La película 'El 47' dirigida por Marcel Barrena ha sido la incontestable triunfadora de la temporada de premios a pesar de haber ganado el Goya a mejor película "ex-aequo" junto a 'La Infiltrada' de Arantxa Echevarría, pues ya había sido reconocida como mejor película del año con el Premio Forqué que entrega la Sociedad de Productores Audiovisuales y con el Premio Gaudí de la Academia de Cine de Cataluña. Ha sido un éxito de crítica pero también de público, superando los 2 millones de recaudación y los 317.000 espectadores en las salas de cine, algo inusual para un drama de temática social. Además, ha conseguido hacer justicia poética al convertir en la película catalana más taquillera de la historia (superando a la enésima comedia dramática centrada en una familia burguesa con segunda residencia en la Costa Brava) un hecho real protagonizado por la población inmigrante que llegó a la periferia barcelonesa entre los años 50 y 60 desde el campo de Extremadura y Andalucía, huyendo de la represión franquista y la esclavitud ejercida por los terratenientes.
Es de sobra conocido el desprecio que la burguesía catalana ha mostrado históricamente por los campesinos y jornaleros procedentes del sur de la Península mayoritariamente durante el éxodo rural que provocó la dictadura franquista. El odio y el miedo al migrante y la alarma social alimentada por las grandes empresas de comunicación no es algo que hayan sufrido sólo los extranjeros, los flujos migratorios internos han sido siempre rechazados por las clases acomodadas de los grandes núcleos urbanos hasta el punto de que el propio dictador Francisco Franco llegó a prohibir mediante el decreto de Presidencia del Gobierno emitido por el BOE el 21 de septiembre de 1957 la entrada en Madrid de las familias que no contasen con domicilio en la capital. La policía mandaba de vuelta a sus pueblos de origen a quienes llegasen a las estaciones de tren sin pruebas documentales de poseer una vivienda, además de derribar las casetas o cualquier tipo de construcción sin licencia de quienes hubiesen logrado asentarse con anterioridad a la publicación de dicha orden gubernamental. Para ello crearon un Servicio de Vigilancia específico que se ocupaba de controlar los barrios periféricos. 'El 47' comienza precisamente mostrándonos cómo los jornaleros "charnegos", como llaman coloquial y despectivamente en Cataluña a los inmigrantes de habla no catalana procedentes de otras regiones españolas, recién llegados a la zona montañosa situada a doce kilómetros de la ciudad Barcelona, único lugar donde podían permitirse comprar un parcela en la que vivir, construían ellos mismos sus frágiles hogares durante la noche para evitar ser descubiertos por los agentes del Cuerpo de Policía Armada, que tenían el mandato de echar abajo cualquier chabola que al amanecer no tuviese terminado el techo.
Es el inicio de la película es toda una declaración de intenciones, en fondo y forma, que nos retrotrae a 'Novecento', el retrato cinematográfico más emblemático de cómo se plantó la semilla del fascismo en Europa y de la resistencia del pueblo contra él. El filme de Bertolucci es además expresamente marxista, pues su principal tesis narrativa es demostrar la famosa máxima de "el motor de la historia es la lucha de clases". El director Marcel Barrena homenajea ese clásico del cine italiano y mundial recreando también el cuadro de 'El Cuarto Estado' en la escena de los jornaleros esperando la llegada de las autoridades policiales, y de una forma tan sintética como hermosa, inaugura el relato sobre los futuros vecinos de lo que acabará siendo el barrio de Torre Baró con un alegato en favor de la solidaridad de clase y la organización colectiva, mostrando cómo deciden juntarse todos cada noche para construir la casa de una sola familia y lograr techarla antes de que se hiciese de día para que no fuese derribada por los "grises", en lugar de intentar construir cada cual la suya como venían haciendo hasta ahora sin ser capaces de terminarla a tiempo. Sin embargo, todo el desarrollo posterior del metraje parece paradójicamente destinado a desmontar el mensaje inicial y acaba haciendo prevalecer el sacrificio individual sobre la cooperación y la conciencia colectiva.

