Clara es una madre a la que el Estado le retiró la tutela de sus dos hijos cuando estos tenían apenas cuatro y dos años, por hacer lo que se supone que una madre debe hacer, protegerlos cueste lo que cueste. El mismo día en que se enteró por boca de uno de los pequeños de que su tío estaba abusando sexualmente de ellos, corrió a comisaría a denunciar y acudió al Hospital para que se realizase la debida exploración, que certificó los graves abusos relatados por su hijo mayor. El pederasta fue detenido pero, al poco tiempo de aquella denuncia, Clara se encontró al volver de trabajar a las dos criaturas, que se habían quedado a cargo de su padre, con evidentes signos de haber sufrido violencia física y sexual. Una vez más, Clara no dudó lo más mínimo, e hizo lo que debía hacer, denunciar al momento a su marido y padre de sus hijos, sin importar otra cosa, ni siquiera el vínculo sentimental, que salvaguardar cuanto antes el bienestar de sus niños y alejarlos de quien les había hecho daño.
A las pocas semanas, los servicios sociales resolvieron quitarle a Clara la custodia de los menores a causa de las denuncias interpuestas contra sus familiares. No es una interpretación de los hechos, así lo reconoce el expediente incoado contra ella de forma literal. En él se acusa a Clara de resultar "incoherente" en sus declaraciones policiales, "con cambios de tema sin venir a cuento". Se incluye el testimonio de su marido ya condenado en juicio rápido por maltrato, pues tras enterarse de la denuncia por agredir y abusar de sus hijos, dio una fuerte paliza a Clara llegando a clavarle un tenedor por la espalda. Aducía que su mujer es bipolar y alcohólica y por eso lo había denunciado en falso.
Aunque los informes psicológicos sobre ella lo desmienten, y solo advierten ansiedad provocada por la situación sufrida, esta madre tuvo que vivir casi un año sin sus hijos, que fueron internados en un centro de menores. La resolución de desamparo dictada contra ella fue nada más y nada menos motivada por intentar amparar a esos niños. Con dos hombres imputados por delitos de abusos sexuales sobre los que pesan hoy en día sendas órdenes de alejamiento, al existir indicios más que suficientes de que son peligrosos para los menores, las autoridades competentes decidieron que debían apartarlos de la mujer que los puso a salvo, porque su historia era difícil de creer. Demasiado inverosímil tanta violencia en tan poco tiempo y tantos agresores en una sola familia, ella tenía que estar por fuerza inventándoselo todo. Ahora sabemos que el policía encargado de tomar declaración a Clara la había invitado a salir y que tras ella haber declinado, él la amenazó con "echarle a las trabajadoras sociales encima". La lección queda bien aprendida: los hombres sospechosos de maltrato, pederastia o abuso de poder gozan de antemano de mayor credibilidad que una mujer posible víctima de violencia machista y acoso.
Clara no se llama Clara pero no es un personaje de ficción, es una madre real que vive en Murcia. Su historia no es el argumento de una novela kafkiana ni de una serie de Netflix, es una noticia que he leído con horror este fin de semana en prensa
Clara no se llama Clara pero no es un personaje de ficción, es una madre real que vive en Murcia. Su historia no es el argumento de una novela kafkiana ni de una serie de Netflix, es una noticia que he leído con horror este fin de semana en prensa. Sin embargo, el infierno de esta anónima que ahora reclama 500.000 euros al Gobierno de Murcia por los perjuicios causados al quitarle injustificadamente la custodia de sus hijos, se parece mucho al de Marie Adler, la protagonista de la miniserie del momento, 'Unbelievable' (significa "increíble" en castellano, ha sido titulada 'Creedme' en España), también basada en hechos reales, que narra las graves consecuencias que tuvo para esta chica el haber denunciado la violación que acababa de sufrir y a la que el Ayuntamiento de Lynwood, su ciudad de procedencia, tuvo que indemnizar por no haberla creído en su momento.
Marie es una adolescente que desde muy pequeña ha estado a cargo del Estado por ser víctima de negligencia familiar. Ha ido pivotando toda su vida entre hogares de acogida y centros de menores, hasta que ahora que está a punto de independizarse gracias a un programa público de apoyo para la emancipación de jóvenes sin familia, un extraño se cuela en el piso tutelado en el que vive para violarla repetidamente durante horas. A la mañana siguiente decide denunciar para despertar de lo que le ha parecido una pesadilla, pero lejos de ponerle fin, aquella denuncia convirtió el mal sueño en su tortura cotidiana. Al igual que en el caso de Clara, el problema era la "incoherencia" del relato de la víctima.
