¿Por qué se dispara el gas y qué papel desempeñan Europa, Rusia y el sudeste asiático en todo este embrollo?
El motivo por el que sube ahora la luz es el encarecimiento del gas. Este encarecimiento se debe, fundamentalmente, a un aumento de la demanda global causado por la recuperación y expansión de la producción industrial mundial tras la constricción de la pandemia. La capacidad de extracción de gas requiere de infraestructura y tiempo para ser ampliada, y el escenario previo de incertidumbre y bajada de precios ha llevado a algunas plantas a paralizar su actividad. A esto se le suman en Europa otros factores como el frío invierno pasado, lo que incrementa el gasto en calefacción y aminora los aprovisionamientos, o un verano caluroso que, además de impulsar el uso del aire acondicionado, en España ha venido acompañado de menos viento de lo habitual y por tanto menor generación de energía eólica. Coincide también que en noviembre tres de los siete reactores nucleares que operan en el territorio deberán parar durante aproximadamente un mes, como se hace periódicamente, para recargar combustible. Para colmo de males, en el pasado mes de septiembre se produjo un incendio en el principal interconector que abastece a Reino Unido de electricidad desde Francia y se mantendrá a la mitad de su capacidad para labores de revisión, según han anunciado, hasta finales de marzo de 2022.
El encarecimiento del gas, a su vez, está arrastrando a otros combustibles. La gasolina se ha disparado en España un 22% en lo que va de año y el gasóleo un 23%, lo que repercute en el transporte y por tanto en la inflación. Muchos países están recurriendo al carbón como alternativa, pese a los compromisos de desprenderse de él y reducir así la contaminación. Es el caso de Vietnam, China, Reino Unido o la Unión Europea. China, además de reactivar la minería y pese a sus complicadas relaciones diplomáticas, ha vuelto a importar carbón australiano tras restringirlo en 2020, mientras que España reabre la central térmica de As Pontes (A Coruña) y Europa demanda más carbón a Rusia. Su precio se ha cuadruplicado entre octubre de 2020 y octubre de 2021, algo que a su vez está provocando pérdidas en el 70% de las centrales térmicas chinas que operan con carbón, según el Consejo de Electricidad.
Para hacernos una idea de la dimensión del problema, el aumento del precio de la energía y de la demanda de materiales está provocando una inflación en la zona euro superior al 2%. El aluminio se ha disparado un 54% en lo que va de año; el silicio, un 320% en apenas dos meses. Fábricas españolas como las de Sidenor, Fertiberia, Ferroatlántica y Asturias de Zinc han suspendido su actividad. La principal preocupación internacional relativa a la luz es asegurar el suministro eléctrico del próximo invierno. En Reino Unido existe incertidumbre sobre el impacto en el sector primario. Multinacionales como CF Industries o Yara han anunciado el cierre de fábricas de fertilizantes, que a su vez generan dióxido de carbono como subproducto, un recurso que emplea la industria cárnica para la matanza, por lo que podría favorecer el desabastecimiento. En Pakistán, muy dependiente de la importación de gas, las autoridades asumen el escenario de apagones durante los próximos meses. En China se informa de cortes de electricidad que afectan a hogares e industrias, incluso a los semáforos según algunos reportes, varias empresas que producen para multinacionales como Apple y Tesla han detenido su producción y las provincias de Cantón y Shenzen han suspendido los espectáculos de luces por el Día Nacional de China.
De forma pareja, el aumento de la producción industrial y de la demanda de combustible ha conllevado una mayor demanda de derechos de emisiones de CO2. Cada año la UE fija un techo de emisiones de CO2 para los países miembros con el objeto de cumplir una serie de metas climáticas de descarbonización. Las industrias que más dióxido de carbono producen están sujetas a estos derechos si no quieren pagar multas desorbitadas por exceder el límite. No obstante, estos derechos se pueden comprar y vender entre países y empresas, de manera que alrededor de ellos se ha originado un comercio especulativo en el que el precio varía en función de la demanda, los derechos puestos en circulación y las actividades industriales a las que Europa les exige estos derechos -por ejemplo, este año se ha propuesto incluir próximamente al transporte marítimo-.
El europeo hace algunos años que no es el único mercado de CO2 en el panorama internacional -países como Estados Unidos o China han puesto en marcha sus propios mercados y Rusia está comenzando a implementarlo-, pero destaca por cómo se ha disparado la tonelada de CO2, desde superar por primera vez los 35 euros en diciembre de 2020 a los 50 del inicio de mayo de este año o los 60 del cierre de agosto, algo que ha acrecentado todavía más el ascenso del precio de la energía eléctrica procedente de centrales térmicas dependientes del gas, lo que se traslada al precio de mercado de la luz.
