El 20 de enero de 1969, Enrique Ruano cayó por la ventana de un séptimo piso de Madrid mientras se encontraba bajo custodia de la Brigada Político-Social. Un policía telefoneó a la familia y dijo que Ruano se había suicidado. Tenía 21 años, estudiaba quinto de derecho y era militante del Frente de Liberación Popular, el Felipe. A Ruano lo habían detenido en un bar en la medianoche del 18 junto a su pareja y otros dos compañeros. Lo acusaron de actividades subversivas y la tierra se lo tragó durante los dos días y medio que duró la detención hasta que su muerte saltó a la primera plana de los diarios franquistas. Después de los interrogatorios, tres agente se lo habían llevado esposado para que presenciara el registro de un pequeño piso en el número 60 de la calle General Mola, ahora Príncipe de Vergara. Dice la versión oficial que Ruano se zafó de sus captores para arrojarse al patio interior. Murió en el acto.
El informe policial resultaba tan inverosímil que el régimen tuvo que construir un relato que justificara lo que parecía más un crimen que un suicidio. De la tarea propagandística se encargó el ABC. Al día siguiente de la muerte de Ruano, el diario de Torcuato Luca de Tena llevaba en portada la detención de “cuatro comunistas” y una nota remitida por la Dirección General de Seguridad. Allí figuraban los nombres de los arrestados. Enrique Ruano. María Dolores González. Abilito Villena. José Bailo. A Enrique y a su pareja, María Dolores, la policía les acusaba de “haber arrojado en la vía pública propaganda de las Comisiones obreras”. Los otros dos detenidos portaban “documentos relacionados con actividades clandestinas de carácter comunista”. José Bailo era un ex sacerdote al que habían encontrado antecedentes por “actividades comunistas en Valencia”. A Abilio Villena le imputaban haber exhibido un retrato de Franco que después fue quemado en la Facultad de Filosofía. De Enrique Ruano dijeron que había participado siete meses antes en la ocupación de la facultad.
El informe policial resultaba tan inverosímil que el régimen tuvo que construir un relato que justificara lo que parecía más un crimen que un suicidio. De la tarea propagandística se encargó el ABC
Cuando por fin la nota del ABC refiere los pormenores de la muerte de Ruano, menciona también un supuesto diario personal en el que la víctima habría expresado “su idea obsesiva de suicidio”. Al día siguiente, el periódico dedica toda una página a transcribir pasajes del manuscrito. “Pienso que el suicidio sería una solución”, dice el subtitular de la noticia. En otra columna, a modo de editorial, el ABC concluye que Enrique Ruano era un chico “tocado de una clara y típica psicopatía” y culpa a los militantes antifranquistas de haberlo arrastrado fuera de la ley. Los “revoltosos”, dice el ABC, han utilizado la muerte de Ruano como pretexto para perturbar la rutina universitaria con “banderas rojas con la hoz y el martillo, banderas republicanas, carteles subversivos, asambleas tumultuarias, agresiones a coches de policía”. En definitiva, que Ruano es una víctima pero no de la policía sino de los activistas.
Lo cierto es que las protestas estudiantiles habían subido de tono hasta un extremo que el régimen no podía tolerar. Tres días después de la muerte de Ruano, Francisco Franco y el vicepresidente Luis Carrero Blanco firman el estado de excepción con el pretexto de neutralizar “acciones minoritarias”. El decreto-ley 1/1969 de 24 de enero, en la tradición conspiranoica del franquismo, atribuye las protestas a una “estrategia internacional”. Desde luego, la inercia del mayo del 68 francés había disparado las alarmas del Caudillo. Ya en septiembre de 1968, atemorizado por el estallido de nuevos núcleos de disidencia, el régimen había infiltrado en la universidad a un grupo de delatores que operaba bajo el nombre de Organización Contrasubversiva Nacional. Tras las protestas que sucedieron a la muerte de Ruano, la ONC pasó a manos de Gobernación. Así es como nacen los servicios secretos españoles y toda una estirpe de siglas que van desde el SECED hasta el CNI pasando por el CESID.
Pero la muerte de Ruano y la publicación de su supuesto diario desata otra polémica. Y es que el 23 de enero de 1969, el diario SP había publicado bajo el seudónimo “586.847” una carta contra la “villanía” del ABC. Al día siguiente, Torcuato Luca de Tena no solo revela la identidad del seudónimo, que corresponde al número de identidad del diplomático Julián Ayesta, sino que además justifica la publicación de un diario que luego se demostró no ser más que un refrito de una carta. El ABC, dice Luca de Tena, tenía la prueba definitiva de que Ruano se había suicidado y no iba a permitir que se salpicara “de infamia a los defensores del Orden Público frente a aquellos que lo perturban”. La verdad es que la familia de Ruano terminó demandando a Torcuato Luca de Tena y el ABC tuvo que reconocer su manipulación en un breve. En todo caso, la disputa pública entre Ayesta y Luca de Tena allanó el camino para el retorno de la censura en prensa. El régimen de censura previa había desaparecido en 1966, pero el estado de excepción de 1969 devolvió al Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga la tarea de revisar cualquier original impreso que quisiera ver la luz. La censura, entre otras cosas, prohibirá publicar la esquela de Enrique Ruano hasta la muerte de Franco.
La familia de Ruano terminó demandando a Torcuato Luca de Tena y el ABC tuvo que reconocer su manipulación en un breve
El propio Manuel Fraga justifica el decreto del estado de excepción frente a una serie de “acciones claramente concertadas para meter al país en una ola de confusión y de subversión mundial”. Esta estrategia, dice Fraga, “utiliza la generosidad ingenua de la juventud para llevarla a una orgía de nihilismo, de anarquismo y de desobediencia”. Por lo visto, el ministro de Información y Turismo trata de calmar las aguas de la subversión por otros cauces. Cuenta José María Mohedano, compañero de Ruano y abogado de la familia, que Manuel Fraga llegó a telefonear a los padres de Enrique Ruano con la intención de intimidarlos. Al parecer, amenazó con detener a la otra hija, Margot, que también era militante antifranquista. Margot Ruano ha venido reivindicando la memoria de su hermano durante estos últimos cincuenta años. La perseverancia de la familia ha llegado a conseguir que en 1996 se reabriera el caso, aunque los policías implicados terminaron absueltos por falta de pruebas.
Cincuenta años después de la muerte de Ruano, el Ayuntamiento de Madrid ha organizado un evento que conmemora este episodio crucial de la lucha antifranquista. Una placa recordará al joven estudiante en el número 60 de Príncipe de Vergara. Han pasado ya cincuenta años de la muerte de Ruano pero también cincuenta años del estado de excepción y de la instauración de la censura previa en la prensa. Fueron tres meses de durísima represión y persecución política. Fueron también meses de reorganización del régimen, que en medio de la resaca represiva decidió nombrar a Juan Carlos de Borbón como sucesor del Caudillo. Cincuenta años, medio siglo.
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