Son las cinco y media de la mañana en el centro de París. Es el último martes de abril y la ciudad está tranquila. Apenas un grupo de periodistas y activistas se reúnen en la Plaza Saint-Gervais, a unos pocos metros del Hôtel de Ville. Unas horas antes, las autoridades avisan del desalojo de un campamento improvisado. La temperatura es de ocho grados. Las mantas térmicas cubren las carpas donde cerca de 80 personas migrantes, la mayoría menores, malviven esperando una respuesta gubernamental a su solicitud de asilo.
A las seis de la mañana aparecen más de 20 oficiales de la gendarmería que cortan el paso y comienzan a tocar los refugios improvisados, notificando a quienes los ocupan que deben abandonar este lugar en el que llevan viviendo más de un mes. Así, con los primeros rayos de sol, los chicos desinflan sus colchonetas, recogen las tiendas de campaña y guardan todo lo que les puede caber en una mochila de 20 litros o una bolsa de tela de supermercado. Algunos se lavan los dientes en la fuente que queda detrás de la iglesia, resignados. Solamente hay dos que suben al autobús que los llevará a Angers, a 300 kilómetros de París. Allí los alojarán en centros durante unas pocas semanas y tendrán que comenzar de nuevo todo el papeleo administrativo. Pero la gran mayoría son menores que todavía no tienen reconocida su minoría de edad y no tienen derecho a protección social. No pueden dejar la ciudad por los trámites abiertos para demostrar su edad, un proceso que puede durar un año. Hasta entonces, viven en un limbo. Y no tienen otra opción que dormir en la calle.
"Muchos ya venían de otro campamento desalojado a orillas del Sena porque es el lugar de las gradas para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos". Antoine De Clerck es coordinador de Le Revers de la Médaille (La otra cara de la medalla), un grupo de 100 organizaciones sociales creado para denunciar las violaciones de los derechos humanos hacia personas en situación de vulnerabilidad, exclusión y precariedad con la llegada de los Juegos Olímpicos. "Hoy en día, la única solución que se ofrece a las personas sin hogar en París es irse de la región, algo que nunca había ocurrido antes".
Un centenar de organizaciones sociales se han unido para denunciar las violaciones de los derechos humanos hacia personas en situación de vulnerabilidad, exclusión y precariedad con la llegada de los Juegos Olímpicos
Como denuncian desde la agrupación, la llegada del macroevento deportivo está siendo utilizada como pretexto para llevar a cabo una "limpieza social". Personas migrantes sin papeles, en situación de calle, usuarias de drogas y trabajadoras del sexo "molestan" en una ciudad que recibirá más de 15 millones de visitantes durante las olimpiadas. Según el informe de Le Revers de la Médaille: 'Un año de limpieza social antes de los Juegos Olímpicos de París 202', más de 12.500 personas han sido desalojadas de la región de París durante el último año. "Lo que pedimos es que haya un centro de primera acogida, un lugar donde las personas sean recibidas y puedan comer, lavarse, dormir y sean orientadas a recursos en otras regiones donde haya las posibilidades, antes de que creen un vínculo en la ciudad", apunta De Clerck. "El problema es que de todas las personas que son enviadas en autobús a otras regiones, el 40% de ellas recibirá una solución y el 60% serán devueltas otra vez a la calle, pero en un lugar desconocido".
Algunos de los jóvenes que fueron desalojados de Saint-Gervais proceden de Guinea-Bissau y llevan meses en la ciudad. Uno de los chicos se acerca a un grupo de personas que le pregunta por qué vino a París. "¿Por qué estoy aquí? ¿Saben de dónde vengo? ¿Acaso han ido a mi país? Venimos por las políticas de colonialismo y explotación que llevan a cabo sus países en los territorios africanos".