Así las cosas, conseguir gas natural se ha convertido en una prioridad para Europa y Asia pero, ¿de dónde?
EUROPA
El continente, además de importador, también es productor de gas. Noruega se encuentra entre los 5 mayores exportadores de gas en el mundo, y lo hace fundamentalmente a otros países europeos: alrededor de 100 billones americanos de metros cúbicos (bcm) anuales que en 2020 cubrieron entre el 20 y el 25% de la demanda comunitaria. En estos momentos algunas de sus instalaciones están paralizadas por mantenimiento, a lo que se le suma desde 2020 la interrupción por un incendio de la única planta noruega de gas natural licuado (GNL) -es decir, aquel que se transporta en embarcaciones-, algo que si bien no tiene un efecto directo en las importaciones europeas, que se hacen de forma más barata por tubería, ha conducido al cierre provisional de algunos campos gasísticos. Su capacidad para incrementar la producción es limitada y se ha comprometido a hacerlo en un 2% hacia el próximo año.
Aun confiando en dicho compromiso, esto no impide que la producción europea vaya a seguir decayendo, lo que supone otro de los motivos de la carestía del gas. Esto se debe, sobre todo, al progresivo cierre de la extracción en Groningen (Países Bajos) por causa del riesgo sísmico que comporta: ya le han sido atribuidos varios terremotos. Es el campo gasístico más grande de Europa. La producción en los Países Bajos ha caído de los 87 bcm en 2013 a los 24 de 2020, y se planea reducirlo en el próximo ciclo anual a los 3,9 bcm antes de su cierre definitivo en octubre de 2022.
La producción en los Países Bajos ha caído de los 87 bcm en 2013 a los 24 de 2020, y se planea reducirlo en el próximo ciclo anual a los 3,9 bcm antes de su cierre definitivo
En el medio plazo, Europa tiene un ojo puesto en Chipre, donde unas reservas de 3.450 bcm en un territorio en disputa tensionan el Mediterráneo entre Turquía y Grecia, quien cuenta con el acuerdo de Chipre e Israel para la construcción de EastMed: un gasoducto desde las aguas de estos dos países hacia Grecia con una ramificación hacia Italia. Grecia cuenta con el apoyo de Francia y Estados Unidos, mientras Turquía presiona, a fin de satisfacer sus pretensiones, con movimientos militares y su acercamiento geopolítico a Libia, adonde envió tropas en 2020 y con quien firmó un acuerdo de delimitación marítima que podría afectar al gasoducto, pese a que todavía existen dudas sobre la rentabilidad del proyecto heleno. Este acercamiento también es fuente de conflicto con Italia, que no solo aspira a beneficiarse del gas chipriota, sino que actualmente se nutre de los hidrocarburos libios. El director de relaciones públicas de ENI, gasística estatal italiana que gestiona el gasoducto libio-italiano Greenstream, declaró este mes que “las cosas van bien, pero podrían ir mucho mejor. Libia podría redoblar o triplicar la producción de gas”. Cabe mencionar que, para evitar imágenes y situaciones como las del campo de refugiados de Lesbos, la UE encomienda a Turquía la vigilancia de las fronteras con Grecia desde un pacto de 2016 por 6.000 millones de euros, otra baza más que Erdogan no ha dudado en emplear para sus propósitos: en 2020 empujó a Europa a más de 76.000 migrantes en menos de 48 horas.
SUDESTE ASIÁTICO
El sudeste asiático es el otro gran deficitario de gas. Entre los tres mayores importadores del mundo se encuentran Japón y China, seguidos a no mucha distancia por Corea del Sur. Japón y Corea del Sur suelen encabezar la lista de importadores concretamente de gas natural licuado, y lo hacen mayoritariamente desde Australia, Estados Unidos, Qatar y Malasia.
Sin embargo, a lo largo de 2021, y de forma pareja a Europa, el crecimiento de la producción industrial ha elevado la demanda eléctrica en estos países: en China lo ha hecho en un 13,8% en los primeros ocho meses del año. Esto ha conducido a los países asiáticos a competir por los mismos suministros que Europa. Este año China ha superado a Japón como primer importador del gas natural licuado en el mundo.
