El patriarcado y el sistema capitalista son dos estructuras sólidas y bien armadas que se prolongan a través de todos los ámbitos de desarrollo social e individual de las personas, de tal manera que figuran en nuestras vidas como realidades inamovibles. Dice Susan Wright: "En su forma más segura, una ideología aparece como hegemónica. Esto es, se torna tan naturalizada, dada por hecho y 'verdadera' que las alternativas están fuera de los límites de lo imaginable. […] En su dimensión hegemónica, la cultura aparece como coherente, sistemática y consensuada". Se refiere a la fase en la que la ideología, a través de distintos y múltiples recursos que la integran en el día a día de las personas, deja de ser ideología y se materializa en cultura, educación, idiosincrasia y perspectiva unánime desde la que entender el mundo. A partir de ahí, la resistencia se convierte, como ya estamos viendo, en un combate David contra Goliat en el que avanzamos un paso y retrocedemos tres.
Hasta tal punto estamos impregnadas de cultura hegemónica capitalista y patriarcal que, incluso dentro de movimientos que se hacen llamar feministas, encontramos teorías y personas que defienden el alquiler de mujeres para sexo y gestación, tan arraigado dentro del patriarcado como los propios feminicidios.
Estos negocios milenarios están respaldados por poderosos lobbies patriarcales y capitalistas que ponen en práctica multitud de estrategias enfocadas en la dulcificación de la explotación. Aquí, en una sucesión de artículos, enumeraré nueve de estas estrategias y los ámbitos en los que se llevan a cabo.
La comunicación verbal
Los profesionales de la comunicación que pertenecen a estos lobbies crean fórmulas verbales que colocan a la mujer en una situación de empoderamiento inexistente o generando una actividad independiente que no es tal. Así ocurre con el término trabajadora sexual o trabajador@ sexual —con arroba, para invisibilizar que la inmensa mayoría de explotadas son mujeres—. Si esto fuera así; si el medio millón de mujeres prostituidas en España estuviera desarrollando un trabajo y pudiéramos llamar clientes a los puteros sin incurrir en una grave falta a la verdad, obviamente, los proxenetas, pobrecitos, serían empresarios favorables a la economía que ponen en contacto a estas mujeres con señoros que mejoran su calidad de vida, ¿por qué estigmatizarlos tan vilmente hasta el punto de ilegalizar su figura? Pues porque partimos de una base errónea que estas estrategias del lenguaje pretenden tapar: una persona prostituida no alquila su fuerza de trabajo y no es sujeto operante de ninguna actividad que ella desarrolle. Una persona prostituida es producto de una de las formas de explotación patriarcal más antiguas, alquilada por horas como puede ser alquilado un coche o una bicicleta, con los mismos criterios, además, respecto a cómo se valoran factores estrictamente materiales del producto como el poco uso (juventud) o el aspecto. En este punto, aprovecho para anotar otro de los términos falaces usados deliberadamente en el encubrimiento de la explotación: servicio sexual. ¿En qué tipo de servicio es posible elegir por catálogo a la persona profesional que te lo brinda? ¿Es posible elegir abiertamente el sexo, la edad y el aspecto de la persona que te brinda un servicio? No, ¿verdad? ¿Es tolerable en el sector servicios que un cliente te agarre el culo y te diga zorra? No, ¿verdad? ¿Por qué entonces en la prostitución sí es posible? Porque no es un servicio. Es explotación. Y como tal, se desarrolla en granjas de mujeres a las que, para empezar, no puede acceder ninguna mujer libre. Sí, piensa en esto, como mujer libre no puedes acceder a burdeles, solo acceden a ellos mujeres que van a ser explotadas. ¿En qué tipo de trabajo o de servicios se podría dar algo así? En ninguno.
En la industria de alquiler de mujeres para gestación los términos que dulcifican la explotación son: mujer gestante en lugar de mujer alquilada para gestar; padre por gestación subrogada, en lugar de hombre que ha alquilado a una mujer para gestar y posteriormente le ha hecho firmar la renuncia al derecho de filiación; gestación subrogada en lugar de mujeres alquiladas para gestar. Aquí también se tapa la explotación con términos económicos y mercantiles que acostumbramos a escuchar de manera inocua en otros ámbitos. Se puede subrogar una deuda o un servicio; no podemos subrogar un proceso fisiológico como lo es gestar y parir. Decir que el alquiler de mujeres para gestación es subrogación de gestación representa entender nuestros cuerpos como garajes para meter y sacar mercancía y a nosotras, en nuestra integridad, como meros productos del patriarcado. Sin embargo, este término, igual que el término trabajo sexual, naturaliza, normaliza la explotación de mujeres y contribuye a que siga integrada en las sociedades patriarcales como eje económico. ¿Sabes cuánto dinero mueve el alquiler de mujeres para sexo en España? Cinco millones de euros al día. ¿Cuánto dinero se movería en España si el Estado también hiciera la vista gorda o incluso amparara el alquiler de mujeres para gestación?
La comunicación visual
Si en el SXVI los esclavistas hubieran tenido a su disposición paneles de neón e iconos comerciales para colocar en los establecimientos, los documentos históricos registrarían barcos de colores vivos con el dibujo de africanos fuertes y sonrientes en sus banderas. Es como si aquel "los africanos han nacido para ser esclavos", igual que el actual "todas las mujeres son unas putas menos mi madre", hubiera estado reforzado por iconos e imágenes comerciales que dulcifican y naturalizan la explotación como parte de la esencia de quien es explotado. Las siluetas de mujeres voluptuosas en la entrada de los burdeles, los labios entreabiertos en fotografías que disfrazan la esclavitud de deseo, las mujeres explotadas en las páginas centrales de los periódicos, partidas como si fuéramos vacas, en cuartos traseros, muslos, lengua, pechugas y vagina, junto a sugestivos mensajes y el eufemismo contactos, facilitan que acabemos pensando y diciendo aquello de "hay muchas a las que les gusta". Por otro lado, tenemos la televisión y el cine. Actualmente hay un sinfín de películas en las que aparecen burdeles inofensivos, llenos de color y mujeres sonrientes que parecen haber nacido para estar allí. ¿Cuánto tardaremos en ver en televisión de manera completamente integrada mujeres alquiladas para gestación? ¿Cuánto tardará en aparecer una Pretty Woman que termina felizmente embarazada de un gay millonario?
La jurisdicción
La explotación se ejerce bajo el paraguas del consentimiento, que no es sino ese término que implica, por definición, la aceptación de una propuesta ajena pero, referido a nosotras, mágicamente, se convierte en algo que ocurre sin presión de ninguna clase, sin ningún tipo de situación viciada ni necesidad de por medio ni circunstancia desfavorable que nos lleve a ello. Así que consentimos ser explotadas en el reducto patriarcal más antiguo, que es la dominación y apropiación impune de nuestros cuerpos. Perdón, consentimos ser participantes activas de la industria de sexo o en el mercado de la gestación subrogada en forma de trabajadoras con derechos o mujeres altruistas y ¡resuelto! Las estrategias de comunicación que invisibilizan la explotación de seres humanos siempre, siempre, siempre tienen solidez en el ámbito jurídico a través de conceptos que las amparan, como es el caso del consentimiento.
En el próximo artículo veremos ámbito cultural, ámbito educativo y ámbito de la ética.
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