El guión da un salto de 20 años para situarnos en 1978, en los albores del recién estrenado sistema electoral, que no es sinónimo de democrático, tras la muerte del dictador Franco, y se centra en la vida de una de las familias de Torre Baró, la de Manuel Vital, conductor de la línea 47 del servicio municipal de bus urbano. La película nos muestra el aislamiento de este barrio de extrarradio con respecto a la ciudad, y apunta a las reivindicaciones de la Asociación de Vecinos, presidida por el propio Vital, que ha trabajado incansablemente a lo largo de los años para ir consiguiendo la dotación de infraestructuras básicas como el saneamiento o la luz eléctrica. La trama nos sitúa en una especie de encrucijada, pues a pesar de los avances con respecto a sus inicios como barriada chabolista, el vecindario se encuentra estancado, con los servicios logrados ya muy deteriorados y sin haber cubierto necesidades tan básicas para su integración real como vecinos de pleno derecho del municipio barcelonés como vías bien asfaltadas y accesibles o la llegada del transporte público, que acabaría con los graves problemas del comercio local para abastecerse de proveedores y facilitaría que sus habitantes pudiesen estudiar y trabajar en la ciudad. El bloqueo de ese avance no es inocente por parte del Gobierno municipal, pues impedir la llegada del autobús al barrio es en la práctica un cierre al paso de sus habitantes al centro de Barcelona, pues su nivel de ingresos no les permitía disponer de automóvil privado. Denegar un transporte urbano fluido a los barrios del extrarradio era una forma invisible pero efectiva de construir un muro alrededor de Barcelona que permitiese mantener alejados a los considerados extranjeros. Desenmascarar esa forma velada de exclusión clasista y racista es uno de los grandes puntos a favor del guión de 'El 47'.
Denegar un transporte urbano fluido a los barrios del extrarradio era una forma invisible pero efectiva de construir un muro alrededor de Barcelona que permitiese mantener alejados a los considerados extranjeros. Desenmascarar esa forma velada de exclusión clasista y racista es uno de los grandes puntos a favor del guion de 'El 47'
INCÓMODOS SUPERVIVIENTES DE UN GENOCIDIO
No obstante, la película cojea en todo lo referente a la memoria histórica, pues omite las verdaderas causas de la llegada masiva de trabajadores y trabajadoras agrícolas y ganaderos desde el sur de la Península a las grandes ciudades industriales, presentándolos como meros emigrantes por razones económicas cuando la mayoría podrían considerarse represaliados políticos. Pierde la oportunidad de poner en valor el historial de resistencia organizada en sus lugares de origen contra el franquismo y la brutal represión que estaban sufriendo por parte del Régimen. No sólo Manuel Vital era hijo de uno de los miles de hombres fusilados en Extremadura en 1936 a manos del ejército golpista y de la Falange, la mayoría venían de familias a las que les habían arrebatado todo lo que tenían y que estaban siendo perseguidas por haberse opuesto a la dictadura. No en vano la represión franquista en Andalucía fue la más cruenta de todo el Estado, con más de 49.700 víctimas asesinadas por los golpistas que fueron ocultadas en alrededor de 900 fosas comunes. Los que no fueron eliminados ni lograron huir al extranjero acabaron marchando a otras ciudades de España en las que poder trabajar ante la imposibilidad de hacerlo en sus localidades natales por el acoso constante al que estaban sometidos por las autoridades franquistas y sus cómplices, que se dedicaron al expolio sistemático de sus bienes y a la depuración profesional de todo aquel que tuviera remotamente algo que ver con las instituciones republicanas.
