Una niebla densa y un férreo silencio alrededor de la fábrica. Tras la bruma asoman camiones cargados de cerdos que salen al rato vacíos. Seis o siete cada hora. Son casi las dos de la tarde y pasan coches conducidos por oficinistas y administrativos europeos. Pasan bicicletas y patinetes de trabajadores latinos y africanos. Pero nadie habla a las puertas de Litera Meat (Binéfar, Huesca), el matadero más grande de Europa con más de 1600 empleados, la inmensa mayoría inmigrantes. Algunos se atrevieron a hacerlo la semana anterior y ahora empiezan a pagar las consecuencias: despidos, sanciones, advertencias.
Es 17 de diciembre y aún se aprecia en el pueblo la resaca de la huelga de cuatro días convocada por CNT (Confederación Nacional del Trabajo), la primera en los cinco años de actividad de una planta que acumula polémicas y escándalos desde su apertura. Solo esos carteles y pegatinas informan sobre lo que sucede al otro lado de estas vallas, dentro de esas naves donde sacrifican hasta 32.000 cerdos diarios: todo lo demás son evasivas, negativas y silencio.
Ya me habían advertido antes de llegar: silencio a la entrada del matadero, en los bares del pueblo, en el departamento de prensa de Litera Meat y en la estación de autobuses de Binéfar, cuando pasadas las tres del mediodía los trabajadores regresan tras una jornada que con frecuencia supera las diez horas repitiendo una tarea monótona y exigente, en una sala a baja temperatura, acoplándose al ritmo de una cadena que procesa unos 1000 cerdos por hora-la velocidad media en el sector es la mitad-y donde los cortes, luxaciones y tendinitis son habituales. "Sales del trabajo y a dormir, no tienes ganas de hacer nada más", dice Leandro Pedrera, trabajador ecuatoriano de 51 años, delegado sindical de CNT, ahora despedido, "los que tenemos hijos pequeños, ni tiempo de acompañarlos al fútbol tenemos".
Los trabajadores regresan tras una jornada que con frecuencia supera las diez horas repitiendo una tarea monótona y exigente, en una sala a baja temperatura, acoplándose al ritmo de una cadena que procesa unos 1000 cerdos por hora-la velocidad media en el sector es la mitad-y donde los cortes, luxaciones y tendinitis son habituales
"La cinta va a una velocidad brutal", corrobora Yamine, un trabajador senegalés, "la gente llora, y cuando sales del trabajo te duele todo". Olga, una mujer venezolana residente en Binéfar, con muchos amigos empleados en el matadero, aguantó solo dos días en Litera Meat: "Es terrible. Es todo extorsión y no pagan las horas extra. No quería trabajar allí". No hay que olvidar que en empresas como esta nació el capitalismo moderno: Henry Ford no imaginó su sistema de producción industrial en línea hasta que visitó los mataderos de Cincinnati y Chicago.

El italiano Mario Pini ha hecho fortuna siguiendo su estela. El propietario de Litera Meat, vástago de una familia de tradición cárnica originaria del norte de Italia, acabó instalando su gran proyecto en España tras regentar otros macromataderos en Polonia y Hungría. En ellos fue perfeccionando un sistema laboral en el que extranjeros y romaníes subcontratados trabajaban en condiciones cercanas a la esclavitud. El camino al éxito se encuentra por ensayo y error, y también hubo tropiezos en el ascenso. Pini no pudo acudir a la inauguración oficial de la fábrica de Binéfar: ese día se encontraba en prisión preventiva en Hungría acusado de haber cometido el mayor fraude fiscal en la historia de ese país. El ejecutivo aragonés del socialista Javier Lambán se calló a sabiendas el historial delictivo de Pini cuando pregonaba los miles de empleos y la prosperidad que el matadero traería a la comarca.
En ningún caso a coste cero, como recordaron los ecologistas y animalistas que durante más de tres meses acamparon frente a las instalaciones de Litera Meat sufriendo el acoso de los ultras locales. Los datos provienen del informe ambiental de la propia empresa: 126 toneladas de CO2 al día; 1,3 millones de metros cúbicos de basura contaminante al año; 60 litros de agua por segundo. Un proyecto de tal envergadura necesitaba el apoyo y la complicidad de las autoridades locales, y Pini se la compró. Así lo cuenta el periodista Ferrán Barber: "Parte de los terrenos donde situaron sus instalaciones fueron adquiridos al concejal Txema Isábal; adjudicaron los negocios inmobiliarios a la presidenta de la Agrupación comarcal del PSOE, Rosa Altabás, le confiaron la Seguridad al número 2 de la policía local -Antonio Díez- y se emplearon a otros cargos políticos locales en algunas de las empresas auxiliares". Aún a día de hoy, me confían en el local de CNT de Huesca, "el hijo del antiguo alcalde socialista de Binéfar trabaja en Litera Meat: en un trabajo que no sabemos muy bien en qué consiste, pero en el que gana mucho dinero".
