Tiempo atrás, la probabilidad de que un niño o una niña naciese un lunes, un jueves o un domingo era prácticamente la misma, pero en los últimos años los partos se han concentrado en días laborables. La explicación reside en el incremento exponencial de los partos programados, en muchos casos por razones que no obedecen a cuestiones médicas, mediante cesáreas o el uso de oxitocina sintética. Este tipo de prácticas están desaconsejadas por la Organización Mundial de la Salud y forman parte de la llamada violencia obstétrica, un tipo de abuso contra las mujeres que todavía resulta desconocido para una parte importante de la sociedad.
Según la organización 'Médicos del Mundo', la violencia obstétrica "son todas las acciones y conductas que deshumanizan y minimizan a las mujeres durante todo su proceso de embarazo, parto y la etapa posterior, y son cometidas por el sistema de salud tanto público como privado. Este tipo de violencia se manifiesta a través de malos tratos, humillaciones, no proporcionando información sobre los tratamientos y tiene como consecuencia la pérdida de libertad, autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad. Muchas de estas experiencias pueden resultar traumáticas y van más allá de las mujeres embarazas, ya que los malos tratos también pueden ser dirigidos a sus familiares". El término, sin embargo, causa rechazo entre los profesionales de la ginecología y la obstetricia, que lo califican de "confrontacionista", y achacan la responsabilidad a la idealización del parto, que a su juicio, se ha construido en el imaginario colectivo.
La violencia obstétrica es una práctica reconocida por los más relevantes organismos internacionales
Pero más allá de las impresiones personales de las partes implicadas, la violencia obstétrica es una práctica reconocida por los más relevantes organismos internacionales. En 2014, cuando la nomenclatura todavía no había sido acuñada, la Organización Mundial de la Salud hizo público un documento en el que alertaba del trato vejatorio que reciben las mujeres durante el embarazo, y exhortaba a las autoridades competentes a implementar medidas para erradicarlo, así como a hacer partícipe las parturientas de todos los procesos a los que van a ser sometidas.
Cinco años después, en 2019, Naciones Unidas le concedió una pátina de oficialidad al reconocer la violencia obstétrica como un "fenómeno sistémico y generalizado" que implica agresiones verbales, humillación, desinformación, procesos invasivos sin consentimiento, ausencia de intimidad, e incluso, negación de la atención sanitaria por cuestiones económicas. Dubravka Šimonović, Relatora Especial sobre la Violencia contra la Mujer, y autora del informe de la ONU, anima a los países a implementar un nuevo modelo en los servicios de salud reproductiva basado en el respeto a los derechos humanos, y con una perspectiva de género en la que se tengan en cuenta las necesidades físicas y emocionales de las mujeres. Šimonović afirma que debe ser el personal sanitario, por su cualificación técnica, quien establezca el curso del nacimiento, pero incide en la necesidad de alcanzar consensos y en respetar la voluntad de las parturientas para no incurrir en procesos que pueden resultar traumáticos.
El Consejo de Europa,a través del Comité de Igualdad y No Discriminación, también se ha pronunciado al respecto, y coincide en señalar "graves violaciones de los derechos humanos de las mujeres en el marco de la prestación de asistencia obstétrica y ginecológica, que refleja una cultura patriarcal que aún es dominante en la sociedad, incluso en el campo de la medicina".
En lo relativo a España, Naciones Unidas verbalizó una advertencia específica tras una queja presentada por una mujer de Lugo que fue sometida a "intervenciones médicas innecesarias durante el parto de su hija, incluida la inducción al parto sin aparente justificación".
Los expertos de la organización concluyeron que "cuando llegó al hospital no existía ninguna emergencia, y sin embargo, desde el momento de la admisión, fue sometida a numerosas intervenciones sobre las cuales no recibió ninguna explicación ni le fue solicitado el consentimiento". Su hija tuvo que permanecer 7 días en la unidad de neonatología para recibir tratamiento que, según la defensa legal de su madre, pudo deberse a procesos médicos "excesivos e inadecuadas". El caso llegó a los tribunales, pero, en palabras del comité de la ONU, la víctima tuvo que enfrentarse a "estereotipos de género y discriminación durante todo el proceso judicial".