NORTEAMÉRICA Y AUSTRALIA
Estados Unidos, Canadá y Australia están viendo cómo se incrementan los pedidos de gas natural licuado desde Europa y Asia, por lo que el precio también se ve afectado en estos países, aunque de forma menos acusada. Estados Unidos es el primer productor de gas natural en el mundo, pero también el primer consumidor, y hasta 2017 no era capaz de autoabastecerse. Por eso estos tres países, pese a ser grandes exportadores de gas, se sitúan a una distancia considerable del volumen de exportaciones anuales de Rusia, Qatar o Noruega. Durante este año la producción de Estados Unidos se ha visto afectada por fenómenos meteorológicos como el huracán Ida y la tormenta Nicholas, que han reducido en más del 30% la extracción petrolera del Golfo de México durante semanas.
El gran inconveniente de Estados Unidos, Canadá y Australia es que no cuentan con gasoductos que los conecten a los países demandantes de gas, por lo que deben transportarlo licuado mediante buques metaneros, lo que además de encarecer el proceso, algo que los convierte en la segunda opción de Europa o China, está limitado por la capacidad de las plantas de licuefacción de las que dispone cada país. Esta infraestructura requiere de una gran inversión y tardaría años en poder ampliarse, por lo que no basta con una situación coyuntural de demanda de gas para que estos países vayan a asumir un gasto de esa envergadura.
RUSIA
Rusia es el país con las mayores reservas y exportaciones de gas. Pese a su irrelevancia en el mercado gasístico español, de ella depende alrededor del 40% del consumo en la UE: más del 75% de las importaciones de Finlandia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Hungría y Bulgaria, y grandes volúmenes en el caso de Alemania, Países Bajos e Italia. Una red de gasoductos conecta a Rusia y Europa a través del Mar Báltico (Nord Stream), Bielorrusia (Yamal-Europa), Turquía (Turk Stream) y Ucrania, donde convergen las tuberías Nothern Lights, Brotherhood y Soyuz para abastecer a Europa central a través de Transgas y sus ramificaciones.
Desde la crisis del Euromaidán, en que grupos fascistas armados depusieron por la fuerza, auspiciados por Estados Unidos y Europa, a un gobierno ucraniano que estaba haciendo movimientos de aproximación a Rusia, el gigante euroasiático se ha interesado en abastecer a Europa a través de líneas que no pasen por Ucrania ni la beneficien por los lucrativos derechos de paso: entre 2.000 y 3.000 millones de dólares anuales que suponen el 3% del PIB ucraniano.
Rusia se ha interesado en abastecer a Europa a través de líneas que no pasen por Ucrania ni la beneficien por los lucrativos derechos de paso
Para este propósito, Vladimir Putin acordó con Angela Merkel la construcción de Nord Stream 2, también a través del Mar Báltico, algo que ha comportado sanciones de Estados Unidos y el rechazo de países europeos más próximos a Ucrania, como Polonia. Estos dos países han llevado a los tribunales europeos el proyecto, cuya construcción está finalizada desde septiembre pero todavía pendiente de autorización alemana para entrar en funcionamiento, lo que puede tardar algunos meses. Polonia está interesada en acercarse más a Ucrania, que también cuenta con reservas de gas, para ganar mayor independencia de Alemania. El 22 de agosto el presidente ucraniano Volodimir Zelenski se reunía con la canciller alemana para asegurar el paso del gas ruso por su territorio -un escenario probable, aunque sea en menor cantidad- mientras Rusia dejaba patente la enemistad con Kiev con la ampliación de sanciones contra el ministro de Exteriores y el secretario de Defensa a propósito de la disputa por Crimea, cuya anexión a Rusia en marzo de 2014 supuso a Kiev la pérdida de infraestructura y el 80% de las reservas de hidrocarburos en el Mar Negro.
En paralelo, ha concluido la construcción de dos ramificaciones para abastecer a Hungría desde Rusia sin pasar por Ucrania, a través de Serbia (South Stream) y Austria (Yamal II). Además, el acuerdo incluye que Hungría no debe desviar parte de este gas a Ucrania. El suministro se ha puesto en marcha el 1 de octubre. Yuri Vitrenko, jefe de la compañía gasística estatal ucraniana Naftogaz, ha pedido sanciones contra Rusia, mientras que Peter Szijjarto, ministro de Exteriores de Hungría, acusa a Ucrania, más distante en lo geoestratégico que en lo ideológico, de interferir en sus asuntos.