MANO DE OBRA, CARNE BARATA
En cualquier caso, ningún pacto de silencio dura para siempre. "Nosotros el miedo ya lo hemos dejado a un lado", habla Olger Rueda, también ecuatoriano y sindicalista de CNT, "por eso nos enfrentamos a los jefes y nos defendemos. El resto de la gente tiene mucho miedo. Y si nos despiden, pues nos iremos con la cabeza bien alta". De los cientos de trabajadores del matadero que pululan por Binéfar solo tres se atreven a relatar las condiciones de trabajo que sufren dentro de Litera Meat. Un vecino asegura que en verdad son dos pueblos que viven de espaldas: "el Binéfar de los negros y el Binéfar de los blancos". Unos no cuentan lo que pasa allí adentro y otros prefieren no saberlo.
La realidad es que la fórmula es idéntica a la de otra industria cualquiera: exprimir al máximo el tiempo sacrificando el mínimo de precisión. El problema en Litera Meat, según los trabajadores, es que esa espiral se alimenta a costa de su salud y su seguridad. 160.000 cerdos procesados a la semana. Carne barata para abastecer a los 1400 millones de estómagos chinos, principales clientes de la marca. Tan barata que el pasado verano el Ministerio de Comercio chino le abrió una investigación a Litera Meat por vender por debajo del precio de mercado.

"Nosotros nos dedicamos a sacar el hueso del brazo", detalla Olger, "ya nos viene sin grasa ni piel, y nuestro trabajo consiste en abrir la pala y sacar bien el hueso sin cortarlo demasiado. No puedes cortar por cortar: es como un cirujano". Pero las condiciones no son precisamente las de una intervención quirúrgica: "Con la velocidad de la cinta, a veces el cuchillo rebota y cortas a otro". La cadena corre a una velocidad exasperante, los cuchillos no están todo lo afilados que debieran y los trabajadores se apuran sobre los cerdos chocándose unos con otros: si dejan pasar demasiadas piezas sin procesar el encargado les llamará al orden.
Olger y Leandro han trabajado en otros mataderos de Aragón y Cataluña. Dos informes publicados en el año 2022-uno elaborado por Amigos de la Tierra y la Universidad Pontificia de Comillas; y otro por Justicia Alimentaria-destacaban las "terribles condiciones de trabajo" en el sector cárnico; el "alto riesgo de accidentes laborales" y la "insuficiente prevención de riesgos laborales". Pero en ninguna otra empresa-tampoco en Fribin, el otro matadero de Binéfar-las condiciones son tan precarias y leoninas como en Litera Meat. Olger y Leandro lo corroboran, pero no solo ellos.
Bárbara Cavero, abogada laboralista de CNT Huesca, explica que en Litera Meat "se trabaja con horas extra y jornadas maratonianas, y la velocidad de las cintas transportadoras duplica la de otras empresas". Gorka Labata, secretario de Acción Sindical de CNT Huesca, va más allá: "No conozco ningún centro de trabajo en el que haya unas condiciones tan malas como en Litera Meat, con una deshumanización tan grande de los trabajadores. No los respetan como personas".
El matadero apenas llevaba un año abierto cuando saltó a todos los telediarios y periódicos nacionales. Durante la primavera de 2020, en las peores semanas de la pandemia, un brote de coronavirus en Litera Meat hizo enfermar a 400 de los entonces 1500 empleados del matadero. Las denuncias del sindicato señalaban la inexistencia de medidas de distancia social y de cualquier servicio médico, la falta de material de protección y el despido de los empleados que se quedaban en casa tras haber dado positivo. El diario Público recogía así el testimonio de un empleado: "Cuando, recuperado aparentemente de mi enfermedad, trato de reincorporarme a mi empleo, se me comunicó que había sido despedido por tomarme unas vacaciones sin permiso. Pretendían que los portadores del virus, a menudo aún enfermos, siguieran trabajando y amontonándose en las instalaciones".
"UN CLIMA DE HOSTIGAMIENTO"
La huelga del pasado diciembre fue la primera desde la apertura de Litera Meat, pero las tensiones entre la plantilla, los encargados y la dirección se remontan a los primeros meses de actividad. La mano de obra, inmigrantes sin arraigo en la zona ni experiencia sindical, manifestaba su descontento por otras vías: con paros espontáneos para exigir el pago de las horas extra o insubordinándose frente a los encargados, quienes ejercen de correa de transmisión del patrón para imponer disciplina en la fábrica. "Ellos solo tienen relación con la empresa y no te puedes fiar de ellos", asegura Yamine, "si dices algo malo, van a contárselo al jefe".

