre mujeres y hombres, como a la erradicación de las diferentes formas de la violencia patriarcal. Redactó el artículo Los hombres, la pornografía y la prostitución, un texto que resume varias conferencias pronunciadas entre los años 2001 y 2006, y que fue presentado en la ponencia del Congreso de los Diputados constituida en el año 2006 para el estudio de la situación de la prostitución en España. En él, explica las consecuencias de la cosificación del cuerpo de las mujeres y la banalización sexual: “La conversión de las mujeres en objetos sexuales es un proceso de deshumanización en cuyo extremo final está la violencia sexual masculina. Es esto lo que la prostitución institucionaliza, ya que el cliente consigue de la persona prostituida (que no ha elegido hacer el amor con él) algo que de otra manera no podría conseguir sino con violencia. El cliente (y con él la sociedad) oculta ante sí mismo el hecho de la violencia interponiendo una infraestructura (manejada por los proxenetas) y el dinero”.
Un aspecto que influyó de forma clave en el crecimiento de la prostitución como negocio fue la liberación de la mujer a partir de los años 70. Gracias al feminismo radical, la mujer alcanza más cotas de poder en todas las esferas sociales, y en el ámbito doméstico ya puede decir NO a su marido, lo cual implica un importante cambio cultural en las relaciones entre hombres y mujeres. Muchos hombres no van a aceptar así como así este nuevo status de la mujer y van a virar su dominio desde el hogar hacia la prostitución, pues esta práctica confirma el antiguo rol de autoridad de dominación masculina donde está exenta la negociación. Este crecimiento de la prostitución pone en tela de juicio a la estructura patriarcal y conducta de los usuarios de esta práctica social: crisis del modelo masculino tradicional
Hay que cuestionarse por qué la prostitución crece en paralelo al auge del nuevo capitalismo. Rosa Cobo, en su ‘ensayo sociológico sobre la prostitución’ escribe que “hace simplemente tres décadas la prostitución era un conjunto de burdeles con mujeres autóctonas que ejercían la prostitución con encargadas y jefas que gestionaban, a veces paternalistamente, esos pequeños negocios. En esa antigua forma de prostitución no existían mujeres migrantes ni tráfico de mujeres en los circuitos migratorios ni en los criminales. En otros términos, ese viejo canon de la prostitución no daba cuenta de la gran industria del sexo que existe en la actualidad". Y cita a Marta Elisa de León que lo explica así: “Antes existían muchos ‘clubes de alterne’ pequeños. Eran lugares íntimos, casi familiares. Ahora quedan cada vez menos, y los que quedan han vivido una transformación radical, tanto en la forma como en la manera de funcionar. Los pequeños clubes, en su mayoría, están desapareciendo, sustituidos por los megalocales de striptease con showgirls y chicas exhibiéndose con la mínima ropa posible. Son negocios que a veces incluso funcionan con licencia de hotel… Los pequeños locales donde tantas mujeres ejercían de manera más o menos discreta una forma de prostitución light, porque no solamente no estabas obligada a acostarte con los clientes, sino que además podías ganar mucho dinero sin necesidad de ello, son ya cosa del pasado”.
Según el sociólogo Manuel Castells Oliván, "el nuevo capitalismo ha hecho posible la transformación de la prostitución en una gran industria interconectada en forma de red, vinculada a la economía criminal y con poderosos brazos en otros sectores económicos".
Por su parte, Nancy Fraser, intelectual estadounidense, en su artículo Reflexiones en torno a Polanyi y la actual crisis capitalista se refiere a la actividad de la siguiente forma: "la transformación de la prostitución en un negocio global se debe a la existencia de los ‘mercados desarraigados’ sin regulación estatal ni control social. La nueva economía capitalista se aprovecha la pobreza de estos países e idea un nuevo esclavismo o clases de servidumbre, el de las mujeres inmigrantes que sirven a la prostitución".
Kevin Bales es profesor de Esclavitud Contemporánea en la Universidad de Nottingham. Fue cofundador y presidente de la ONG Free the Slaves, cuya misión es liberar esclavos y cambiar las condiciones que permiten que persista la esclavitud. Escribió el ensayo La nueva esclavitud en la economía global, donde expone que se ha creado un clima ideológico, social e institucional que promueve el desarrollo de la prostitución como práctica social. Asimismo, durante los años sesenta, en Tailandia, el ministro del Interior defendió públicamente la expansión de la industria del sexo para promover el turismo y facilitar el despegue económico del país. El número de turistas sexuales en Tailandia pasó de 2 millones en 1981 a 7 millones en 1996.
En esa misma línea, Bales ha señalado que "la legalización de la prostitución en algunos países y la casi absoluta libertad de mercado están ampliando los límites de la industria del sexo. Y este hecho coloca a niñas, adolescentes y mujeres de regiones del mundo con elevadas tasas de pobreza, con una cultura de desprecio a las mujeres y con el deseo de aumentar el consumo familiar, en una situación de ‘entrega y venta’ a las redes de tráfico. La globalización neoliberal y la ausencia de controles al mercado por parte de los estados ha hecho posible el crecimiento de la industria del sexo y ha facilitado el desarrollo de la economía criminal. La suma de estos factores hace que millones de niñas y mujeres se conviertan en mercancías para esta industria y para el uso sexual de varones de todo el mundo".
El caso de Tailandia, presenta además dos hechos muy reveladores. Por un lado, el aumento del 12% en las ganancias de Chivas Regal en 2004 fue atribuido, en un informe, a su asociación con los prostíbulos tailandeses. Por otra parte, que Tailandia ostente el índice de más transexuales del mundo no es porque sean más tolerantes, es porque necesitan cubrir la demanda de prostitución, que en este país ya resulta desbordante.
Sheila Jeffreys es profesora de Ciencia Política en la Universidad de Melbourne, y a través de sus estudios coincide, al igual que otras investigadoras e investigadores, en esa asociación de neoliberalismo económico y prostitución para certificar la idea ya afianzada en la sociedad de que el desempeño de esta actividad puede nacer de forma libre y espontánea: “Lo más importante es la nueva ideología y práctica económica de estos tiempos neoliberales en los que la tolerancia de la ‘libertad sexual’ converge con la ideología del libre mercado para reconstruir a la prostitución como ‘trabajo’ legítimo que funciona como base de la industria del sexo, tanto a nivel nacional como internacional”.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.