Tras Andalucía, Extremadura es la comunidad autónoma con mayor número de víctimas de las masacres y ejecuciones franquistas, las estimaciones mínimas de todas las investigaciones históricas superan los 12.000 asesinatos, no sólo por la estrategia genocida que allí aplicó el ejército falangista en el verano del 36 a su paso hacia Madrid desde Sevilla, conocido como "Columna de la Muerte", sino también por el modelo represivo que siguió a la Guerra Civil y que fue especialmente sanguinario en venganza por la intensa actividad política y sindical que había en la zona. Los campesinos, jornaleros y braceros extremeños pagaron con creces la osadía de haber luchado unidos y organizados por mejorar sus infrahumanas condiciones laborales y de vida, mediante la ocupación pacífica de las tierras de los latifundistas en marzo de 1936. La brutal invasión de Extremadura tenía más que ver con la venganza por la rebelión del campesinado extremeño que con la estrategia bélica. En apenas dos días de agosto se produjeron en Badajoz hasta 4.000 fusilamientos sin juicio previo de cualquier sospechoso de simpatizar con la República, llegando a asesinar a civiles indefensos por las calles de la ciudad, incluyendo niños. La mayor parte de aquellos campesinos que participaron en las ocupaciones de latifundios fueron asesinados o encarcelados por la represión franquista como castigo.
Estos datos evidencian el fuerte componente de limpieza ideológica y clasista que había tras los flujos migratorios del Sur hacia el Norte de la Península y deben hacernos ver a aquellos migrantes que retrata 'El 47' como lo que realmente eran: incómodos supervivientes de un genocidio calculado.
NO ERA UN GALLO ROJO, SINO TODO EL CORRAL
La película presenta la decisión de Manuel Vital de desviar hasta su barrio el itinerario del autobús que conducía como una reacción improvisada y emocional a ciertos acontecimientos de su vida personal, una idea que se le ocurrió a él de forma espontánea tras agotar las vías burocráticas, reduciendo una acción de amplio calado político al ámbito de los afectos privados. Esa idea ni siquiera era suya, pues el suyo fue uno más entre diversos secuestros de autobuses que fueron produciéndose entre 1973 y 1978 para reclamar líneas de transporte público y otras mejoras de servicios en otros barrios del extrarradio barcelonés, como Can Franquesa, Verdún, Roquetes y La Prosperidad. Incluso el mismo día 7 de mayo de 1978, otro autobús, el número 2, fue secuestrado para ser conducido hasta Ciudad Meridiana, otro de los barrios del distrito de Nou Barris. Se trataba de una estrategia coordinada desde las asociaciones de vecinos y aprobada en sus asambleas, y la propuesta partía de organizaciones políticas y sindicales clandestinas, como el PSUC, el partido de los comunistas de Cataluña; y las Comisiones Obreras. En la película se omite que el conductor Manuel Vital militaba en ambas, fue mucho más que presidente de la Asociación de Vecinos de Torre Baró y "el rojo que se casó con una monja", y su lucha respondía a una ideología concreta y consciente. Sin la conciencia de clase de gran parte de la población de los barrios periféricos barceloneses los secuestros de los autobuses no se hubiesen producido. El motor que movía al 47 y los demás autobuses era también la lucha de clases.
En la película se omite que el conductor Manuel Vital militaba en ambas, fue mucho más que presidente de la Asociación de Vecinos de Torre Baró y "el rojo que se casó con una monja", y su lucha respondía a una ideología concreta y consciente
Manuel Vital no era el único sindicalista comunista del movimiento vecinal de Barcelona. Los "rojos" del resto de barrios obreros, tanto foráneos como autóctonos, fueron la base social, en Cataluña como en el resto de España, tanto de la resistencia contra la dictadura franquista como de todas las luchas posteriores que permitieron la ampliación de derechos civiles y la mejora de las condiciones laborales y sociales desde que entró en vigor la Constitución de 1978. Es imposible que acciones tan arriesgadas que en su momento conllevaban penas de cárcel se llevasen a cabo sin el apoyo y la infraestructura de organizaciones políticas y sindicales curtidas en la clandestinidad. Tanto para entender los hechos ocurridos, como por honestidad histórica y justo reconocimiento de su gran aportación a todos los derechos conquistados, poniendo en jaque su libertad y su propia supervivencia, era esencial incluir en la película la militancia política ya no sólo de Manuel Vital, sino de una parte reseñable del vecindario. Sólo el PSUC contaba en aquella época con más de 1.000 afiliados en el distrito de Nou Barris, y con destacada representación en todas las asociaciones vecinales.