Siguiendo la ruta de la piel de toro, la Universidad Jaume I de Castellón y el Departamento de Obstetricia del Hospital do Salnés de Pontevedra hicieron público el pasado año el informe 'Violencia Obstétrica en España: percepción de las mujeres y diferencias interterritoriales', elaborado con los testimonios de 17.500 mujeres. El 44,4% percibió que había sido sometida a procedimientos innecesarios, el 34,5% declaró que fue criticada por su comportamiento, el 31,4% recibió un trato infantilizado, el 48% no encontró respuestas a sus dudas y el 54,5% de las encuestadas asegura que la atención médica le hizo sentir vulnerable, culpable o incapaz.
El 54,5% de las mujeres encuestadas asegura que la atención médica le hizo sentir vulnerable
El primer gran estudio realizado en España sobre esta mala praxis tuvo lugar en 2016, con la participación de 1921 mujeres y la autoría del Observatorio de la Violencia Obstétrica. Fue pionera en el uso de la metodología de encuestas para esta materia y arrojó unos datos muy similares al publicado cuatro años después. En el 50% de los casos se llevaron a cabo intervenciones (inducción, kristeller, episiotomía) sin el consentimiento de las usuarias, el 76,6% no fue informada de las distintas opciones de actuación, el 65,8% de los planes de parto no fueron respetados, el 74,7% de las mujeres no pudieron elegir la postura en el expulsivo, el 35,1% vio puesta en duda su capacidad para amamantar y casi un 40% reconocieron necesitar o haber necesitado ayuda psicológica para superar las secuelas del parto.
El informe fue realizado por El Parto es Nuestro, una asociación sin ánimo de lucro que trabaja para "mejorar las condiciones en las que las mujeres y recién nacidos son atendidos durante el embarazo, parto, puerperio y lactancia", afirma Adela Recio, portavoz de la entidad. "Hemos trabajado desde el inicio con el Ministerio de Sanidad en la elaboración y seguimiento de la Estrategia de Atención al Parto Normal y de la Estrategia de Salud Sexual y Reproductiva y colaboramos en general con las instituciones sanitarias y de igualdad que están comprometidas con la mejora de la atención al parto y los derechos de las mujeres en materia de salud reproductiva".
El Parto es Nuestro identifica una serie de prácticas "muy habituales", que comienzan por "no respetar la autonomía de la mujer, su integridad y su capacidad para tomar decisiones informadas" y culminan con "toda una colección de prácticas médicas no respaldadas por la evidencia científica disponible, ni por las recomendaciones sanitarias": no permitir a la mujer estar acompañada de una persona de su elección, no permitirle moverse o elegir la postura en la que desea estar, no permitirle beber, separarla de su bebé al nacer, abusar de la oxitocina sintética para inducir o acelerar el parto, someterla a más tactos de los necesarios, romper la bolsa amniótica para acelerar el parto, realizar episiotomía de rutina o la peligrosa maniobra de Kristeller.
Otro de los asuntos que más preocupa a las organizaciones de la salud reproductiva y de defensa de los derechos de las mujeres es el elevado número de cesáreas que se practican en España. La cifra se ha duplicado en los últimos años y en la actualidad se realizan en más del 25% de todos los partos (21,8% en la sanidad pública y 36,5% en la privada), un dato muy superior a las recomendaciones de los organismos internacionales, que fijan el límite en un intervalo de entre el 10 y el 15%.
Las cesáreas salvan vidas, pero la Federación Internacional de Obstetras y Ginecólogos ha instado a reducirlas drásticamente y que a solo se lleven a cabo cuando sean estrictamente necesarias, debido a que pueden acarrear consecuencias para la salud del recién nacido, como el aumento en el riesgo de alergias o asma y cambios en su desarrollo inmunitario. "Entre los factores que explican el exceso de cesáreas se suelen citar cuestiones culturales, cambios en la edad de las mujeres, intereses financieros, cuestiones logísticas, falta de recursos de los sistemas de salud, miedo a los litigios o falta de formación, pero la causa subyacente es la vulneración del derecho de las mujeres a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva", asegura Adela Recio.
La actual situación de pandemia también está afectando negativamente al cumplimiento de los parámetros del llamado parto respetado, a pesar de las indicaciones de la OMS. La Organización Mundial de la Salud recuerda que la COVID-19 no puede ser óbice para arrebatar a las mujeres una serie de derechos que les son intrínsecos, como tener un acompañante durante el parto, movilidad cuando sea posible, posición de nacimiento elegida, contacto piel a piel con el recién nacido y amamantar de forma segura con buena higiene respiratoria. Sin embargo, un informe realizado por openDemocracy en 45 países, entre ellos España, atestigua lo que médicos y abogados especialistas califican como violaciones "innecesarias" y "traumáticas" de las directrices de la OMS.
