Queríamos creer que volvería a hacerle un quiebro a la muerte. Pero esta vez ese corazón de Julio, tan a la izquierda que se le salía del pecho, no fue capaz de superarlo.
Murió demasiado pronto para quienes le admirábamos, pero mucho más tarde de lo que sus adversarios hubieran necesitado para apagar su denuncia profética. Porque si algo tenía claro Anguita es que no estaba retirado de eso que llamaba él “hacer política” y por ello se esforzaba continuamente en tomar partido, por los de siempre, por los de abajo y contra los de siempre, contra los de arriba.
Y lo hacía sin rehuir el conflicto, sin histrionismos y siempre con educación, dejando desnudos a quienes necesitan el grito y el insulto para disimular la falta de argumentos.
Por eso recordaré siempre con un cariño especial la invitación que hace un año me llevó a su casa, a Córdoba. Porque Julio Anguita quería “mojarse” en una campaña complicada apoyando a los suyos. Implicarse apoyando a perdedores que no teníamos el favor de los poderes fácticos. Algunos podéis pensar que era lo suyo pero os aseguro que su generosidad superó la exigible al mito lanzando un alegato a favor de la unidad popular y de lo imprescindible que es no arrugarse ante las presiones de quienes están acostumbrados a mandar sin necesidad de presentarse a las elecciones.
Vivimos en tiempos convulsos en los que los medios de comunicación de masas intentan imponer como verdad absoluta que “da igual dónde vivan y cómo vivan los dirigentes políticos”. Todo para convencernos de que es normal que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso disfrute de un alojamiento de lujo por cortesía del típico empresario amigo del PP, dopado hasta las cejas con dinero público y que, como no podía ser menos, está acusado por un delito contra la Hacienda Pública. Haciendo gala de una obscenidad que abochorna, intentan convencernos que el regalo es a cambio de nada...
¿Alguien se imagina a Julio Anguita en su época de alcalde de Córdoba alojado en un hotel de lujo a costa de un empresario privado?
No. No todos somos iguales.
Por eso le vamos a echar tanto de menos.
No vamos a poder instalarnos ni un solo día en la nostalgia o en la melancolía. Entre otras cosas, porque sí así lo hiciésemos, ese Julio Anguita combativo sería capaz de volver para corrernos a gorrazos
Ahora bien, no vamos a poder instalarnos ni un solo día en la nostalgia o en la melancolía. Entre otras cosas, porque sí así lo hiciésemos, ese Julio Anguita combativo sería capaz de volver para corrernos a gorrazos.
Nos diría mirándonos de frente que hay demasiado que hacer para perder tiempo en lamentos. Que no quiere que dentro de 20 años digamos que para abordar la crisis de 2020, nosotras y nosotros teníamos las mejores soluciones y los programas y planes más eficaces como los tuvo él cuando denunció la construcción europea al servicio de las élites que emergía de Maastricht.
Que nos organicemos y que nos preparemos para pelear. Que abramos la mente e incorporemos a mucha más gente porque no nos sobra nadie y que no perdamos el horizonte de que los nada de hoy todo han de ser. Y que luchemos sin descanso. Que nada importante se consiguió sin esfuerzo y sin sacrificio.
No serían proclamas de mítines. Se lo creía profundamente. Yo también.
Cada vez queda menos para Octubre.
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