'Priscilla', la película de Sofia Coppola sobre la que fue esposa de Elvis Presley, es la película sobre una muñeca viviente con una casa de ensueño y un armario repleto de modelitos colores pastel que todas las chicas deberían ver para entender que la feminidad y sus cánones de belleza (delgadez extrema y juventud eterna) y sus aspiraciones asociadas, como culminar el amor verdadero (uno, grande y heterosexual) con un matrimonio para toda la vida y a poder ser con hijos, son una imposición social que tortura a las mujeres y las retiene a la sombra de los hombres por mucho que la pinten de rosa y la vistan de seda. Sin necesidad de discursos demasiado explícitos y sin colar propaganda de una gran corporación multinacional, simplemente contando la historia real de una niña que vio cumplido el sueño de cualquier otra: ser la novia, la elegida, del hombre más deseado del planeta y vivir el romance más grande jamás contado. 'Priscilla' consigue de forma más efectiva lo que pretendía 'Barbie': transmitir el absoluto vacío, la sobrecogedora soledad, la deshumanización aplastante que queda si a ese rol de bella y grácil damisela en apuros, esposa amantísima y madre abnegada le quitas todos los postizos, los complementos y las múltiples capas de maquillaje romántico. Cuidado con lo que deseas, o más bien te han adoctrinado para desear (con mensajes desde que naciste sobre lo guapa que estás calladita y que nadie te querrá si tienes tanto carácter), porque puede cumplirse. Ese ideal femenino inalcanzable sólo se puede alcanzar a base de renuncias, alienación y sufrimiento. Y nos prepara para aceptar sin rechistar todas las formas posibles de violencia contra las mujeres.
'Priscilla' consigue de forma más efectiva lo que pretendía 'Barbie': transmitir el absoluto vacío, la sobrecogedora soledad, la deshumanización aplastante que queda si a ese rol de bella y grácil damisela en apuros, esposa amantísima y madre abnegada le quitas todos los postizos, los complementos y las múltiples capas de maquillaje romántico
Esta película es una experiencia inmersiva en la hiperfeminidad, que está volviendo a ponerse de moda entre las más jóvenes gracias al "rebranding" que se está haciendo a través de las nuevas tecnologías de la información de las esclavitudes más antiguas del mundo, como la prostitución o el matrimonio tradicional. El éxito de las aplicaciones de "sugardating" o de las "influencers" conocidas como "tradwives" son claros ejemplos de este fenómenos. 'Priscilla' es la historia de una "sugarbaby" que devino "tradwife", o lo que es lo mismo, una historia de abuso sexual y violencia machista. La transformación de la colegiala Priscilla Ann Beaulieu Wagner en Priscilla Presley, la mujer ideal del Rey del rock, es la metáfora perfecta para desmaquillar al patriarcado, detallando el proceso de manipulación que Elvis sigue para moldear su aspecto a su antojo y lograr su total sumisión. Sin los vestidos escogidos por él, el tinte negro, el extra de eyeliner y el enorme cardado, Priscilla Presley no existe; deja de parecer la protagonista de un intenso drama amoroso para ser simplemente lo que es: una niña secuestrada y enclaustrada, a la que no se le permite crecer ni desarrollar su autonomía como persona. Como ocurre con las princesas de los cuentos clásicos, si en lugar de atender a los zapatos de cristal y a las carrozas mágicas nos fijamos únicamente en los hechos. Por muy apuesto y caballeroso y millonario que sea el príncipe, por muy bien que cante y sexy que baile.
MÉTODO "LOVER BOY"
La película comienza cuando los dos se conocieron en 1959, cuando él, ya estrella mundial del incipiente rock and roll a sus 24 años, interrumpió brevemente su carrera para cumplir el servicio militar que tenía pendiente. Fue destinado a la base americana de Wiesbaden, ciudad de Alemania occidental, también destino del padrastro de ella, que en aquel momento sólo era una estudiante solitaria y aburrida de 14 años recién trasladada a un país extranjero en el que no había logrado forjar nuevas amistades. Aunque fruto de la coincidencia, si queremos ser honestos no puede decirse que el suyo fuese un encuentro casual. Sería más correcto decir que Elvis captó a Priscilla, pues el inicio de su relación más que a un fortuito enamoramiento se parece al proceso de captación que siguen los proxenetas que merodean los centros escolares en busca de menores a las que persuadir para que acaben prostituyéndose.