Eliminar a estas organizaciones de un plumazo no puede entenderse como una simple licencia artística de la ficción cuando se enmarca en una etapa histórica que no se puede desprender de la enconada persecución política y social sufrida por los militantes comunistas, que incluso se recrudeció tras la muerte de Franco. La calificación justa de esta decisión narrativa, si no es la censura ideológica, sí lo es el silencio interesado, ya sea por allanar la obtención de financiación como por facilitar su llegada a públicos más amplios. La película se permite la licencia de dulcificar al máximo la figura histórica de Vital, llegando a insinuar en las escenas de la huelga en la empresas de autobuses que Vital desaprobaba las acciones de los huelguistas en defensa de sus puestos de trabajo por parecerle radicales y violentas, lo cual choca con el hecho de que realmente había sido un líder sindical combativo, que había alentado y participado activamente en varias huelgas y que incluso había sido despedido con anterioridad, por eso mismo, de la compañía municipal de transporte. Los resultados de taquilla y premios avalan la decisión de ocultar la militancia política y labor sindical de Manuel Vital, quizá no hubieran sido los mismos si el relato fuese algo más incómodo para el sistema establecido. No quiero decir con esto que sea una decisión malintencionada, puede haber la buena intención de querer hacer llegar a un público no politizado un mensaje a favor de la desobediencia civil para conquistar derechos que las élites no quieren conceder al pueblo, así como la necesaria dignificación de la clase trabajadora migrante, venga de dentro o de fuera de España; aunque el fin no justifica los medios cuando el mayor problema que seguimos teniendo en 2025 es el mismo fascismo de antaño redivivo, ese que continúa reservando sus mayores cotas de odio para todo lo que huela remotamente a ideas comunistas. Cuando se trata de contraargumentar a una ideología totalitaria como la fascista, cuyo principal objetivo es despolitizar a la población para dominarla, silenciar las ideas políticas y subestimar el papel desempeñado por partidos de izquierda y sindicatos es muy peligroso.

Además, ocultar la existencia de organizaciones disidentes en el pasado tiene un efecto desmovilizador en el presente, se promueve la falsa impresión de que lo que necesitamos para solucionar los problemas de exclusión social, de precariedad laboral, de discriminación racial… es delegar en héroes individuales, sentarnos a esperar a que venga a salvarnos un iluminado, en lugar de asociarnos y trabajar codo con codo en nuestros barrios, nuestros centros de trabajo, en nuestro sector profesional, o más allá de lo que nos afecta personalmente, solidarizarnos con causas que defiendan la igualdad y la justicia social y comprometernos activamente con ellas. Para ello hay que actuar de forma colectiva, afiliarse y participar en organizaciones sociales y políticas y sobre todo adquirir una conciencia de colectividad que nos saque del ensimismamiento del individualismo neoliberal. La historia de amor de Manuel Vital y Carme Vila es una bonita historia, digna de ser contada, pero el 47 no fue secuestrado por el amor de Manuel a Carmen, sino por la dignidad y unión de todo un vecindario consciente de ser discriminado por ser de origen foráneo, obrero y antifranquista. No fue iniciativa de un “gallo rojo”, por muy emocionante que sea ver cantar a la actriz Zoe Bonafonte la canción que hace referencia al mismo al final de la película, sino de todo el corral comprometido y politizado, un corral en el que las gallinas, las mujeres militantes y activistas, jugaron un papel primordial sobre el que esta película también corre un tupido velo.
