Un quejido atronador ha resonado durante el 2020 por toda la geografía española, proveniente de la mayoría de colectivos laborales. Hemos sabido de las desfavorables circunstancias del sanitario o el de trabajadoras y trabajadores del sector de la alimentación, por trabajar a destajo y sufrir a bocajarro las inclemencias del coronavirus; u otros, como el de empleadas del hogar, dependientas de comercio o profesionales de la hostelería, por quedarse en desempleo o aguantar en condiciones más que precarias.
Sin embargo, poco se ha hablado, desde que la pandemia estallara en nuestras vidas y se decretara el Estado de Alarma en España, de las vicisitudes que el sector cultural y sus profesionales han atravesado. Como en todas las crisis económicas, la cultura siempre pierde y se ve desamparada, sin mucho apoyo por parte de las instituciones. Las artes escénicas han sido uno de los ámbitos más vapuleados a lo largo y ancho del país, pero las artistas y los artistas llevan su pasión a lomos para defender su oficio y derribar los muros de adversidades a las que están acostumbrados. No estamos hablando, por supuesto, de profesionales celebrities, sino de las personas que tienen que luchar para llegar a fin de mes, las cuales representan el mayor porcentaje del gremio.
Me reúno con Yeyo Guerrero, actor y creador de espectáculos de pequeño formato, que suele recorrer el mapa nacional para representar sus obras teatrales. Tenía un halagüeño panorama de cara al pasado mes de julio si no hubiese entrado la COVID-19, pues le habían contratado en el Kleinest Fest, uno de los festivales escénicos más importantes de Europa, para desarrollar un espectáculo de teatro visual-gestual a dúo, con otro compañero actor. Según dice, normalmente, cuando le contratan instituciones, ya sean festivales, ayuntamientos, o empresas, lo hacen con unos seis meses de antelación. En su caso, cerraron el contrato sobre noviembre y, aunque entró la pandemia, él siempre mantuvo la esperanza: "Pensaba, iluso de mí, que tratándose de Alemania, harían las cosas mejor que en España y podríamos trabajar". Pero se canceló, y se vio el mes de julio con toda la agenda suspendida, ya que tampoco salieron las ofertas a las que dijo que no por el Kleinest Fest, un festival que reúne hasta 30 compañías de teatro internacionales y que recibe visitas diarias de más de 3.000 personas: "Cuando en mayo me llegó la comunicación de la organización informando de su cancelación por motivos COVID-19, me encontré con medio verano y los meses previos del confinamiento sin trabajo, sin bolos. Tuve que plantearme qué hacer. Primero pensé en adaptar uno de mis espectáculos a la nueva normativa, con las medidas de seguridad pertinentes. Una vez adaptado, empecé a tocar puertas de ayuntamientos de toda la costa nacional, con la excusa de ir con el show a cuestas. De la gestión que hice solo me salió una actuación en Burela (Galicia), que precisamente fue uno de los pueblos que se volvieron a confinar en julio, así que a las dos semanas tiré la toalla con la gira".
Pero a grandes males, grandes soluciones. Del intento por colocar su espectáculo, oteó la oportunidad de emprender la travesía, y como iba a pasar por numerosos lugares donde conocía gente del sector, se le ocurrió la idea de realizar entrevistas improvisadas, sin un proyecto definido. Así que decidió coger su furgoneta, su perro y los enseres necesarios para embarcarse en una aventura alrededor de España recorriendo todo el litoral. De una manera casi eventual, fue entrevistando a artistas, productores, programadores, políticos... al tiempo que iba efectuando una radiografía audiovisual de la situación de las artes escénicas en la era post confinamiento. El resultado ha sido Tespis 2.0. Documental itinerante sobre las artes escénicas en tiempos de COVID19. El título del filme conlleva su carga simbólica, pues Tespis fue un dramaturgo griego del siglo VI a. C., que es considerado el padre del teatro y el primer actor de la Historia.
La finalidad de la televisión con respecto a las artes debería ser incentivar y educar
Tespis 2.0 se proyecta en abierto [YouTube] y por capítulos. Ya podemos acceder al primero y, hay que decir, que su visionado nos deja con ganas de más. Asistimos a un documental prometedor por su singularidad, pues se convierte en una road-camper movie, que entrelaza de una manera muy fresca cerca de 30 entrevistas con la historia del viaje: "Quise darle más rock and roll, porque en la edición me fui dando cuenta que si me ceñía sólo a las entrevistas no iba a quedar tan carismático, es decir, mostrar todas las anécdotas, que hay miles, desde que me paró la guardia civil hasta despertar en un sitio que no conozco o tirarme en un lago con unas canoas en compañía de un amigo actor, todo esto le da un punto más personal, que al final es lo que quería".
