Meryem clava la mirada en el fondo de la habitación. Entrelaza los dedos de sus manos con los de su hija, que observa con admiración a su madre. Sus palabras irradian dolor. Hablan de discriminación y angustia. De pronto, sus ojos se cristalizan y el rostro se entristece. Meryem es una de tantas mujeres viudas que tuvo que afrontar en solitario las consecuencias del terremoto de septiembre de 2023 de la región de Al Houz, en Marruecos. "Pasé la noche sola, sin electricidad y sin noticias de lo que estaba pasando en otras aldeas y cómo y cuándo llegarían las ayudas. Me sentí muy vulnerable", cuenta desde Imlil, a escasos kilómetros del epicentro del seísmo.
Al dolor de Meryem se suma la historia de Khadija. Su casa se colapsó parcialmente cuando temblaron las montañas. Desde entonces, ha intentado reconstruir su hogar y recuperar su vida, aunque con retos. "Hay discriminación de género alrededor del acceso a la información. Los hombres tienen el control económico, conocen las subvenciones y las ayudas. Las mujeres que quedaron viudas o ya vivían solas no tienen ni tuvieron el mismo acceso. Les da vergüenza preguntar y terminan por utilizar su propio dinero, no el que proporciona el Estado", explica Samira Errihioui, tesorera y coordinadora de la asociación de mujeres Tamgharte Noudrare.
Los hombres tienen el control económico, conocen las subvenciones y las ayudas. Las mujeres que quedaron viudas o ya vivían solas no tienen ni tuvieron el mismo acceso
"Denunciar la violencia siempre es vergonzoso. Las mujeres que se declaran como víctimas de género están excluidas en el entorno rural", explica Hassan Naji, director de programas de la Asociación Ennakhil en favor de los derechos de las mujeres y la lucha contra la violencia de género. Alrededor de una mesa llena de pastas, dulces y té marroquí, Meryem y Khadija comparten la mañana con otras mujeres beneficiarias de los proyectos de Tamgharte Noudrare. "También se han producido casos de violencia física en el cuadro matrimonial alrededor de Amizmiz", explica una de las integrantes del grupo. Amizmiz fue uno de los lugares más azotados por el terremoto de Marruecos, aunque Hassan insiste en la imprecisión de los números: "Es difícil hablar de datos concretos, sobre todo en la zona del Atlas. No solo por las trabas en la accesibilidad del recuento sino también por el tabú que hay alrededor de la violencia hacia las mujeres. No se denuncia", cuenta.
LA VIOLENCIA PASA POR EL TABÚ Y LA FALTA DE INFORMACIÓN
En la planta baja de la sede de la asociación Tamgharte Noudrare, huele a harina, chocolate y frutos secos recién horneados. Por las rejillas de varias ventanas se escapa el olor de una cocina llena de bandejas con pasteles terminados o a medio hacer. Un grupo de chicas, de entre 17 y 28 años, se reúnen alrededor de una larga mesa. En el silencio de la cocina, se cuela el golpe de los rodillos contra una masa revoltosa y las chispas de los fogones que, mientras tanto, calientan el tayín de mediodía. "A través de la pastelería, estas chicas han encontrado aquí, un lugar más seguro", explica Samira, la coordinadora de la asociación en Imlil.
Desde 2006, y en colaboración con el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) y Alianza por la Solidaridad, Tamgharte Noudrare (que se traduce al castellano como Mujer de la Montaña) organiza talleres de pastelería y clases de costura para mujeres en situación de exclusión social, abandono escolar o vulnerabilidad. "Necesitan conectarse con la comunidad, aunque primero deberán hacerlo entre ellas: las mujeres de los entornos rurales”, cuenta Samira.
Aun así, el primer paso del camino hacia la sensibilización pasa por la información. "También reunimos a las jóvenes representantes de cada pueblo para definir los temas que quieren abordar en los talleres". Los encuentros afrontan algunos contenidos clave como la comunicación interpersonal, la asistencia psicológica, los derechos de las mujeres, la violencia de género o la autoestima, entre otros debates. Hassan, por su parte, insiste en que hay un desafío relacionado con la percepción de las mujeres que son víctimas de violencia. "En los contextos rurales no hay muchos servicios de cuidado y escucha que permitan a las mujeres estar en alerta. No solo es difícil que revelen la violencia que sufren, sino que, además, entiendan que la están sufriendo", añade.
En la primera planta de la sede la organización de mujeres, hay una montaña de agujas, telas y proyectos terminados entre máquinas de coser. La costura es otra vía de escape, una forma más de reinserción laboral que, a su vez, genera espacios seguros para sus mujeres. "En nuestros proyectos sobre todo tenemos a jóvenes que no han podido seguir con su escolarización para ayudar con la economía familiar. Con el terremoto, los casos crecieron", cuenta Samira.
UN ABANICO DE VIOLENCIA DESPUÉS DEL TERREMOTO: DESDE LA ADMINISTRATIVA HASTA LA SEXUAL
No habían pasado ni cuatro días después del seísmo cuando las redes sociales se inundaron de violencia machista. Varios testimonios alertaban del acoso a las niñas, en su gran mayoría huérfanas, por parte de hombres adultos. "No quiere venir conmigo a Casablanca", se lee en una de las imágenes de los jóvenes con las menores difundidas por Instagram. "Aun así, me ha susurrado al oído que cuando se haga mayor, nos casaremos", continúa la frase.