Sería más correcto decir que Elvis captó a Priscilla, pues el inicio de su relación más que a un fortuito enamoramiento se parece al proceso de captación que siguen los proxenetas que merodean los centros escolares en busca de menores
Elvis Presley siguió uno a uno con Priscilla todos los pasos del método conocido como "Lover Boy". Las mafias contratan a chavales guapetones para que vayan al encuentro de las estudiantes a la salida de la escuela, las deslumbren con halagos, citas, regalos… hasta hacerlas creer que están viviendo un romance clandestino para que acepten marcharse con ellos a un supuesto lugar mejor, donde vivirán como reinas, con todos los lujos imaginables y liberadas del estricto control parental. Ese lugar para Priscilla no fue un prostíbulo, fue Graceland, la mítica mansión de Elvis, ahora convertida en templo de peregrinación para sus seguidores, y que para ella funcionó como una cárcel sin barrotes pero inexpugnable, aunque su celda fuese cara como el mármol y suave como el terciopelo.
Hay que tener en cuenta que Priscilla no fue la primera (ni última) jovencita de la que "el Rey" se encaprichó. Varias biografías no autorizadas y el documental 'Elvis’ Women', que cuenta con los testimonios del hermanastro del cantante, la que fue su enfermera personal, y diferentes mujeres que se consideraron sus "novias" cuando aún no eran ni quinceañeras, revelan cómo el séquito del que se rodeaba el artista tenía un sistema para proveerle de menores durante las giras con las que divertirse tras los conciertos. Así que Priscilla no era tan única y especial como él le dijo nada más conocerla. Fue una fan más abordada por los amigos de Elvis para nutrir sus sonadas fiestas.
No tenían que ir muy lejos para encontrarlas, bastaba con escoger una que cumpliese sus inflexibles requisitos estéticos (debían ser menuditas de pelo moreno, pero tez y ojos claros) de entre todas las que se agolpaban a diario a la entrada de su mansión. Frances Forbes también tenía 14 cuando empezó a "salir" con él, o más bien a entrar al dormitorio de Elvis en Graceland cuando este tenía ya 22. Le gustaba hacer peleas de almohadas con ella, besarla, hacerle fotos eróticas… lo que fuese salvo sexo con penetración porque lo que le atraía de ellas precisamente era su "virginidad". El mismo "modus operandi" que siguió con Priscilla, tal como ella relató en sus memorias tituladas 'Elvis and me', material que adapta el guión de esta película.
"Eres sólo un bebé", le respondió Elvis a Priscilla cuando esta le contó que aún cursaba noveno grado (equivalente a nuestro 3º de ESO). Aun así Elvis no tardó en llevarse a su cuarto a esa "baby" con la excusa de seguir su interesante conversación en un lugar más tranquilo. Y por supuesto siguió enviando a su compañero para que la trajese a sus fiestas hasta que el padrastro de Priscilla insistió en conocerle y en que fuese él en persona a recogerla y traerla a casa si quería seguir viéndola. Representar un noviazgo era la condición necesaria para poder seguir viéndola regularmente hasta que terminó su servicio militar y regresó a EE.UU. para continuar con su meteórica carrera musical.
¿NOVIA O "ESCORT"?
Ese "noviazgo" se mantuvo en secreto incluso cuando unos años después Elvis logró convencer a los padres de Priscilla para que le permitieran ir de visita a Memphis y más tarde mudarse allí, con la condición de seguir estudiando hasta graduarse en el instituto. Y menos mal que la cumplió porque si no hubiera ido a clase se habría pasado la adolescencia sin contacto alguno con otras jóvenes de su edad. Elvis la mantenía recluida y escondida en casa, tenía prohibido invitar a amigas y no salía a hacer ninguna actividad o a divertirse durante las largas temporadas que él pasaba fuera de gira o grabando musicales en Hollywood. Sin haber ido siquiera a una fiesta de pijamas, Priscilla se vio arrastrada por Elvis a sus desenfrenadas juergas nocturnas. Ella hacía las funciones de "escort", la dama de compañía a la que exhibía durante su ocio con los otros hombres de su camarilla. Elvis y Priscilla nunca estaban solos salvo en el dormitorio, no compartían ninguna afición ni hacían planes de pareja. Eran "los chicos" los que quedaban para divertirse haciendo cosas "de chicos": conducían motocicletas, patinaban, nadaban o simplemente se peleaban borrachos. Mientras, sus acompañantes se reían, aplaudían o esperaban sentadas a que ellos viniesen a hacerles un mimo.
