"El problema es el hospital, este sistema de mierda en el que siempre falta gente. Casi siempre estamos atendiendo cuatro partos cada una, hace cinco años era la excepción y ahora es la norma. En Reino Unido, es una por matrona. Si seguimos aceptando turnos como el de ayer terminaremos por perder a un bebé, y esa será la nueva norma", así de contundente es la respuesta de uno de los personajes de la película francesa 'Matronas', recién estrenada en las salas españolas, a la pregunta del ginecólogo jefe de servicio sobre qué había fallado para que hubieran tenido que recurrir in extremis a una cesárea de urgencia por rotura de útero en la que el bebé llegó a estar en paro cardíaco varios minutos y tuvo que ser reanimado. Sophie, una de las matronas residentes recién llegadas al hospital, que estaba sola al frente de ese parto, se culpaba a sí misma por no haberse dado cuenta antes de que algo iba mal, pues la parturienta había insistido en que el dolor de sus contracciones le resultaba insoportable y no le hizo caso; la matrona a cargo de su formación se culpaba por no haber supervisado a Sophie durante la atención a ese parto. "No es culpa de ninguna de vosotras. Si hubiésemos tenido cómo, con tiempo suficiente, cualquiera de nosotras hubiera visto qué le pasaba. ¿Cómo vas a pensar en una rotura cuando acabas de poner el monitor tras cuatro horas de espera el pasillo?", las defiende a ambas otra compañera. Esta escena de la película dirigida por la cineasta Léah Fehner, que escribió el guion tras entrevistar en profundidad a seis comadronas y acompañarlas en la asistencia de partos reales, describe a la perfección la situación límite de saturación que a menudo se vive durante las guardias en las maternidades de los hospitales públicos franceses debido a la insuficiencia de matronas, que tantas veces se ven obligadas a doblar turno, renunciar a bajas por enfermedad y períodos vacacionales, y en demasiadas ocasiones a atender varios partos a un tiempo, con la consecuente merma de la calidad de los cuidados proporcionados y de la seguridad de madres y bebés, como se hace patente en este filme.
La película 'Matronas', recién estrenada en las salas españolas, relata la situación límite de las maternidades en los hospitales públicos franceses debido a la insuficiencia de matronas, que tantas veces se ven obligadas a doblar turno, renunciar a bajas por enfermedad y períodos vacacionales, y en demasiadas ocasiones a atender varios partos a un tiempo
El único matrón del equipo intenta animarlas diciendo que "al final no ha pasado nada", pero sí ha pasado mucho, aunque no se haya muerto nadie. Han pasado muchas cosas que no deberían pasar nunca: una parturienta ha estado sola y desatendida durante horas en una camilla del corredor por estar todos los paritorios ocupados, sin acompañamiento profesional ni alivio de su dolor, sin monitorización de sus contracciones y de la frecuencia cardiaca de su bebé. Cuando ha accedido a una sala ya era demasiado tarde para tener la información necesaria que advirtiera a tiempo de que se había producido un desgarro en su útero. Más allá del posible daño cerebral de su criatura por haber estado un tiempo considerable en parada cardiorrespiratoria, el miedo y la sensación de abandono de la madre son un trauma que se podía haber evitado y que no puede considerarse un daño menor por haber conseguido salvar sus vidas.
La denuncia de 'Matronas' es precisamente que la asistencia en los paritorios no puede ser de mera supervivencia, pues en las manos de las parteras se pone mucho más que la nueva vida que llega. Durante un parto una mujer está completamente expuesta, es quizás el momento de mayor intimidad y vulnerabilidad de toda su vida, y por lo tanto deposita en ellas ciegamente toda su confianza. Tiene derecho a sentirse protegida y apoyada a cada instante, a ser tratada con suma delicadeza y comprensión incluso aunque haya complicaciones; el desamparo, la desinformación, la brusquedad o la frialdad en aras de que el bebé nazca sano son formas de maltrato habituales hacia las madres debido a protocolos deshumanizantes centrados en despachar lo antes posible para que pueda pasar la siguiente. Las manos de las matronas no solo están para hacer tactos vaginales o suturar, pueden dar masajes en la espalda, acariciar en momentos de desánimo, incluso ser apretadas con fuerza cuando el dolor es desbordante. En definitiva, son manos tendidas a las mujeres, a acompañarlas y cuidarlas, y no sólo para entregarles al recién nacido.