- Testimonios
"Con el nacimiento de primera hija me hicieron una episiotomía sin avisar. Me di cuenta por el sonido de las tijeras al cortar la carne. Me costó 3 años volver a mirarme la vagina", relata Laia. Laura acudió al hospital con un plan de parto preparado, "pero me dijeron que eso ni lo miraban". Lamenta el trato recibido por un personal "muy poco cualificado a nivel emocional" y recuerda como "una chica, que nunca se presentó, me cogió del pezón sin preguntarme ni darme una explicación y empezó a apretarlo intentando sacar leche. Le dije que me dolía, pero siguió haciéndolo". Fue enviada a casa 24 horas después de parir, esgrimiendo el protocolo COVID para tanta premura, pero se vio obligada a regresar debido a que su hija nació con bajo peso y "no sabía mamar".
Con el nacimiento de primera hija me hicieron una episiotomía sin avisar. Me di cuenta por el sonido de las tijeras al cortar la carne
Del incumplimiento del plan de parto también se queja Esther: "No se pareció en nada ni a lo que estaba previsto ni a la idea que yo pudiera tener". Su historia es el relato de una desatención completa, que comenzó cuando el anestesista cometió un error que no fue subsanado hasta mucho tiempo después: "Me dejaron en el paritorio con mi novio. Él salía y les decía que yo lo estaba notando todo, pero le mandaban de nuevo a la habitación. Hasta que tuve una contracción muy fuerte y arranqué una vía. Vinieron las enfermeras y me vieron de pie, abrazada a mi pareja. Después de 7 horas por fin creyeron que no me habían anestesiado".
Uno de los problemas que más se repiten es elegir la posición en el momento de parto, que según los organismos sanitarios debería ser decisión de la mujer: "Hubiera soportado el dolor de haber podido moverme, porque estando boca arriba las contracciones son insoportables. Vomité, lloré, grité y me quité el monitor", lamenta Esther, que por contra, tiene un recuerdo muy grato del nacimiento de su segundo hijo: "Fue una maravilla y se nota mucho cuando los profesionales quieren y saben hacer las cosas bien. Una ginecóloga, una obstetra o una matrona es gente que acompaña en un proceso que siempre da miedo y por eso es muy importante la empatía".
Sindy Takanashi es el seudónimo que utiliza Cinthia, una estudiante de psicología formada en perinatal, que además es una influyente activista de las redes sociales en el ámbito de la maternidad. Con motivo del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, elaboró un video donde recoge las experiencias personales de varias mujeres.
Una de ellas es El Mundo de Cuca, otra figura con importante presencia en Instagram: "Cuando llegó el ginecólogo me sentí violada. Tenía su mano metida hasta el codo y me decía que el niño no salía. Me pusieron las ventosas de tan mala manera que cuando tiraron se escaparon. Cuando me dijeron que iban a hacerme una cesárea me quedé bloqueada".
Aroa sufrió la pérdida de su hija y tuvo que afrontar el proceso de extracción sin un acompañante, debido "a la excusa de la COVID". Se negaron a ponerle la epidural, y aparte del dolor y toda la carga emocional, "me sentí sola y completamente perdida".
Estos testimonios constituyen una pequeña muestra de los muchos que este medio ha podido recopilar. Demasiados como para considerar que la violencia obstétrica es ocasional o un término confrontacionista, como aseguran algunos sanitarios del ramo.
Desde El Parto es Nuestro recalcan que hay "una infinidad de profesionales sanitarios comprometidos con una mejor atención al parto y con los derechos reproductivos de las mujeres", pero lamentan que un sector se muestre reticente a mejorar las condiciones de las mujeres en lo referido a la salud reproductiva.
La asociación trabaja ahora "por una ley que haga efectivo el derecho de las parturientas a la autonomía y a ser tratadas con respeto y dignidad durante el parto", para que que las mujeres puedan disfrutar del derecho a un proceso natural, saludable y respetuoso, sin injerencias que no estén justificadas por cuestiones médicas y que puedan devenir en lesiones físicas y psicológicas.
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