Ya desde antes de la pandemia, los trabajadores descontentos con sus condiciones y con el papel de Comisiones Obreras-sindicato mayoritario en el comité, con 18 de los 23 miembros-fueron organizándose en torno a CNT. Litera Meat no lo puso fácil, y los despidos y sanciones contra los empleados protestones se cuentan a puñados.
"La mayoría de los despidos", explica la abogada de CNT, "obedecen a causas discriminatorias, aunque se enmascaran de presuntas desobediencias a empleados. Suelen obedecer a una persona que está en el sindicato o que reclama sus derechos. Esos encargados que le hacen el trabajo sucio y mantienen un clima de hostigamiento para evitar que se eche a perder el sistema de explotación que tienen montado". En una denuncia presentada ante Inspección de Trabajo, varios integrantes de la sección sindical aportaron hasta 25 cartas de despido con un contenido prácticamente idéntico: desobediencia a los encargados. La mayoría de esas demandas se solventan sin llegar al juzgado: "Litera Meat pone mucho dinero sobre la mesa, y el bolsillo obrero, que necesita ese dinero y no quiere exponerse a perder el juicio, acepta el acuerdo".
Comisiones Obreras no quiso saber nada de huelga. El sindicato de Industria de Aragón publicó un comunicado distanciándose del paro, mientras que una afiliada de Litera Meat difundió un vídeo por WhatsApp invitando a sus compañeros a ir a trabajar los días de huelga. "Están vendidos a la empresa", denuncian desde CNT Huesca, "y hubo gente del comité de Litera Meat, la misma que firma las cartas de sanciones y despidos, que nos dijo que eso venía de arriba, de CC.OO Aragón de cárnicas, porque acaban de firmar un nuevo convenio"
Comisiones Obreras no quiso saber nada de huelga. El sindicato de Industria de Aragón publicó un comunicado distanciándose del paro, mientras que una afiliada de Litera Meat difundió un vídeo por WhatsApp invitando a sus compañeros a ir a trabajar los días de huelga
Efectivamente, poco antes se había acordado un nuevo convenio para el sector en Aragón. "Se alcanzó un acuerdo reduciendo la jornada laboral y subiendo el salario en un 3%", se enorgullece Alberto Moraga, mediador laboral de Comisiones Obreras en Huesca. Moraga cree que no era momento de hacer una huelga, y que CNT se "aprovechó del desconcierto" y "no nos comunicó cuáles eran los motivos para el paro". Fueron los siguientes: reducir la velocidad de la cinta, más formación y recursos en prevención de riesgos laborales y poder ir al baño durante la jornada de trabajo.
"Había ganas de huelga", asegura Amalia, y el resultado fue más que satisfactorio. CNT estima el seguimiento entre el 70 y el 80% de la plantilla, aunque la empresa rebaja esas cifras, con nutridos piquetes a la puerta del matadero impidiendo la entrada de los camiones y los autobuses con trabajadores. "La empresa pudo prepararse haciéndoles trabajar más horas en los días previos y congelando carne", explica Labata. Aún así, la producción de la empresa estuvo casi totalmente paralizada durante los cuatro días pese a las presiones, las advertencias y la desinformación que la empresa hizo circular durante esa semana.

"Ha habido unos diez expedientes de despido y alguno de sanción desde entonces", expone la abogada del sindicato, "no contra las personas que estaban en primera línea, pero sí contra algunas relacionadas familiarmente con ellas: por ejemplo, a la esposa de un miembro del comité de huelga y al primo de otro".
"Pini siempre está tratando de desgastarnos", se resigna Olger, "pero seguiremos en la lucha". Los primeros días tras el paro la empresa parecía dispuesta a conceder una tregua. Accedió puntualmente a algunas de sus peticiones-poder ir libremente al baño-, dejó de cobrarles el autobús a los trabajadores que llegan desde Lleida e incluso aceptó reunirse con la sección sindical de CNT, algo que llevaban años intentando sin éxito. Todo resultó ser un espejismo: la reunión se suspendió dos días antes de celebrarse; volvieron las sanciones y la sobrecarga de trabajo; y Pini no se presentó a declarar al juicio penal en el que se le acusa de increpar a un sindicalista. Pero sería erróneo creer que los trabajadores están en el mismo punto que antes de la huelga. "La sección sindical está más empoderada que nunca", se congratula Labata, "y ahora toca probar a ver si hay fuerza para ir hacia una huelga indefinida". Una vez que se rompe el silencio, nadie quiere vivir de nuevo en él.
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