No tengo madera de pitoniso ni pretendo ser agorero, pero parece que se avecina una nueva crisis, tal vez no tan severa como el crack de 2008 pero igualmente amenazadora. Hasta el estudiante menos avezado de Economía ha aprendido que el sistema capitalista sobrevive entre temblores cíclicos, algunos más rutinarios y superficiales y otros más profundos y esporádicos. Ondas largas y ondas cortas, apuntan los estudiosos de la materia. El capitalismo, en definitiva, nos mantiene en un vaivén de crecimientos y depresiones, expansión y contracción, ascenso y caída.
Esta misma semana, la OCDE pronosticaba una desaceleración de la economía mundial durante 2019 y 2020. En un escenario global de incertidumbre y tensiones políticas, los equilibrios son precarios y en cierto modo imprevisibles. Si echamos un vistazo a la hemeroteca, la propia OCDE ya aventuraba en 2006 una ralentización del crecimiento para 2007. El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers cayó en bancarrota y apenas un mes después las bolsas de todo el mundo se descalabraban.
Varias voces autorizadas han ido dando la voz de alerta en los últimos meses y se ha abierto pie a toda a clase de especulaciones. Al fin y al cabo, la economía no es una ciencia exacta y por mucho que los indicios sean preocupantes es arriesgado predecir el alcance de las consecuencias. Tal y como alertaba el Bundesbank, Alemania está a punto de entrar en recesión técnica -medio año de números negativos- y el gobierno de Merkel se prepara para dopar a la economía con dinero público.
Vuelven a estar de moda los planes de estímulo. Zapatero ya tuvo su Plan E en 2008. 8.000 millones de euros fueron a parar a diferentes obras municipales bajo el nombre de Fondo Estatal de Inversión Local. El propio gobierno de Sánchez ha incrementado un 70% la licitación de obra pública en 2019. En un informe de 2012, el Tribunal de Cuentas censuraba el plan de Zapatero y denunciaba obras concedidas a dedo, retrasos en la ejecución y pérdidas millonarias. Pocos lo recordarán, pero algunos ayuntamientos aprovecharon el chorro de pasta pública para financiar toda clase de obras absurdas. El ayuntamiento de Torrejón, por ejemplo, amenizó un parque con réplicas de la Torre Eiffel y la Puerta de Brandemburgo.
Este pasado miércoles, Nadia Calviño anunciaba un otoño "muy complicado" para la economía y reconocía "la evidente desaceleración"
En España, la desaceleración es más acentuada de lo que auguraban las previsiones. El pasado lunes, el INE situaba el crecimiento de la economía en un 2,4%, dos décimas por debajo de sus estimaciones. Al menos el Gobierno español ha preferido curarse en salud y no tiene reparos en confesar que nos vienen mal dadas. Este pasado miércoles, Nadia Calviño anunciaba un otoño "muy complicado" para la economía y reconocía "la evidente desaceleración". Hace apenas seis meses, la ministra de Economía descartaba que se aproxime una recesión. "La idea negativa de que llega una nueva crisis no se sustenta con los hechos", afirmaba Calviño allá por marzo.
Atrás queda la hemeroteca, implacable con las declaraciones de José Luis Rodríguez Zapatero a las puertas de la crisis de 2008. "Zapatero garantiza que España está a salvo de la crisis financiera", proclamaba la portada de El País del 22 de agosto de 2007. En septiembre remataba la faena: "España ha entrado en la Champions League de la economía mundial". "No hay atisbo de recesión económica", decía en octubre en el Foro ABC. "La crisis es una falacia", decía en enero de 2008 en El Mundo. "No estamos en una crisis económica", decía en febrero de 2008 en Punto Radio. "Es un tema opinable si hay crisis o no hay crisis", decía en junio de 2008 en El País.
No estoy seguro de que hayamos escarmentado, pero todos los indicios aconsejan poner en cuarentena las declaraciones de nuestros representantes políticos. Quienes gobiernan prefieren no deslucir su prestigio de gestores con pronósticos de debacle. Quienes litigan desde la oposición se inclinarán por la hipérboles y por mensajes catastrofistas. La dinámica parlamentaria conduce a esa clase de perversiones. En cualquier caso, no es necesario ser alarmista para detectar algunas cifras inquietantes. El problema tal vez no es tanto la dimensión de la crisis que vendrá como las condiciones en que tendremos que afrontarla.
