Empezaré diciendo que ser kantiano y/o kantiana no es fácil. Para explicarlo voy a basarme en una teoría personal que, aunque no haya sido confirmada por ninguna fuente, cada día tengo más clara. Batman es Kant con capucha de murciélago.
Batman es un personaje que vive (y convive) con una lucha interna y eterna abanderada por el deber. Ha sido retratado por diversos autores (cómics, cine, etc.) y cada uno de ellos lo dota de ciertas características; este es uno de los motivos por los que es complejo retratarlo de manera sistemática. Pero hay un hilo común y que no suele abandonar al hombre murciélago: sus principios, ese sentimiento del deber que, si lo unimos con su ansia de justicia, nos encontramos con el espíritu de Kant.
¿Qué se esconde tras esos principios de los que todos los villanos hablan al referirse de Batman? Es aquí cuando puedo empezar a darle forma a mi teoría: tras esos principios se encuentra el imperativo categórico kantiano. ¿Si? Sí.
Sabemos que Bruce Wayne pierde a sus padres cuando es niño; ve cómo los matan al salir de una función en un teatro (a mi juicio, magníficamente retratada esta escena por ZackSnyder en Batman Vs Superman: El amanecer de la justicia). Ese trauma es el que le empuja a luchar por la justicia en Gotham. En un principio tiene sed de venganza, y esto es un sentir tan humano que poco se le puede reprochar. Tiene claro que quiere matar al asesino de sus padres, pero pronto se da cuenta de que no es esa la solución, que no puede ser parte del problema que acecha a su ciudad. Ve que su deber está más allá de la venganza, que por lo que debe luchar es por el bien y por la justicia. Se encuentra en la necesidad de evitar que otra persona tenga que pasar por lo que él pasó siendo niño. Es por ello que podríamos decir que no se trata de venganza sino de justicia.
Dice Kant en sus Lecciones de ética: “No hay que confundir el deseo de venganza con el deseo de justicia. Todo hombre está obligado a reafirmar sus derechos y a vigilar que no sean pisoteados por los demás”. Esta obligación de la que habla Kant la recoge en su definición del imperativo categórico: «Obra como si tu máxima fuese a servir al mismo tiempo de ley universal (de todo ser racional)». No es una obligación impuesta por otra persona, sino de una obligación dada por la Razón. Este tema, que no es el que nos ocupa, está magníficamente recogido y explicado en la Critica de la razón práctica (puede asustar el nombre, pero no le tengáis miedo).
Batman busca que la justicia y el bien se conviertan en una ley universal (imperativo categórico), y en base a ello hace que gire su vida; considera que es su deber (no viene impuesto por otro, nace de la Razón). Es consciente de tener los medios para conseguirlo, y se siente en la necesidad de no mirar hacia otro lado.
El punto crucial para llevar a cabo dicho imperativo es la empatía, sin ella este castillo de naipes sería impensable. No puedes pretender ni defender que algo sea universal si no te planteas cómo siente quien tienes al lado. Todos hemos escuchado desde niños el mismo consejo: “no hagas a los demás lo que no quieresque te hagan a ti”. Batman es un maestro en este tema. En los cómics nos suelen presentar a un héroe que reflexiona, no es impulsivo, estudia cada paso que va a dar y siempre tiene conocimiento sobre qué se va a encontrar al otro lado o a quién se enfrenta (no podemos olvidar ni obviar que no estamos ante un superhéroe sino ante un gran detective). Para poder investigar necesita sentirse parte de la otra persona, y es este motivo el que tantos problemas le llega a dar. A veces la empatía juega malas pasadas y la línea entre el bien y el mal o entre la cordura y la locura se difumina. Pero con él siempre termina prevaleciendo la razón, el orden y, sobre todo, el deber. En el cómic “Silencio” dice Batman: “Nightwing una vez me explicó que el Joker y yo estamos unidos en una lucha interminable. Que, de un modo enfermizo, el Joker existe por mi culpa. Cómo yo represento el orden de cómo hay que vivir en Gotham City y el Joker al caos que perturba ese orden”. La delgada línea que separa el bien del mal sólo se reafirma ante el deber. Kant nunca habla de un deber que dependa de cualquier otra situación (recompensa, etc.), habla de un deber que nace de la razón. En “La broma asesina”, durante una conversación con el Joker donde este le dice que a qué espera para acabar con él, que le ha disparado a una chica, aterrorizado y secuestrado a un hombre, Batman responde: “Voy a hacer esto según las reglas” y continúa diciendo: “No quiero hacerte daño, no quiero que uno de los dos acabe matando al otro”. En estas palabras se puede ver de una manera clara que la empatía se torna necesaria para conseguir que la justicia sea parte de un orden universal.
Al final de uno de los cómics de Batman leí un comentario de uno de los dibujantes que decía que Batman era un héroe que desearía no existir, y pienso que tiene razón. Desearía no tener la necesidad de existir, pero el deber no es algo que se pueda acallar, y menos si el contraste con el caos es tan evidente como lo es en Gotham.
En definitiva se puede decir que, tanto Kant como Batman, terminan confiando en el ser humano, son conscientes de que el mal acecha en cada decisión por lo que no es una cuestión de ingenuidad. Pero ellos creen y defienden que será la razón y la empatía la que termine marcándonos el camino y, de esta forma, conseguir que no quedemos inmersos en un caos absoluto donde todo tenga cabida.
Es en la Fundamentación de la metafísica de las costumbresdonde dice Kant: “En el respeto a una simple idea consiste la dignidad de todo sujeto racional a ser un miembro legislador en el reino de los fines”. ¿Y qué es Bruce Wayne si no un hombre entregado a una idea, a un símbolo, y todo ello por un fin?
"-Si consigues ser algo más que un hombre, si te entregas a un ideal, si nadie puede detenerte te conviertes en algo muy diferente.
- ¿En qué?
- En una leyenda, Señor Wayne." (Batman Begins, Christopher Nolan).
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