Elvis la mantenía recluida y escondida en casa, tenía prohibido invitar a amigas y no salía a hacer ninguna actividad o a divertirse durante las largas temporadas que él pasaba fuera de gira o grabando musicales en Hollywood
Elvis le daba pastillas a Priscilla para que pudiera seguirle el ritmo, pasar toda la noche despierta con él e ir al instituto por las mañanas sin quedarse dormida. Con 16 años Priscilla ya había ido a apostar a los casinos de Las Vegas, tenía colección propia de pistolas a juego con sus vestidos y había probado todo tipo de drogas, incluyendo anfetaminas y LSD. Así preservaba el Rey la inocencia de su "pequeña". Su historia de amor es el ABC de la prostitución de menores. El cometido de Priscilla era el mismo que el de una prostituta "de lujo".
La absoluta dependencia emocional, al haberla arrancado de su entorno familiar y no haberle permitido crear lazos de amistades propias, se sumaba a la económica. Ella intentó ganar su propio dinero, ya que el padre de Elvis era tacaño con ella y además así tendría una forma de hacer algo que le resultase interesante fuera de Graceland. Allí se pasaba la mayor parte del tiempo dando vueltas sola por la casa y sin poder hablar con nadie, hasta el extremo de que la reprendían si la encontraban por el jardín a la vista de quién pasase por delante del portal de la finca o charlando con las secretarias que se encargaban de la abultada correspondencia. Así que le pidió a Elvis que la dejase trabajar en una "boutique" a media jornada. "Tienes que escoger, una carrera o yo. Necesito que estés en casa para coger el teléfono cuando llame", fue su respuesta. Y esa fue siempre la única ocupación de Priscilla, esperar sus llamadas, con la única compañía de Honey, el perro que le había comprado Elvis como regalo de bienvenida. Esa mascota diminuta y cuqui era toda una declaración de intenciones y presagio de la soledad y hastío que la aguardaban.
La posición subalterna de Priscilla en la vida de Elvis como un miembro más de su "staff" con una labor muy concreta era patente, hasta el punto de que su supuesta relación siguió en la sombra durante años. Jamás se la llevó de gira y apenas permitió que lo visitara durante sus rodajes, con la excusa de que su temible manager, "El Coronel", consideraba que era mejor para el negocio presentarlo ante su público (mayoritariamente jóvenes enamoradizas y casaderas) como "soltero de oro". Sin embargo, Priscilla tenía que ver cómo Elvis aparecía a menudo en la prensa acaramelado con las distintas co-protagonistas de sus películas, llegando incluso a anunciar su compromiso de boda con la actriz sueca Ann-Margret. Con ella sí tuvo un romance real que se terminó, en palabras de Elvis, porque ella no era de las que pondrían a su marido por delante de su carrera. La película evidencia que, en la práctica, durante todo esos años de "noviazgo" que han sido romantizados por la versión oficial como la espera caballerosa de Elvis a que Priscilla fuese adulta, estábamos ante un caso de explotación sexual, el secuestro de una menor a la luz del día. Por eso la última obra de Sofía Coppola es un gran antídoto contra la actual banalización del susodicho "sugar dating". Con el gancho de poder ver un tormentoso drama romántico "vintage", muchas jóvenes podrán comprobar qué ocurre cuando se erotiza el interés sexual de los hombres maduros por las adolescentes y se normaliza como una vía de sustento económico. ¿De qué te sirve tener un descapotable rojo si tienes que pedir permiso para conducirlo? No son regalos si tienes que pagarlos con tu cuerpo y tu libertad.
DESMITIFICACIÓN DE LA "TRADWIFE"
Finalmente Priscilla logró lo que "deseaba": que Elvis le pidiese matrimonio. Su boda fue más una rueda de prensa que una celebración. Un mero trámite porque nada cambió en su relación. Supuso la contractualización del secuestro de Priscilla: lo que antes era delito ahora se convierte en sus "deberes conyugales". Es cierto que Priscilla tenía asistentas, no estaba obligada a hacer tareas domésticas, y también tuvo niñera para su hija, tampoco tenía que pasar noches en vela ni cambiar pañales. Su caso es el mejor de los escenarios posibles para la esposa tradicional: sin el peaje de las labores domésticas, ella tenía la supuesta suerte de poder ser una mantenida. De poder dedicar su tiempo libre a ir a la peluquería y comprar ropa. Una vez más esta película nos enseña el reverso de ese supuesto sueño hecho realidad, de esa vida fácil y entre algodones. Esa dependencia económica es un billete directo al abuso de poder y la violencia machista.