La desinformación, la brusquedad o la frialdad en aras de que el bebé nazca sano son formas de maltrato habituales hacia las madres debido a protocolos deshumanizantes centrados en despachar lo antes posible para que pueda pasar la siguiente
Esa atención personalizada y con esmero es una utopía en hospitales sobrecargados en los que cada vez hay menos matronas y las que hay están cada vez más quemadas por el estrés y la gran responsabilidad que asumen desde muy jóvenes, cuando apenas tienen experiencia, sin que esta se traduzca en reconocimiento social y consolidación de derechos laborales. El paritorio debe funcionar como una burbuja para la futura madre en la que no debería colarse nada del exterior que no sea estrictamente necesario y los que deberían respetarse los tiempos naturales de cada mujer sin acelerarlos de forma artificial. De hecho, las mujeres que hemos parido sabemos que es una experiencia en la que se para el tiempo y todo lo que no tenga que ver con las oleadas de contracciones que acabarán trayéndonos a nuestra criatura deja de existir durante esas horas. Durante ese paréntesis espacio temporal necesitamos compañeros de viaje tan conectados a nuestro parto como nosotras mismas, tanto nuestra pareja o acompañante de elección como la matrona que nos haya tocado. Pero si la matrona debe estar pendiente de otras salas, de varios monitores, irse corriendo si hay una urgencia… esa necesaria burbuja estalla para llenarse de estrés, de prisas, probablemente de otros sanitarios que no estén al tanto del momento del proceso en el que nos encontramos y de consiguientes intervenciones innecesarias.
'Matronas' refleja a la perfección la división entre esos dos mundos paralelos, el paritorio, donde el ritmo lo marca el cuerpo de cada mujer y donde las matronas intentan trabajar con toda la paciencia posible, y los pasillos de Urgencias a los que deben salir cada poco y por los que se ven obligadas a correr más veces de las que les gustaría. La cámara siempre está siguiendo a alguna de las matronas de modo que podamos ponernos en su piel y entender lo duro que es tener trabajar dividida entre esos dos ambientes, sentir que te vas a partir en dos porque quieres transmitir calma a una parturienta que apenas ha dilatado mientras tienes en mente a otra a la que parece que le queda poco para el expulsivo por lo que tendrás que salir pitando sin saber cuándo podrás volver.
Esta película funciona como una ecografía en vivo de la profesión, en la que podemos escuchar el corazón de las matronas, palpar su agotamiento extremo, conocer todos los obstáculos que su menospreciada vocación tiene que sortear durante jornadas maratonianas, nos revela sus dudas y preocupaciones… En definitiva, nos redescubre algo tan obvio como olvidado por las gerencias de los hospitales y sistemas de salud, que son humanas y como tales merecen un trato humano para poder proporcionárselo también a las pacientes.
LAS MATRONAS NO QUIEREN SER MALTRATADORAS
Esta película brotó de la propia experiencia de la directora al dar a luz a su primer hijo, que nació gravemente enfermo, lo que le llevó a conocer más de cerca la labor hospitalaria al tener que prácticamente mudarse junto a su marido a la planta de neonatos. Léah Fehner cuenta que durante esa etapa de su vida llegaron a sentirse desatendidos por parte del personal sanitario y en varias ocasiones infantilizados y maltratados; pero en lugar de buscar culpables, decidió buscar las causas, investigando sobre el funcionamiento del sistema hospitalario. En esa época surgió el movimiento #JeSuisMaltraitante iniciado por las matronas francesas, en el que relataban testimonios en los que se habían visto abocadas por las precarias circunstancias en las que desempeñan su labor a descuidar o directamente a maltratar de forma involuntaria a las pacientes, y que culminó en la convocatoria en 2021 de una huelga multitudinaria secundada a lo largo de todo el país y por la mayoría de sindicatos bajo el lema "Una mujer = Una matrona". Ahí fue cuando la cineasta decidió centrar en ellas su historia y así comenzó a gestar 'Matronas' como proyecto cinematográfico.
"El día que me di cuenta de que estábamos maltratando a las mujeres que teníamos que cuidar fue atendiendo una cesárea en código rojo de una pareja joven y adorable de padres primerizos. Nada más monitorizar me encontré con un latido fetal muy patológico. Al llamar al obstetra confirma que hay que irse a quirófano de inmediato y a pesar de que las cosas no pintaban nada bien conseguimos sacar adelante al niño. Pero lo que yo recuerdo es a aquella mujer que se inició en la maternidad bañada en sangre porque no tuvimos ni tiempo de cambiar las toallas sanitarias que ya estaban completamente empapadas, mucho menos de ocuparnos de su miedo y su tristeza", contaba la comadrona Anna Roy, que inició el hashtag cuya traducción sería #YoSoyMaltratadora tras una de sus incontables duras guardias de doce horas. Esa misma noche, Anna Roy también tuvo que dejar atrás a otras mujeres: "No acompañé a una mujer que dio a luz sin epidural y que había venido sola porque su marido la había dejado durante el embarazo. Tampoco pude hacerlo con otra cuyo trabajo de parto no progresaba. Habría tenido que llevarla a darse un baño, probar diferentes posturas, pero no tuve tiempo a hacer nada de eso y acabó en parto instrumentalizado con fórceps".