¿DÓNDE ESTÁN LAS ROJAS?
No resulta lógico que se decida contar una historia ambientada en el intenso movimiento vecinal del extrarradio de la Barcelona posfranquisra y sus numerosas acciones reivindicativas sin incluir la tan valiosa como infravalorada aportación de las mujeres. La película también invisibiliza a las decenas de militantes del PSUC que participaban activamente en las asociaciones de vecinos de los barrios obreros de Barcelona. Ellas también llegaron a ser destacadas líderes vecinales. Una de ellas, Maruja Ruiz Martos fue la que dos años antes que Manuel Vital llevó a su asamblea vecinal de La Prosperidad, de la que era presidenta, la propuesta de secuestrar la línea de autobús número 12 para reclamar que llegase hasta su barrio.
La película también invisibiliza a las decenas de militantes del PSUC que participaban activamente en las asociaciones de vecinos de los barrios obreros de Barcelona. Ellas también llegaron a ser destacadas líderes vecinales
Maruja Ruiz Martos también llegó a Barcelona desde Granada en 1949, con tan sólo 13 años y es hija de represaliados del franquismo, su padre se pasó 13 años en la cárcel y su madre, 8. Ella misma participó en el secuestro del 47 junto a Manolo y tantas otras vecinas y vecinos, y su historia merece tanto ser contada como la suya, pues lo que hay de fondo es una historia coral, de compañerismo y solidaridad de clase. Quizá el de Maruja fuese un ejemplo también demasiado incómodo para las pretensiones de esta película, pues no se limitó con secuestrar el autobús sino que lo paseó por toda Barcelona, lo hizo pasar por delante de la casa del entonces alcalde y acabó aparcándolo frente al Ayuntamiento, antes de ser detenida por la policía y llevada a comisaría. O quizá haya influido que, al contrario que Manolo Vital, ella rechazase la Medalla d’Or de la Ciutat que le concedieron en 2011 en reconocimiento a su labor activista en señal de protesta por los recortes sociales de la Generalitat.

Cuanto menos, no haber hecho ni una sola mención explícita a las organizaciones políticas implicadas en el secuestro del 47 y a otras figuras relevantes como Maruja Ruiz es una decisión cuestionable desde el punto de vista ético si tenemos en cuenta que se eliminan unas siglas pero se introducen otras veladamente al incluir con calzador la figura de Pasquall Maragall antes de ser alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat con el PSC-PSOE. Manuel Vital y Pasqual Maragall no se conocieron hasta después de que el segundo obtuviera la alcaldía de la ciudad en 1982. Sin embargo, la película lo sitúa como usuario regular de la línea que conducía Manuel y lo presenta como un aliado directo en su lucha por conectar la periferia con el centro urbano, llegando a concertarle una reunión con el Concejal de Transportes ya que él trabajaba en la entidad municipal como arquitecto. Si por economía narrativa y centrar la trama en una historia familiar con la que cualquiera pueda identificarse se eliminan los personajes y el contenido de carácter político, no tiene sentido añadir un personaje nuevo de ese carácter que no tuvo absolutamente nada que ver con los hechos. Esta frivolidad acaba convirtiendo una historia real de resistencia y dignidad popular en un larguísimo y caro anuncio del PSOE.
En definitiva, 'El 47' se ha pasado de frenada y ha perdido una oportunidad única de hacer un auténtico ejercicio de recuperación de memoria histórica y se ha quedado en un relato infantilizado y reduccionista que manipula la situación real de la protesta social y en la España posfranquista, llegando a secuestrar y usurpar el mérito real de resistencia colectiva y militancia política que había tras ella. Esta película pasa a engrosar la mitología sobre aquella Transición ejemplar que todavía no ha hecho justicia ni reparado los crímenes de lesa humanidad de la Dictadura y que supuso en lo social un continuismo de las desigualdades sociales y las persecuciones políticas.
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