No habían pasado ni cuatro días después del seísmo cuando las redes sociales se inundaron de violencia machista. Varios testimonios alertaban del acoso a las niñas, en su gran mayoría huérfanas, por parte de hombres adultos
Los hombres, que llegaban de urbes marroquíes como Casablanca, Rabat o Marrakech, intentaban contraer matrimonio forzosamente con las víctimas más vulnerables bajo la justificación de "la pureza". Según explicaron organizaciones locales como la Fundación Amane o la asociación Insaf, estos jóvenes adinerados buscan el matrimonio en los núcleos más rurales donde creen que pueden encontrar "las mujeres más puras" del país. "Los desastres naturales y el cambio climático se han convertido en factores que exacerban la violencia de género contra las mujeres y niñas", explica Hassan.
A pesar de que, tradicionalmente, la violencia física ha estado muy presente en las cordilleras del Alto Atlas marroquí con uno de los porcentajes más altos registrados en el país, la reforma del Código de Familia ha dado paso a otras formas de violencia: "Los autores de la violencia descubrieron que los actos físicos o las lesiones morales tienen un impacto en su juicio y que hay mucha trazabilidad, lo que ha intensificado otras formas de violencia", añade.
Por ejemplo, tras el terremoto, varias mujeres han sufrido episodios de abandono del hogar conyugal por parte del marido. "El marido abandona el hogar porque dice no tener la capacidad de mantener a la familia. Las mujeres están atrapadas en un contexto rural y abandonadas sin la información". Al detrimento físico de sus hogares o el amparo de sus maridos en una sociedad donde el hombre es la columna vertebral de la comunidad, se suman las pérdidas económicas. "Sobre la tierra, el ganado, las cosechas. Han perdido sus ingresos". Unos ingresos que, a su vez, no pueden redimir por las trabas administrativas y la falta de control y gestión monetaria.
En Marruecos, si una mujer se registra en una cooperativa queda automáticamente desinscrita como beneficiaria del Ministerio de Turismo, Artesanía y Economía Social y Solidaria, aunque continúe en búsqueda activa de empleo. Los servicios de tesorería entienden que la mujer ya no necesita más acceso a la financiación, pero la realidad es distinta. "Este cambio administrativo tiene varias consecuencias. La primera y directa es que la mujer ya no recibe ayudas del Estado. La segunda, y más silenciada, es que, al estar registrada a través de su esposo, será él quien reciba la noticia desde la administración. Al marido le puede avergonzar que su mujer trabaje y esto puede llevar a más actos de violencia", explica Hassan durante una conversación con este medio.
SIN ATENCIÓN MÉDICA, PSICOLÓGICA Y ECONÓMICA SUFICIENTE
En las primeras horas tras el terremoto, se planteó un desafío claro en las operaciones de rescate: el aislamiento y la dificultad en el acceso a algunos puntos de la cordillera marroquí. Un patrón que se repite en la asistencia médica, psicológica y monetaria alrededor de las mujeres, incluso un año después. "El programa de reconstrucción de las zonas afectadas por el seísmo de Al Houz ha hecho muchos esfuerzos, pero no cabe duda de que todavía hay carencias", explica Hassan. "En una de las provincias del país con las tasas de pobreza, vulnerabilidad, precariedad y exclusión más altas, no hay suficientes centros de escucha ni tribunales", añade.
Todo ello, en una zona con crecientes episodios de violencia de género que afectan a la vida diaria de las mujeres marroquíes. Las consecuencias, físicas y psicológicas, se derivan en traumas, depresión, ansiedad y afecciones de salud crónicas. "Sin olvidar las consecuencias sociales como el estigma, el aislamiento y la exclusión social, sobre todo de las madres solteras o las mujeres divorciadas", explica Hassan.
La distribución de la ayuda que llega a manos de la mujer tampoco es suficiente porque las necesidades son mayores. La vivienda, la educación, los alimentos o el coste de vida se ha encarecido en el último año en el país. En 2023, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió un 6,1% respecto al año anterior.
Las organizaciones y cooperativas de mujeres tampoco se escapan de la violencia estructural. El rostro de Samira, que se acerca tímidamente al terminar la entrevista, no es el mismo que unas horas atrás. Sus ojos dejan entrever el miedo y la frustración mezclada con seguridad y autoestima. Unos meses atrás, descubrieron que existía una atestación administrativa por parte de una asociación de hombres, que demandaban reapropiarse el terreno donde hoy opera Tamgharte Noudrare en Imlil. "Hace años este terreno era de ellos, pero lo abandonaron y nos lo dieron", cuenta Samira. "Ahora, nos quieren fuera". La noticia, que llegó como un jarro de agua fría, no va a frenar ni a Samira, ni a ninguna de las mujeres que participan en sus proyectos: "No nos vamos a ir", sentencia.
Ayúdanos a resistir
Millones de personas en todo el mundo están condenadas a sobrevivir en los márgenes del relato, silenciadas por los grandes medios de comunicación. En Kamchatka queremos ser altavoz de aquellos que han sido hurtados de la voz y la palabra. Suscríbete desde 5 euros al mes y ayúdanos a contar su historia.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.