Como esposa tradicional privilegiada, Priscilla era una mujer igualmente recluida en el hogar a pesar de no ocuparse de sus labores, sin apenas oportunidad de socializar con otros adultos ni hacer otra cosa que no fuese acompañar a Elvis a sus eventos el poco tiempo que estaba en casa. No era siquiera dueña de su cuerpo ni de su sexualidad. Su aspecto respondía a los gustos y dictados de su marido, sus relaciones sexuales también. Si mostraba algún tipo de iniciativa sexual, Elvis siempre la rechazaba, pero ella debía estar siempre dispuesta para él.
Priscilla no era siquiera dueña de su cuerpo ni de su sexualidad. Su aspecto respondía a los gustos y dictados de su marido, sus relaciones sexuales también
Es comprensible que este turbocapitalismo que ha cronificado la precariedad, el agotamiento con jornadas laborales eternas y salarios irrisorios que nos impiden cubrir las necesidades de manutención básica, haya llevado a tanta gente a sentir nostalgia de la familia nuclear y su división sexual del trabajo como vía de escape de la rueda hiper productivista. Sobre todo a las mujeres, ya que nuestra incorporación al mundo laboral nos ha traído una doble carga dentro y fuera del hogar, demostrando que el patriarcado sigue intacto aunque se nos haya inculcado la fantasía de la igualdad de oportunidades. Esa frustración con un sistema de trabajo asalariado fallido que nos ha obligado a seguir deslomándonos como siempre pero ahora bajo el título honorífico de "superwoman" o "girlboss", podría explicar el éxito en redes sociales de las "influencers" domésticas conocidas como "tradwives". Aquí 'Priscilla' vuelve a funcionar como recordatorio de las consecuencias de subestimar nuestra independencia económica con respecto a los hombres, pues los roles de género siguen vigentes de facto en nuestra cultura y en todas las formas de organización social, y más en los relacionados con la vida personal. Paradójicamente, su historia, llena de glamour, sirve para desmontar la glamurización del papel de esposa tradicional y nos advierte de lo peligrosa que es la tentación de renunciar al trabajo asalariado en aras de una tranquila vida doméstica y familiar, incluso aunque te hayas casado con un hombre millonario y nunca te vaya a faltar de nada.
Elvis queda una vez más expuesto como lo que era: un maltratador machista. Su matrimonio con Priscilla es la perfecta ejemplificación de una relación abusiva en todos los niveles: psicológico, físico, sexual. Él concebía a Priscilla como su lugar de "descanso del guerrero", cuando él llega a Graceland todo debe ir siempre de maravilla. Cualquier amago de queja o reproche le hacían enfurecer. Ante la expresión de cualquier dificultad enseguida respondía a la defensiva y con acusaciones de ser una "mujer enloquecida", "muy agresiva y exigente", si no enfureciéndose violentamente. Cómo no, intentaba hacer pasar sus amenazas de echarla de casa, sus explosiones de violencia y su goteo de desprecios casuales por algo positivo, una forma de educarla. "¿Te das cuenta, cariño? Necesitas a alguien que te lleve a este punto". A pesar de que Priscilla ya no era una niña y había sido madre al poco de casarse, Elvis la seguía infantilizando y dejando claro a cada instante que él era una figura de autoridad para ella. Su mantra era "pequeña, pórtate bien".