El filme de Fehner recoge con suma honestidad esa sensación de impotencia que tan bien conocen las matronas. Es sobrecogedora la escena en la que una de las comadronas veteranas decide abandonar la profesión tras toda una vida dedicada a ella en cuerpo y alma, con apenas períodos vacacionales disfrutados e incluso a costa de estar presente en la crianza de sus propios hijos. La gota que colmó su vaso vocacional fue haber tenido que dejar a una pareja varias horas a solas con su bebé muerto tras haber tenido que practicar a la madre un aborto terapéutico, debido a tener que atender otras urgencias vitales. "Puedo soportar no poder coger bajas por enfermedad pero no puedo soportar esto. No me hice matrona para tratar mal a la gente".
LAS MATRONAS ESPAÑOLAS EN NÚMEROS ROJOS
La problemática de la escasez de matronas es algo que nos suena en España. Las asociaciones profesionales de matronas y principales sindicatos llevan años advirtiendo de este déficit que el propio Sistema Nacional de Salud ha constatado en sus informes. La actual ratio en nuestro país es de 12,4 matronas por cada mil nacimientos, menos de la mitad de la media en los países de nuestro entorno, que está en 25,9 por cada mil nacimientos. A pesar de que el SNS calculaba la necesidad de contar con 9.030 matronas en 2025, en la actualidad el número de matronas colegiadas es sólo de 7.900. Además, un elevado porcentaje de estas matronas están próximas a la jubilación y la tasa de reposición es muy inferior a la de retiro. La práctica del Ministerio de Sanidad contradice a su teoría de aumento de efectivos, pues a pesar de existir al menos 534 plazas de formación anuales acreditadas para matronas nunca se llega a convocar en su totalidad. La Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME) denuncia que en 30 años nunca se han alcanzado las 500 plazas convocadas. Sin ir más lejos, este año se han convocado 451 plazas, 18 plazas menos que en la anterior convocatoria.
En España, la actual ratio es de 12,4 matronas por cada mil nacimientos, menos de la mitad de la media en los países de nuestro entorno, que está en 25,9 por cada mil nacimientos
¿Cómo va a ser posible la atención respetada y humanizada al parto en la sanidad pública sin contar con el criterio de las profesionales que saben atenderlo? Nuestros protocolos siguen sin adaptarse a la evidencia extraída de la experiencia de la matronería, la auténtica profesión más antigua que existe. Por ejemplo, los tactos vaginales para controlar el progreso de la dilatación deberían llevarse a cabo cada cuatro horas para no entorpecer el desarrollo natural del parto y disminuir el riesgo de infecciones, pero en la mayoría de hospitales españoles se siguen realizando cada dos horas y haciendo oídos sordos a la necesidad de ralentizar los procesos para permitir el parto fisiológico, a pesar de que son cada vez más las mujeres que en sus planes de parto solicitan que se cumpla la recomendación de espaciarlos gracias a la información actualizada que reciben de sus matronas en las clases de educación maternal o durante el seguimiento que les hacen desde sus consultas en la atención primaria.
Precisamente ahora estas consultas corren también el riesgo según la FAME de ser eliminadas porque debido a la falta de matronas en activo se está valorando limitar su práctica a los paritorios y sustituirlas en los centros de salud por enfermeras comunitarias, que no cuentan con la formación específica en salud sexual y reproductiva. No parece casualidad que en un país donde los colegios médicos se han atrevido a negar la existencia de la violencia obstétrica, reconocida oficialmente y definida por la OMS en 2020; se pretenda eliminar el contacto asiduo entre las usuarias de atención primaria desde su primera regla con las matronas, ya que estas son el colectivo sanitario que más lucha por erradicar las prácticas invasivas y violentas contra las mujeres institucionalizadas y normalizadas como inevitables en el ejercicio de la ginecología y la obstetricia.
La alta tasa de cesáreas de España es un indicador inequívoco de lo lejos que están nuestros hospitales de respetar la autonomía reproductiva de las mujeres. En los últimos datos del INE, de 2020, se contabiliza que el 25% de los nacimientos en España fue por cesárea, a pesar de que las recomendaciones de la OMS ponen el tope a la proporción adecuada de cesáreas en un 15%. En la sanidad privada española, que sigue el modelo de Estados Unidos, en el que cada matrona debe vigilar 5 o 6 partos a la vez, y donde se abusa de las inducciones y la intervención farmacológica e instrumental, para que al final tenga que terminar forzosamente el ginecólogo; la tasa de cesáreas se eleva aún más hasta un preocupante 31%. Para no robar tiempo al trabajo de parto y dejar de determinar mucho antes de lo que se debería que este no progresa y poder justificar así la intervención médica, es imprescindible la atención “one to one” del modelo británico, es decir, una matrona por parto, dos como mucho en urgencias imprevistas. Una fantasía inalcanzable si cada año perdemos más y más matronas. Todas las mujeres tenemos derecho a una matrona, queramos gestar o no, pues ellas son las primeras especialistas sanitarias en contracepción a nuestro alcance, entre otros aspectos clave para la salud femenina, como el cribado de cáncer de cérvix. Si queremos una verdadera autonomía sexual y reproductiva, unámonos a su lucha y salgamos a reclamar nuestra matrona. De sus derechos laborales dependen nuestros derechos civiles.
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