Como él, son muchos los que sólo ven como única posibilidad refugiarse en la Maison des Métallos, una antigua fábrica de metal, ahora edificio municipal, que desde el mes de abril estaba ocupado por más de 200 personas migrantes, menores de edad no acompañadas. Durante los últimos diez meses han experimentado un aumento del acoso policial e institucional. "Nos expulsan de París por la llegada de los Juegos Olímpicos", concreta Alseny. El joven de 16 años, natural de Guinea-Conakri, llegó en noviembre de 2023 y es uno de los delegados del Colectivo de Jóvenes del Parque Belleville, quienes encabezaron la ocupación. La organización surgió el pasado octubre, precisamente como respuesta a la represión de las autoridades con las más de 400 personas que vivían en un campamento en el parque del distrito 20 de París. Ocuparon la antigua fábrica de metal al ser desalojadas del campamento sin ofrecerles más solución que subir a un autobús.
Entre sus demandas: acceso a una vivienda digna, salud, educación y un trato igualitario. "El desmantelamiento de los campamentos también se inscribe en un contexto más amplio de racismo creciente y de la obsesión de ver el fenómeno migratorio como el chivo expiatorio de todos los males de la sociedad europea", dice Amaya, activista del barrio de Belleville.
El día después del desalojo de Saint-Gervais supone el primer uno de mayo para la gran mayoría de estos jóvenes, que despiertan en una jornada festiva y reivindicativa. Megáfono en mano, Alseny dirige un coro al que acompaña una banda de música: "¡Sin alojamiento no hay Juegos Olímpicos! ¡Papeles para todos!".
Dentro del edificio, bajo la atenta mirada de dos vigilantes municipales, varios dibujos cubren las paredes de quienes las habitan. En el centro, un cartel: "Contra la Ley Darmanin. ¡No queremos este tipo de sociedad! Ninguna persona es ilegal". Esta ley fue aprobada en diciembre de 2023, aunque 35 de los 86 artículos fueron censurados por el Consejo Constitucional. Para las organizaciones sociales esta ley, llamada así por el Ministro del Interior Gérald Darmanin, restringe los derechos de las personas migrantes. Ante la sorpresa en la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia, que dio la victoria a la coalición de partidos de izquierda Nuevo Frente Popular, De Clerck menciona que es demasiado pronto para saber si habrá un cambio en las políticas, especialmente sin saber si la izquierda podrá gobernar sin mayoría. Lo que sí está claro, subraya, es que a corto plazo el daño ya está hecho.
Y en la misma pared que preside aquel cartel y rodeada de dibujos con las banderas de Mali, Senegal o Guinea-Conakri, una carta. Es la de un joven a su madre: "A mi madre / Mujer negra, mujer africana / Oh tú, mi madre, pienso en ti…".
LA OTRA CARA DE LA MEDALLA
En la Asamblea Nacional, bajo el lema "Libertad, Igualdad, Fraternidad", seis Venus de Milo recuperan sus brazos para encarnar deportes olímpicos: tenis, surf, baloncesto, tiro con arco, boxeo y lanzamiento de jabalina. París engalana sus calles para una de sus más grandiosas puestas en escena. El espíritu olímpico impregna la ciudad.
"Parece que los Juegos representan una oportunidad para que el Estado aumente la invisibilidad de las personas más vulnerables de la capital y su región", apunta el informe de Le Revers de la Médaille. Y así lo cuentan cientos de personas que esperan pacientemente en la plaza del ayuntamiento, aguardando su turno para recibir asistencia médica, comida y refugio por parte de organizaciones como Médicos del Mundo y Utopía 56. Cada tarde, a las seis, se congregan al otro lado de la majestuosa fachada del Hôtel de Ville, bajo unas letras gigantes que anuncian "PARÍS 2024".