Sus reacciones no eran las esperadas ni por sus amigos y familiares de acogida ni por los agentes de policía que la entrevistaron hasta la extenuación en interrogatorios tan agresivos y repetidos como las penetraciones que acababa de sufrir. Según ellos, Marie resultaba errática y ausente, desconectada de la realidad, como podría resultar cualquier víctima en estado de shock postraumático. Pero el hecho de que fuese una niña sin hogar y sin recursos, descuidada por sus padres hasta el punto de alimentarla con comida para perros; de haber sido una adolescente "problemática" que intentaba desesperadamente reclamar la atención y cariño de su madre de acogida, fue suficiente para invalidar su testimonio. Otra vez el mismo mantra. No es verosímil tal grado de violencia gratuita, tiene que haberse inventado algo. No es concebible tanta miseria humana. Para el sistema siempre es más plausible la neurosis de una chica sin autoestima que la existencia de hombres capaces de excitarse sexualmente ensañándose con las más vulnerables.
Para el sistema siempre es más plausible la neurosis de una chica sin autoestima que la existencia de hombres capaces de excitarse sexualmente ensañándose con las más vulnerables
- El lujo de poder denunciar
La policía presiona a Marie hasta que ella decide desistir de presentar la denuncia. Ante la tesitura de que la reporten por denuncia falsa, un delito grave que contempla penas de cárcel, y ante la amenaza para su supervivencia que supone el mero hecho de ser procesada, pues ser acusada de un delito le haría perder la imprescindible ayuda pública de la que es beneficiaria por su situación de desamparo familiar; Marie prefiere retractarse. Mantener la denuncia equivaldría a arriesgarse a quedarse sin techo y sin trabajo. El derecho a la justicia y la reparación del daño es un lujo que ha descubierto que no puede permitirse.
No satisfechos con que haya retirado su denuncia, los investigadores a cargo de su caso deciden denunciarla a ella para imponerle un castigo ejemplarizante, y Marie acaba perdiéndolo todo igualmente y teniendo que defenderse en juicio como si ella fuese la criminal peligrosa y no una víctima inocente. Marie es violada doblemente, primero por aquel infame encapuchado que irrumpió en su habitación, y después por las autoridades que debían ayudarla y protegerla tanto a ella como al resto de mujeres expuestas al grave peligro de que un violador sin escrúpulos quedase impune. El sistema acaba empujándola literalmente al borde del suicidio y de la más absoluta exclusión social.
- Anatomía de la revictimización
'Unbelievable' retrata con precisión quirúrgica el proceso de revictimización que se inflige a diario a las mujeres denunciantes de violación, con el constante cuestionamiento de su testimonio, tanto de su entorno como del sistema judicial, con exploraciones clínicas e interrogatorios que agravan el trauma y hacen sentir a la víctima como sospechosa de haber cometido un crimen. El propio protocolo que se debe seguir, que en muchas ocasiones se aplica con nula empatía y pierde de vista la necesidad de limitar a las mínimas necesarias las entrevistas que obligan a la víctima a revivir una y otra vez la agresión, y la manera en que la justicia aborda los delitos de violencia sexual, los convierten en los únicos en los que la víctima parece tener que demostrar su inocencia tanto o más que el presunto criminal, y acaba resultando más disuasorio de denunciar que de delinquir. Para muchas, sobre todo las más vulnerables, las pobres, las inmigrantes, las prostituidas, las menores desamparadas, las madres maltratadas… no compensa el riesgo que supone presentar una denuncia. Tan injusto como cierto.
'Unbelievable' retrata con precisión quirúrgica el proceso de revictimización que se inflige a diario a las mujeres denunciantes de violación
Además de mostrar las graves deficiencias en la investigación policial de la violencia sexual, y de señalar la brecha que existe en el seguimiento de estos delitos en comparación con el resto (por ejemplo, el programa del FBI para monitorizar escenarios del crimen y modus operandi de criminales es muy exhaustivo con los asesinatos pero apenas sirve en el caso de las violaciones), esta serie nos enseña cómo funciona la cultura de la violación que nos afecta a todas las mujeres, y que en España pudimos comprobar recientemente debido al proceso judicial de la famosa violación múltiple de San Fermines. El tratamiento mediático de este tipo de noticias y el machismo imperante en la sociedad son otro factor disuasorio de presentar denuncia. Si un caso trasciende, la prensa tiende a profundizar en la intimidad y hábitos de la víctima en busca de una relación causa-efecto entre ellos y que sufriese una agresión sexual, mientras que curiosamente la vida privada de los agresores parece resultar menos relevante. Lo que ya conocemos popularmente como "culpabilización de las víctimas". En 'Unbelievable' podemos ver como Marie tiene que enfrentarse a artículos de prensa que la acusan de vil mentirosa e incluso a que los periodistas cerquen su casa.