En este escenario de tensiones, no faltan medios de comunicación relevantes que acusen a Rusia de provocar la escasez de gas en Europa cortando el suministro a través de Ucrania como medida de presión para agilizar la aprobación de Nord Stream 2. No obstante, la carestía de gas en Europa no se debe a una reducción del abastecimiento, sino a la de su propia producción interna y el aumento de demanda.
La carestía de gas en Europa no se debe a una reducción del abastecimiento, sino a la de su propia producción interna y el aumento de demanda
Así lo ha defendido Merkel: “Rusia solo puede suministrar gas en base a las obligaciones contractuales. Así que la pregunta es: ¿se pide lo suficiente o el elevado precio actual podría ser una razón para no pedir tanto?”. Putin, por su parte, ha detallado que no solo no se recortaron las exportaciones a Europa, sino que incluso las que lo hicieron a través de gasoductos ucranianos fueron un 8% superiores a lo firmado inicialmente, y hasta septiembre el volumen comercializado a Europa rozaba el récord histórico, que estimó que se superaría para el año completo. Reuters lo ha contrastado con las principales firmas energéticas europeas, que confirmaron que, a pesar de las declaraciones de algunos políticos, Rusia sí estaba cumpliendo lo acordado. Algunas de estas compañías y la rusa encargada de todas las exportaciones de gas nacional, Gazprom, corroboraron que tampoco han pedido más combustible. Las exportaciones de Gazprom sufrieron un aumento de más del 15% en lo que va de año.
De lo que sí desconfían los importadores de gas es de que Rusia sea capaz de mantener el ritmo de exportaciones. Gazprom no solo exporta a Europa, también abastece al oriente de China a través del gasoducto Power of Siberia, mientras desarrolla el Power of Siberia 2 hacia el occidente. El director de la compañía estatal rusa declaró que los mercados asiáticos resultaban más atractivos que los europeos. Las exportaciones a China y Turquía aumentaron un 19% en los primeros ocho meses de 2021. El problema es que el país euroasiático tiene los aprovisionamientos internos bajo mínimos y el invierno a las puertas. En los últimos años, nunca los contenedores de gas estuvieron tan vacíos al cierre de la temporada en junio. Ahora Rusia debe priorizarse a sí misma: la situación hace un mes y medio era la de necesitar almacenar el equivalente al 80% de las exportaciones diarias a Europa para alcanzar el objetivo de los 80 bcm programado para el 1 de noviembre.
En consonancia, el abastecimiento a Europa decayó en septiembre, aunque el presidente ruso afirma que no se ha rechazado un solo encargo. Desde Rusia responsabilizan a la UE de desoír las advertencias de Gazprom de asegurarse el suministro mediante contratos a largo plazo en lugar del comercio spot, que no compromete comercialmente a la firma proveedora que por tanto podría, si quisiera, dejar tirada a Europa en contextos como el actual.
El 6 de octubre Putin tranquilizó a los mercados asegurando que Rusia es “confiable” y aumentaría los envíos al continente, incluyendo a Ucrania, a la que “pese a los problemas” diplomáticos no desea poner “en situaciones difíciles”, por lo que superará sus “obligaciones contractuales para el suministro de gas a través del territorio de Ucrania”. Inmediatamente los futuros de gas se desplomaron durante esa jornada desde el récord de 1,97 dólares el metro cúbico a los 0,6. El mandatario ruso aprovechó para apostillar que Nord Stream 2 permitiría incrementar el suministro, ya que las rutas actuales habrían estado trabajando a su máxima capacidad, y que se debería apostar por las rutas del Báltico y el Mar Negro, más baratas y menos contaminantes. Su discurso señaló la contradicción de oponerse a Nord Stream 2 a la vez que se le demanda más gas a Rusia.
MAGREB
El 22 de abril la revista francesa Jeune Afrique publica en exclusiva que Brahim Ghali, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, se encontraba hospitalizado de urgencia en España, adonde habría entrado con una identidad falsa tras garantizar Pedro Sánchez a su homólogo argelino, Abdelmajid Tebboune, que Ghali no sería investigado por la Justicia española. El 8 de mayo el Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí lanza un comunicado amenazando a España con “consecuencias” y entre el 17 y el 18 del mismo mes Rabat empuja a más de 10.000 personas a cruzar la frontera hacia Ceuta. ¿Qué ha ocurrido y qué tiene esto que ver con el gas? Se explicará en un próximo artículo.
Foto portada: Martin Adams.
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