El primer capítulo nos zambulle en el oficio de las artes escénicas. Respecto a esto, el documental resulta revelador, pues nos transporta a unas realidades paralelas a las del teatro de alfombra roja, introduciéndonos en un mundo desconocido, donde lo que se cuenta es la opaca vida, para la mayoría de mortales, de las obreras y los obreros de las artes escénicas, que viven de ello y como cualquier operario de cualquier actividad industrial, necesitan una nómina a final de mes. Cuando le pregunto si en este circuito hay mucha competencia, el director contesta que "se trata de un tejido industrial potente, por la cantidad de puestos de trabajo que mueve, y todo está muy reñido, incluso a la hora de pedir ayudas, por ejemplo, en las de concurrencia no competitiva, hay competitividad, ya que para presentarla telemáticamente todo el mundo quiere ser el primero y hay tal avalancha las primeras horas que se bloquea el sistema. Yo, ahora, he recibido una pequeña subvención, después de lucharla mucho, para una nueva creación de 20 minutos en adelante".
Guerrero confiesa que no ha tenido intención de darle un enfoque dirigido al documental, pues "cada persona que lo vea sacará su propia conclusión en base a los diversos testimonios que se dan. Cada participante da su opinión sobre aspectos positivos o lo contrario. Una de mis preguntas más prolíficas era cómo habían vivido el confinamiento, y tuve respuestas de todo tipo".
Los testimonios de la primera parte del documental transmiten sensaciones de esperanza, resignación, desolación, o indignación... así lo muestran algunos de sus colaboradores en las entrevistas. Anthony Jones, actor y director artístico de 'La carpa de las estrellas', comenta que fue duro y aunque perdieron actuaciones, consiguieron salir adelante con propuestas diferentes: "Hemos renovado el proyecto con una alternativa de espectáculo al aire libre con un aforo más limitado, y hemos sobrevivido, porque ya sabemos que el circo es el más difícil todavía". A Sophia Acosta, actriz y bailarina de circo, el confinamiento le vino hasta bien, necesitaba parar y recapacitar, así que lo aceptó de buen grado: "Tuvimos que cancelar una gira internacional por Rusia, Bélgica, México... pero he recibido ayuda del Estado y ya tengo fecha de actuación para marzo. No tengo miedo al futuro". Anibal F. Espada, actor y director de teatro, reconoce que le ha afectado económicamente, "pero lo que me ha enseñado es que no me tengo que acomodar, y que sigo siendo un superviviente, y que ni el COVID ni la madre que lo parió va a acabar conmigo y con la gente que tiene pasión". Hasta aquí, todo más o menos bien o neutral. Por otra parte, Manu Sinkeli, actor y clown, se lo toma con filosofía y prefiere no pensar en ello, porque no está conforme con ciertas actitudes: "No me gusta este rollo super positivista de que no pasa nada, porque sí pasa". Rodrigo, artista callejero, tiene una visión similar a Sinkeli: "El sentido común es lo que veo más afectado con todo esto. No te digo que no haya ningún virus de nada, pero nos están haciendo la cama". José Luis, un concejal de cultura, pone el punto reivindicativo: "El colectivo de profesionales de las artes es inmenso, hay mucha gente trabajando en esto, no sé qué porcentaje son pero me da igual, lo que aportan es mucho más que el porcentaje que puedan llegar a representar".
El mensaje general que prevalece, según el realizador, es de incertidumbre y desorientación. "Tenemos que contemplar que en función de la Comunidad Autónoma, la accesibilidad era diferente. Por ejemplo, en Galicia, aplicaban unas normas autonómicas diferentes que en Valencia y esto afectaba al artista de una forma u otra, al igual que no todas las comunidades han prestado la misma ayuda. Mi opinión es que se están dando palos de ciego, porque las administraciones no estaban preparadas para esto. ¿Qué se puede hacer mejor? Pues seguramente y que el batacazo nos lo han dado, también, debido a este fenómeno".
El encuentro con el artista llegaba a su fin, pero no quería irme sin saber su opinión sobre la posibilidad de una mayor cobertura de las artes escénicas por parte de la televisión convencional: "Podrían tener iniciativas para que la gente consuma más espectáculos en vivo. Creo que en la tele hay un exceso de talent show, que no es sino un negocio para ganar dinero. Pienso que esto se podría complementar con otros espacios para visibilizar artistas o espectáculos que ya existen y que la gente los conozca. La finalidad de la televisión con respecto a las artes debería ser incentivar y educar. Y se podría hacer en diferentes formatos, desde charlas con directores para que hablen de sus producciones, a que las cámaras entren en los teatros y muestren no solo las obras y a los artistas, sino el proceso, cómo se cambian los escenarios, cómo se preparan los actores en los camerinos, o cómo se levanta la carpa de un circo. En definitiva, mostrar ingredientes que acerquen a la gente a las artes escénicas".
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