"Desde que di a luz el 10 de diciembre a mi hija nunca he tenido un alojamiento digno", cuenta Aina. Esta madre soltera cuida de tres niñas. Natural de la República Democrática del Congo, llegó a París en octubre y aún espera una respuesta de las autoridades a su solicitud de asilo. Cada día, las cuatro acuden a esta plaza para la asignación de un lugar donde pasar la noche. A veces es un gimnasio. Otras un autobús fuera de servicio: "Es muy difícil esta situación. Si no tienes los nervios fuertes, puedes perder la cabeza. El Estado no nos ayuda en nada". Al otro lado del bordillo de un árbol que hace las veces de banco, Khadija corre detrás de su hija. Sonriente, lleva dos trenzas recién peinadas por su madre. Khadija lleva en la ciudad desde 2016; vino desde Camerún con su entonces marido, hasta que hace unos meses tuvo el valor de huir de su hogar y de la violencia. Ahora, como Aina, busca cada tarde un lugar seguro donde pasar la noche con su hija.
"Desde que di a luz el 10 de diciembre a mi hija nunca he tenido un alojamiento digno", cuenta Aina. Esta madre soltera cuida de tres niñas. Natural de la República Democrática del Congo, llegó a París en octubre y aún espera una respuesta de las autoridades a su solicitud de asilo
"Todos los lunes estamos aquí para hacer un chequeo médico", dice Milou Borsotti, responsable de proyectos para Médicos del Mundo París. La organización, que también forma parte de Le Revers de la Médaille, comenzó su labor en esta plaza en 2021. "Otro impacto que tenemos con los Juegos es que estamos obligados a mudarnos a un lugar diferente. La mayoría de las calles del centro están ocupadas y es imposible seguir trabajando aquí".
La ley francesa estipula que toda persona sin hogar en situación de desamparo tiene derecho a un alojamiento de urgencia en cualquier momento. Y el 115 es el número telefónico para pedir ayuda. Borsotti aclara que miles de personas llaman cada día, de las cuales sólo un 7% son atendidas, pero deben esperar al teléfono más de dos horas. "Al final, menos del 1% logra conseguir alojamiento. Esa es la respuesta del Estado". Según el último recuento de la organización, se estimaron 3.500 personas en situación de calle en la ciudad, aunque la cifra real es mucho mayor.
Entre ellas estaban las que deambulaban por la conocida "colina del crack" en Porte de la Chapelle, al norte de la ciudad, ahora transformada en el Estadio Adidas Arena. Esta instalación permanente, inaugurada en febrero, tiene capacidad para más de 8.000 espectadores. Mientras, las miles de personas consumidoras y en situación de calle que habitaban este montículo ahora están dispersadas en lugares más alejados. "La transformación urbana impulsada por los Juegos Olímpicos y Paralímpicos está llevando a una alienación de las personas que vivían en estas áreas, alejándolas del cuidado que pueden necesitar", se destaca en el informe de Le Revers de la Médaille, que también denuncia que la estrategia gubernamental tiene un enfoque de seguridad y no de reducción de daños.
De Clerck afirma que no están en contra de la celebración de los Juegos Olímpicos, pero sí de las vulneraciones a los derechos humanos que se están llevando a cabo con su llegada. Destaca que, en conversaciones con el Comité de los Juegos Olímpicos, les han trasladado que el tema no es de su responsabilidad, ya que sólo se encargan del buen funcionamiento del evento a nivel deportivo. El coordinador del compendio de organizaciones informa que también se han reunido con los servicios de la policía, la prefectura de la región y la ciudad de París: "En mayo informamos formalmente a la Prefectura de París Île-de-France y al Comité Organizador de los Juegos Olímpicos que pondríamos fin a nuestras reuniones periódicas, ya que no habíamos recibido ninguna propuesta ni solución y, por el contrario, continuaban los desalojos sin que hubiera ningún alojamiento alternativo. Las conversaciones con el Ayuntamiento de París siempre están abiertas". Ni la Prefectura (departamento) ni el Ayuntamiento se han pronunciado al respecto.
CONFINAMIENTO SOCIAL
El cambio en el comportamiento policial desde noviembre de 2023, denunciado por personas migrantes y en situación de calle, también afecta a las trabajadoras sexuales. Con la ley de 2016, Francia estableció multas para quienes buscaran los servicios, pero organizaciones como Strass, el sindicato del trabajo sexual, denuncian otra realidad. "Ya no se multa a los clientes, sino que se ejerce un control más represivo hacia las trabajadoras. Las detienen, las llevan a centros de internamiento y, si son extranjeras, las obligan a salir del territorio", explica Elisa Kowi, coordinadora del sindicato. "Muchas de las trabajadoras no tienen papeles y están en la calle. La represión las obliga a huir de la policía y a refugiarse en lugares más alejados y desconocidos, donde son víctimas de violencia porque están solas".