Los datos del INE revelan que los trabajadores españoles han perdido un 7% de poder adquisitivo en los últimos diez años. Dicho de otro modo, los salarios no han crecido a la par que el coste de vida. Adecco sostiene que cada trabajador pierde 133 euros al año de poder adquisitivo desde 2017. Parece incuestionable que la crisis del 2008 sirvió como coartada para restringir las remuneraciones. El sector industrial ha sido el único que ha resistido el peso de la inflación y mejora su poder adquisitivo en un 0’6% mientras que el sector servicios presenta la brecha negativa más severa con un 9% de pérdida. Al mismo tiempo, los trabajadores de la industria mantienen uno de los índices de afiliación sindical más altos mientras que el peso de los sindicatos es irrisorio en la hostelería y el comercio, dos agujeros negros de explotación y precariedad.
Sin embargo, el peso de la industria es cada vez menor en el PIB. Este pasado agosto, las fábricas registraban su caída más aguda desde 2013. La producción se ha precipitado un 21% desde 2007 y sitúa a España a la cola de Europa según el Eurostat. Entre 2007 y 2017, España llegó a perder 36.643 empresas vinculadas al sector. Alrededor de medio millón de empleos. El tránsito de un capitalismo industrial a un capitalismo de servicios está acarreando una degradación de las condiciones laborales, un empobrecimiento de los salarios, tasas más altas de temporalidad y horarios de trabajo inabarcables. La uberización de la economía nos depara un futuro de camareros de verano, de kellys explotadas y de riders.
El tránsito de un capitalismo industrial a un capitalismo de servicios está acarreando una degradación de las condiciones laborales, un empobrecimiento de los salarios, tasas más altas de temporalidad y horarios de trabajo inabarcables
Durante todo 2018 se firmaron veinte millones de contratos temporales, nueve contratos temporales por cada contrato indefinido. Por cada puesto de trabajo se firmó una media de 43 contratos. Más de una cuarta parte de la población activa malvive del nomadismo laboral, de modo que la inseguridad ha incrementado la demanda de alquiler y ha alimentado una burbuja inmobiliaria alrededor del arrendamiento. Como resultado, el precio medio del alquiler ha crecido un 50% en los últimos cinco años. Por si fuera poco, la epidemia de los pisos turísticos está contribuyendo a expulsar a los vecinos hacia la periferia de las ciudades. Mientras tanto, seguimos con una tasa de cinco mil desahucios al mes, cada vez más a causa de impagos en el alquiler.
Alguna alma cándida podrá pensar que las convulsiones económicas avasallan a todo el mundo sin discriminar clases sociales. Habrá también quien postule que el capitalismo se encuentra al borde del colapso y que una nueva crisis terminará por rematarlo. Lo cierto es que la crisis capitalista es un mecanismo autorregulatorio que permite al sistema fortalecerse. Solo así se explica el crecimiento del mercado de artículos de lujo durante las vacas flacas. Solo así se explica que mientras la mitad de las pensiones se mantienen por debajo del SMI, los grandes banqueros españoles sigan jubilándose con indemnizaciones millonarias. En 2013, el Banco Santander gratificaba a Alfredo Sáenz con casi 90 millones de euros. En 2018, el BBVA retiraba a Francisco González con casi 80 millones. En su último "Informe Mundial de la Riqueza", la consultoría Capgemini desvela que el número de millonarios ha crecido en España un 76% desde la crisis de 2008.
Hubo un lema muy celebrado durante el ciclo de protestas nacido al calor del 15-M. No falta dinero, sobran ladrones. Recordad las acampadas indignadas, las huelgas generales, las mareas, las marchas de la dignidad. Recordad los recortes, las cargas policiales, la ley mordaza, el abuso del código penal contra la disidencia. Recordad la reforma de la Constitución acordada con veranidad y alevosía por el PP y el PSOE al gusto de la Troika. Recordad la corrupción y las puertas giratorias. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros. Lo llaman democracia y no lo es. Manos arriba, esto es un contrato. Me sobra mes a final de sueldo. Recordad la crisis que tiene que venir o que tal vez venga o que a lo mejor ya está viniendo. Recordadlo para que no nos sorprenda, como siempre, dormidos en los laureles.
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