Stonewall Inn era un antro de Christopher Street, en Greenwich Village, Nueva York. Lo regentaba la mafia, vendía alcohol sin licencia con los tragos aguados y tenía una jukebox en el que la clientela ponía canciones para bailar. Esa clientela era lo que daba sentido al refugio en que se había convertido un bar que en cualquier otra época o lugar habría cerrado poco después de su apertura.
El 28 de junio de 1969 parecía que iba a ser una noche más en la que unos 200 gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales y queers (LGBTTIQ+) se pasaran por Stonewall a divertirse sin miradas. Sin embargo, a la 1:20 de la madrugada, 6 policías entraron en el local a gritos. El Escuadrón de Moral Pública esperaba en las inmediaciones del edificio para realizar una redada. Pero no era una redada más. La fila de los que iban a ser detenidos tras comprobar su sexo biológico esperó 15 minutos en la calle. Fueron llegando decenas de personas. Comenzaron las burlas a los agentes, jaleadas por la muchedumbre atraída por las sirenas de los coches de policía. Cuando empezaron a meter a los detenidos en las patrullas, se escuchó un grito de "Gay Power", y empezó lo que se conoce como los disturbios de Stonewall.
Cuando empezaron a meter a los detenidos en las patrullas, se escuchó un grito de "Gay Power", y empezó lo que se conoce como los disturbios de Stonewall
Un agente golpeó a una transexual, y ella le devolvió el golpe con un bolsazo en la cabeza. Según Edmun White, un testigo del barrio que solo pasaba por allí: "Estaban inquietos, enfadados y decididos. No tenían ni un eslogan, ni siquiera una intención clara, pero era obvio algo se estaba gestando". Corrió el rumor de que los clientes que aún permanecían dentro del bar estaban siendo agredidos, y empezó una lluvia de monedas y botellas a los coches de policía.
Lo que los agentes nombraron en el atestado como "una típica marimacho neyorquina" se enfrentó a varios policías tras ser agredida con la porra de uno de ellos en la cabeza. Era -supuestamente, según algunos testigos- Stormé DeLarverie, que sangrando por la cabeza, mientras era introducida en el furgón policial, gritó a los espectadores: "¿Por qué no hacéis algo?" Y lo hicieron, pasando de morbosos agolpados en busca del show a una turba incontrolada.
Según una de las más famosas declaraciones sobre los incidentes, la de uno de los involucrados en la revuelta, Michael Fader: "Todos teníamos un sentimiento colectivo de que habíamos soportado lo suficiente esa mierda. No era nada tangible que alguien le hubiera dicho a otro, era algo así como que todo lo que había ocurrido a través de los años se había acumulado en esa noche específica y en ese lugar específico, y no fue una manifestación organizada... Todos en la muchedumbre sentimos que nunca íbamos a volver. Era como el colmo. Era hora de reclamar algo que siempre se nos había arrebatado... Todo tipo de personas, todo tipo de motivos, pero más que nada era total indignación, enfado, pena, todo combinado (...) Y sentimos que por fin teníamos libertad, o libertad para por lo menos demostrar que exigíamos libertad. Ya no íbamos a caminar sumisamente por las noches y dejar que se metieran con nosotros. Nos mantuvimos en nuestros trece por primera vez y eso fue lo que sorprendió a la policía. Había algo en el aire, libertad, que mucha falta hacía, e íbamos a luchar por ella. Se manifestó en dos formas diferentes, pero el resultado final era que no íbamos a ceder. Y no lo hicimos".
Había algo en el aire, libertad, que mucha falta hacía, e íbamos a luchar por ella. Se manifestó en dos formas diferentes, pero el resultado final era que no íbamos a ceder. Y no lo hicimos
Las marchas del Orgullo Gay
El 28 de junio de 1970, en el aniversario de los disturbios de Stonewall, y tras varios meses de activismo en los que se llegaron a fundar magazines como Gay Power o Come out! , y asociaciones como la 'Gay Activist Alliance' que reclamaban la "libertad para expresar nuestra dignidad y valor como seres humanos", se organizó la primera marcha gay de la historia, recorriendo 51 manzanas de Nueva York hasta llegar a Central Park desde Christopher Street.
En Los Ángeles o Chicago se replicó la misma marcha para reclamar derechos para el colectivo y denunciar el acoso policial. Al año siguiente se unirían Boston, Dallas, Milwaukee, Londres, París, Berlín Oeste y Estocolmo. Ya en 1972 la lista de ciudades en las que se organizaba la manifestación aumentó con la presencia de Atlanta, Buffalo, Detroit, Washington D. C., Miami y Filadelfia. Las asociaciones del colectivo habían pasado en Estados Unidos de apenas cincuenta en 1969 a más de 2000 en apenas tres años. Había nacido un movimiento de liberación que acabaría extendiéndose a gran parte del planeta.
Las asociaciones del colectivo habían pasado en Estados Unidos de apenas cincuenta en 1969 a más de 2000 en apenas tres años. Había nacido un movimiento de liberación que acabaría extendiéndose a gran parte del planeta
La lucha civil por los derechos del colectivo LGTB+ se convirtió en una lucha política para intentar cambiar las leyes que castigaban a gais, lesbianas, transexuales y bisexuales en gran parte del mundo. En los años 70 y 80, era impensable alcanzar la igualdad de derechos con personas heterosexuales o algo tan nimio como que personas de un mismo sexo pudieran casar. Países Bajos abrió la lata en 2001 poniendo fin a la discriminación legal en términos de matrimonio. Bélgica en 2004, España y Canadá en 2005, y así hasta una lista de 31 de los 195 países del mundo.