LA PRESIÓN ESTÉTICA ES VIOLENCIA MACHISTA
Priscilla Presley fue la viva encarnación del cánon estético de la feminidad y la película de Sofia Coppola nos muestra de forma tan sutil como brutal la presión constante a la que estaba sometida para cumplir con él. Se suceden escenas a las que estamos acostumbradas a asistir como usuarias de Internet y contemporáneas del auge de las "influencers" en redes sociales, eso que conocemos como "rituales de belleza". Podríamos estar ante un tutorial de maquillaje o un anuncio de Chanel nº5. Pero en realidad está dejando al desnudo una tortura cotidiana. Priscilla debía hacerlo todo, despertarse, acostarse y hasta parir maquillada y peinada. La escena en la que Elvis sale corriendo a pedir un coche porque ella se ha puesto de parto, mientras ella se detiene para colocarse las pestañas postizas es desgarradora. Ni siquiera se permitió aumentar de peso durante su embarazo. Era así de restrictiva con ella misma porque conocía las consecuencias de dejar de parecer la "young one", la "little girl" de Elvis. La criticaba si los vestidos que se ponía no estilizaban su figura y reaccionaba con agresividad si su comportamiento no era propio de una chica frágil y dócil. En una de las peleas de almohadas que a él tanto le gustaban, ella le devolvió el golpe demasiado fuerte y él inmediatamente le pegó un puñetazo. Su justificación: "¡No quiero jugar con un maldito hombre!".
El ideal femenino de belleza no es sólo una cuestión estética, sino ideológica. Detrás de conceptos como "belleza natural", "frescura", "elegancia", "sacarse partido" o "autocuidados" se esconde la expresión de los roles de género patriarcales. A las mujeres se les impone la obligación de mantenerse siempre iguales, aniñadas, delicadas, de piel sonrosada, suave y tersa y por supuesto sin vello, con voz aguda e infantil, a poder ser menudas, nunca demasiado altas ni fuertes, sin que el paso del tiempo y la acumulación de experiencia dejen huella física. Mientras que a los hombres se les anima a avanzar en la vida, triunfar, trascender públicamente y se celebra que ello se note en su aspecto. En ellos las canas, la masa muscular y las arrugas de expresión son atractivas, símbolo de poder y estatus. Ellos deben crecer, ocupar espacio, imponer con su sola presencia. Nosotras debemos permanecer pueriles y desvalidas, ingrávidas y etéreas, reducidas a la mínima expresión, ocupar y pesar poco tanto en lo físico como en lo sociopolítico. Los importantes son ellos.
Nosotras debemos permanecer pueriles y desvalidas, ingrávidas y etéreas, reducidas a la mínima expresión, ocupar y pesar poco tanto en lo físico como en lo sociopolítico
Los cánones estéticos que nos obligan a depilarnos, a maquillarnos para ocultar las "imperfecciones" sin que se note las horas que hemos pasado haciéndolo, a utilizar productos cosméticos que retrasen el envejecimiento o incluso a pasar por intervenciones quirúrgicas no son casuales, responden a la ideología sexista y su arraigada cultura pedófila. En su ensayo 'De la ligereza' (Anagrama, 2016), el filósofo Gilles Lipovetsky, explica como el ideal estético en la moda femenina imperante desde los años 20 del siglo pasado hasta hoy es el de "parecer ligeras", y explica cómo está asociado no sólo a las lógicas clasistas de distinción social, sino a la ideología patriarcal que considera a la mujer el "sexo débil". En esa ligereza tiene un papel central la delicadeza de los rasgos y formas, como "sublimación de los atributos naturales del sexo considerado inferior al hombre en fuerza". Nosotras estamos destinadas a complacer y a encantar, por lo que esa ligereza es la traslación estética de nuestra condición de elemento decorativo, servil y seductor; una cualidad requerida como expresión de nuestra fragilidad innata y ternura natural. Como indica el propio Lipotevsky, esta lógica no hizo más que consolidarse con la era burguesa y su disyunción entre hombre-productor y mujer ornamento. Una vez más, Elvis y Priscilla.
La tan llamativa obsesión de Elvis Presley por el aspecto de Priscilla, su empeño en elegir sus vestidos, peinados y maquillaje como si fuese una muñeca no era una rareza, el fetiche de un hombre trastornado. La cosificación de las mujeres era (y sigue siendo) la norma social. Someterse a esos dictados estéticos va de la mano de delegar el control sobre nuestras vidas, nuestra autonomía, dejar de ser sujeto y convertirse en objeto de deseo y satisfacción masculina. No es casual que cuando la fascinación de Priscilla por Elvis empezó a disiparse a medida que ella crecía y maduraba, cuando su influencia y su necesidad de agradarle mermó, su aspecto cambiase radicalmente. Dejó de teñirse y ahuecarse el pelo, empezó a ponerse pantalones y abandonó los tonos pastel e incluso comenzó a practicar karate. Ya no era una niña indefensa. Y aunque ella también tuvo amantes, no abandonó a Elvis por otro hombre, sino por sí misma. Por una vida propia.
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