También se nos muestra cómo su entorno más próximo, incluyendo los psicólogos y compañeros del hogar tutelado en el que se aloja, así como sus distintos familiares de acogida y compañeros de trabajo, la castigan con su desconfianza por no considerarla una víctima ejemplar. O cómo algunos llegan a intentar aprovecharse de ella, sugiriendo que podrían obligarla a mantener relaciones sexuales no consentidas porque tras haber retirado su denuncia supuestamente falsa ya nadie volverá a creerla si vuelve a denunciar una violación. 'Unbelievable' no se deja ni un detalle a la hora de plantear, sin dulcificación alguna, todas las adversidades a las que debe enfrentarse una mujer cuando decide poner una denuncia de violación en la sociedad todavía machista en la que vivimos. La violencia que sufre una víctima de violación nunca termina cuando finaliza la agresión sexual, la violencia institucional y simbólica continúan en el tiempo.
- Cuestión de clase
El gran acierto de esta serie es poner el foco en el factor de riesgo que supone la vulnerabilidad socioeconómica a la hora de padecer una mayor revictimización por parte del sistema tras sufrir una violación y de cómo afecta a la toma de decisión de denunciarla o no. Si Marie fuese una chica con el debido apoyo familiar y con recursos económicos suficientes, es probable que su testimonio hubiese gozado de mayor credibilidad para las autoridades y casi seguro que no hubiese decidido retirar su denuncia. No tendría que haber escogido entre su manutención y su derecho a la justicia.
El gran acierto de esta serie es poner el foco en el factor de riesgo que supone la vulnerabilidad socioeconómica a la hora de padecer una mayor revictimización por parte del sistema tras sufrir una violación y de cómo afecta a la toma de decisión de denunciarla o no
El caso de los menores tutelados por el Estado, al que hace referencia directa 'Unbelievable', es muy preocupante. En España, alrededor del 20% de los menores, es decir, uno de cada cinco, ha sufrido algún tipo de abuso sexual, según datos de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP), un porcentaje que supera el 34% cuando se trata de niños o adolescentes institucionalizados en centros de menores por no tener familia o haber delinquido, o por ser pacientes de salud mental. Este dato no debe pasar desapercibido, ya que haber sido víctima de abusos sexuales en la infancia o adolescencia es una circunstancia que predispone a volver a sufrir violencia sexual y maltrato en la edad adulta.
Además del género, pues nadie discute que ser mujer es el principal factor de riesgo para sufrir violencia sexual, influyen las condiciones materiales de cada una, es decir, la clase social. A una inmigrante sin papeles no se le pasa siquiera por la cabeza denunciar un delito de violación o abuso sexual, y cuando lo hacen tenemos fresco el caso de las temporeras de la fresa o de las víctimas de la red de trata con fines de explotación sexual destapada por la Operación Carioca como ejemplo del trato recibido por la administración pública. Ninguneo, desprotección y abandono, amenazas con deportarlas… Una interna que limpia una casa ajena para alimentar a su familia con su irrisorio sueldo se piensa mucho más de dos veces si denunciar a su jefe por acoso, al igual que cualquier mujer en situación de precariedad laboral, que somos, por otra parte, la mayoría de la población a día de hoy.
La violencia (sexual y de todo tipo) a la que se enfrentan las mujeres y niñas pobres, las trabajadoras explotadas, las que se encuentran en situación de exclusión social o esclavitud, o en cualquier circunstancia de extrema vulnerabilidad, como la infancia en hogares desestructurados; no es puntual, es sistemática. Lo menos que podemos hacer es creerlas cuando tienen la admirable valentía de denunciarlo con todo en contra. Por "increíble" que su historia parezca. Por extraño que resulte que a pesar de todo el daño sufrido, no solo no se hayan derrumbado, sino que les queden fuerzas para reclamar justicia y enfrentarse al agresor más fuerte de todos, el sistema patriarcal.
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