Kowi empezó hace ocho años en la militancia del trabajo sexual, pero lleva muchos más vinculada a la lucha LGBTIQA+. Con su transición, también cambió su vida. Para ella, el trabajo sexual es un arma de defensa contra el patriarcado: la reapropiación de un cuerpo objetivado a la fantasía. Sentada en una cafetería cerca del Parque de Belleville, lleva un pañuelo palestino en forma de fular y dos anillos con los números 13 y 12. "Siempre ha habido persecución del trabajo sexual, pero con la llegada de los Juegos Olímpicos se ha intensificado. Es la excusa perfecta para implementar una política racista y fascista".
Uno de los argumentos para reprimir el trabajo sexual es la idea del "aumento de la prostitución" durante celebraciones de este tipo. Según el informe 'Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos: un confinamiento social para las trabajadoras del sexo': "La idea de que los traficantes y/o las trabajadoras del sexo son atraídos por los grandes eventos deportivos no toma en cuenta el análisis costo-beneficio de un evento a corto plazo, especialmente teniendo en cuenta que las trabajadoras sexuales a menudo son desplazadas y/o reprimidas por las políticas de limpieza social implicadas por esto eventos". El documento subraya que centrar el discurso en la trata de seres humanos con fines de comercio sexual invisibiliza otros tipos de trata, como el de las personas trabajadoras extranjeras, principalmente en el sector de la construcción.
De la misma manera, el documento remarca que la definición por ley del proxenetismo da a entender que se condena, entre otras cosas, la ayuda mutua entre trabajadoras sexuales: "Realizar una operación enérgica para combatir las redes de proxenetismo puede, por lo tanto, conducir al encarcelamiento de trabajadoras sexuales sin que ellas fuercen o exploten a sus colegas, por ejemplo, cuando trabajan en pareja en un mismo apartamento".
Para las organizaciones que firman el informe, entre ellas Strass, el mito del "aumento de la prostitución" justifica medidas de control social y políticas de gentrificación en ciertos barrios, así como órdenes de expulsión del territorio francés o detenciones en centros de retención administrativa a las trabajadoras migrantes. Un ejemplo de gentrificación es la ciudad de Île Saint-Denis, rodeada por el Sena, elegida para albergar la Villa Olímpica junto a Saint-Ouen y Saint-Denis. Una de las zonas más empobrecidas del país aloja a más de 14.500 representantes de todas las delegaciones. Para el alcalde de la ciudad, Mohamed Gnabaly, los Juegos Olímpicos traerán una mejora en la vida de las personas. Esa ha sido su preocupación. Ante las críticas sobre qué pasará después con esos edificios y el posible aumento de precios, Gnabaly remarca que ha fijado los precios y destinado el 50% a viviendas sociales.
Aún no está claro qué sucederá después de los Juegos Olímpicos. Lo que sí sentía Alseny cuando llegó a París era la nieve en las calles donde dormía. Ahora, meses después, se siente en familia. "Mis compañeros del colectivo son quienes me hacen sonreír. Con ellos, sé que todo va a salir bien". Actualmente y desde el 3 de julio, día en el que la policía desalojó la Maison des Métallos, el Colectivo de Jóvenes del Parque de Belleville consiguió alojamientos temporales para quienes resistían allí. Aunque Alseny y el resto de activistas saben que los gimnasios no son una solución de vivienda digna, esta victoria significa el comienzo de otras muchas. Y ser reconocidos como interlocutores legítimos de sus propios derechos.
Mientras, en la plaza Saint-Gervais ya no hay rastro de aquellos jóvenes. Han comenzado los Juegos Olímpicos.
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