La evolución social, unida a las presiones de los activistas, hizo posible la conquista, del mismo modo que se consiguieron aprobar leyes para proteger al colectivo de los ataques de odio y homofobia en la mayoría de países occidentales, así como también se han conseguido aprobar leyes que permiten a las personas transgénero obtener documentos oficiales con el sexo que mejor refleje su identidad.
Sin embargo, la situación a nivel global sigue siendo preocupante. En gran parte de África y Oriente Medio la homosexualidad sigue siendo perseguida por los gobiernos, llegando incluso a la imposición de pena de muerte, afectando a los derechos humanos y a la propia libertad individual. Por ello, la celebración del Orgullo como festividad y no como reivindicación pierde sentido: no puede haber fiesta del Orgullo hasta que cualquier persona de cualquier país del mundo pueda vivir libremente su condición sexual sin miedo.
Los ataques a la comunidad: una nueva oleada de odio
La madrugada del 3 de julio de 2021, pocos días después de la celebración del Orgullo, Samuel fue asesinado al grito de "maricón" en A Coruña. Fue una paliza grupal. La reacción en España fue de condena casi unánime, acelerada por la magnitud de las redes sociales y el hashtag #JusticiaparaSamuel, con el que se encontraron testigos e incluso imágenes del linchamiento para poder esclarecer el caso. Fueron detenidos dos menores, que aceptaron la condena por asesinato, y aún está pendiente el juicio a cinco adultos, a falta de que Estados Unidos se pronuncie sobre el acceso a los mensajes borrados de sus teléfonos móviles.
La muerte de Samuel fue la punta de lanza de una escalada de violencia contra el colectivo en nuestro país. España es líder en avances sociales y, paradójicamente, está sufriendo a su vez un aumento de las agresiones a LGTB+, aupadas por un discurso de odio desde las instituciones y las voces de la ultraderecha. La batalla cultural y política por la diversidad que se había ganado en los últimos años adquiere un enemigo peligroso incapaz de asumir su pérdida de privilegios.
Según recoge el Portal Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior, entre los años 2013 y 2020 las agresiones relacionadas con delitos de odio aumentaron un 45%. Delitos relacionados con la ideología, el racismo y la xenofobia y también con la discriminación por orientación sexual o identidad de género, con agresiones físicas o verbales. Los últimos datos del Ministerio del Interior recogen a su vez un crecimiento de este tipo de delitos en un 9,3% en el primer semestre de 2021 con respecto al de 2019 (anterior a la pandemia), con 610 denuncias, aunque asociaciones como la Federación Estatal de Lesbianas, Gais Transexuales y Bisexuales (FELGTB) hacen incidencia en que "estos datos son solo un porcentaje muy pequeño de las agresiones que tienen lugar, porque la mayoría no se denuncia".
La respuesta frente a los ataques: el ejemplo de Oslo
5911 kilómetros separan Nueva York y Stonewall, la cuna del nacimiento del Orgullo LGTB, de Oslo y el pub Per p Hjrnet , donde la noche del pasado 24 de junio un hombre armado, noruego de procedencia iraní, asesinó a dos personas e hirió a otras 21. De allí se dirigía a otro club gay, el London Pub cuando fue interceptado por la policía. A consecuencia de este ataque terrorista -que se une al frustrado en Idaho el 12 de junio en el que fueron detenidos 31 supremacistas estadounidenses que se dirigían armados a una de las cabalgatas del Orgullo-, los eventos programados en Oslo fueron cancelados.
La respuesta social no se hizo esperar. De manera espontánea, miles de personas se acercaron al lugar de los hechos para hacer una ofrenda floral y mostrar su repulsa al atentado, con banderas arcoiris y proclamas por la libertad. El partido amistoso en el que la selección de Noruega femenina se enfrentaba a Nueva Zelanda no fue cancelado, y Ada Hegerberg, tras anotar el primer gol del encuentro, mostró su brazalete arcoiris a público y cámaras en señal de protesta y condolencia, dejando una vez más claro el apoyo de este deporte al colectivo. El mensaje es unánime: el amor nunca vencerá al odio.
En Oslo se olvidó la fiesta para centrarse en el llanto y la rabia. Y en ciudades como Madrid, donde la manifestación del Orgullo es más una caravana publicitaria, no se debe perder la referencia de la Historia
Y es que en Oslo se hizo patente que el Orgullo, como movimiento, puede ser una fiesta para celebrar la libertad, pero ante todo tiene que ser una lucha constante, un recuerdo a quienes iniciaron el movimiento, a cada pequeña batalla ganada, pero también a todo lo que sigue sin conseguirse en gran parte del mundo, y la exigencia de visibilidad y de presencia de una parte de la población que sigue siendo señalada, cuestionada y atacada. En Oslo se olvidó la fiesta para centrarse en el llanto y la rabia. Y en ciudades como Madrid, donde la manifestación del Orgullo es más una caravana publicitaria, no se debe perder la referencia de la Historia, de quienes dieron su vida y su libertad para conquistar los espacios públicos que hoy debemos defender.
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