Este es el último artículo de la serie sobre la aporofobia, en la que hemos tocado una introducción al concepto, aporofobia en la infancia y aporofobia en la adolescencia y primera juventud. Así, en los artículos anteriores hemos visto cómo el sistema nos prepara para rechazar nuestra clase socioeconómica, negarles la ayuda a nuestros iguales y, sin embargo, identificarnos con las clases superiores y apoyar sus privilegios porque "en cualquier momento nosotras también podemos ser ricas, es solo cuestión de trabajo, esfuerzo y algo de suerte".
El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, dice en su libro "El Precio de la Desigualdad": “El 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo que hagan, el 90% de los que nacen ricos mueren ricos independientemente de que hagan o no mérito para ello". Esta afirmación, que luego Stiglitz extiende en sólidos argumentos en contra de la existencia de la meritocracia, es tan sencilla (y el camino para llegar a ella es tan claro) que resulta inverosímil el hecho de que la mayoría de las personas, no solo no sean capaces de deducirla, sino que además la cuestionen.
Los medios de comunicación nos ocultan la cantidad de gente que se suicida cada año, ¿para evitar el efecto llamada o para evitar evidenciar que el sistema socioeconómico no funciona?
¿Por qué nos resistimos a pensar que el esfuerzo no es suficiente ni es justo cuando el punto de partida es un sistema desigual? Y peor aún: ¿por qué hemos interiorizado que la responsabilidad de que el sistema sea desigual es de los más desfavorecidos? Quiero que recuerdes estas frases: "En España quien duerme en la calle es porque quiere", "Lo que pasa en África es que la gente no tiene conocimientos para aprovechar sus recursos y salir adelante", "A los inmigrantes se les da todo hecho", "A los jóvenes se les da todo hecho", "Aquí hay mucho vago chupando del paro". ¿Cuándo cuestionamos que a las personas de las clases superiores se les da todo hecho?
Aquí, junto a las explicaciones que vimos en los artículos anteriores, tenemos un claro fenómeno que apoya estas creencias, invisibiliza los esfuerzos vanos y refuerza la idea de que los ricos lo son por méritos propios. Respóndeme: ¿Cuántos artículos y reportajes ves en las revistas sobre personas que están en lo más alto del sistema? ¿Cuántos artículos ves sobre personas que se han esforzado mucho y no han "llegado a nada"? Damos por hecho y entendemos como lógico que el reconocimiento social sea consecuencia de destacar sobre el resto: un vagabundo no destaca sobre el resto, una persona que se ha esforzado lo indecible y ha acabado en la calle no destaca sobre el resto, una persona que lo ha perdido todo por pagarle médicos a su hijo enfermo no destaca sobre el resto. Ese "sobre", ese dejar a las demás personas atrás, ese "nadie me ha regalado nada", en un sistema social en el que todas las personas estamos íntimamente conectadas, inicia un proceso de alienación que queda blindado en el seno de la aporofobia. En la carrera por dejar al resto atrás y codearnos con el rico, perdemos conciencia, empatía, pertenencia al grupo y nos quedamos solas: nos interesa más lo que haga y piense un rico que lo que haga y piense un igual.
Aquí volvemos a los argumentos de los artículos anteriores: los ricos son nuestra referencia, nos identificamos con ellos, queremos ser como ellos. Educamos a nuestras hijas e hijos para que sean como ellos. No importa que partamos dieciocho escalones más abajo que reyes, nobles, descendientes de terratenientes o hijas e hijos de familias tradicionalmente adineradas, eso es lo de menos; no nos paramos a pensar en que el sistema sea desigual, sino en que queremos ser como los ricos y podemos hacerlo.
Para alimentar el autoengaño, los medios de comunicación refuerzan el sesgo de supervivencia, de manera que nos hacen ver en primera plana al diez por ciento de pobres que con esfuerzo llegan a ser "alguien". El 90% que menciona Stiglitz no tiene ni nombre: son números muertos en el mar, números de parados, números de personas que han perdido su casa en el último año, números de personas que se han suicidado. Estos últimos ni siquiera aparecen en los periódicos.
Paremos aquí: 4000 personas se suicidan en España cada año.
¿Cuántas de las miles de personas que se suicidan cada año en España son ricas? ¿Cuántas lo han perdido todo?
Los medios de comunicación nos ocultan la cantidad de gente que se suicida cada año, ¿para evitar el efecto llamada o para evitar evidenciar que el sistema socioeconómico no funciona? ¿Quién crees que caería bajo el efecto llamada? ¿El Rey se suicidaría si conociera las cifras reales de suicidio? ¿El Presidente de España lo haría? ¿Las y los presidentes autonómicos, alcaldes y alcaldesas, duques, condes, terratenientes…? ¿De verdad crees que caerían en el efecto llamada si conocieran las cifras reales de suicidio? ¿Y por qué crees que hay 4000 personas que se quitan la vida cada año? ¿Crees que en una sociedad igualitaria las habría? ¡Oh! ¡Sí! Ahora es el momento en el que sacamos la baza de Suecia. Suecia, que es un país mucho más avanzado en igualdades, tiene una preocupación real ante las cifras de suicidio, que no esconde, igual que no esconde las cifras de violencia de género, ni anima desde las comisarias a que las mujeres se vayan sin denunciar (ah, no, que eso aquí tampoco pasa). Así que a lo mejor las suecas ni se suicidan tanto, ni sufren más violencia de género que las españolas. A lo mejor simplemente en Suecia hay trasparencia, prevención del suicidio visible y un 80% más de denuncias. En cualquier caso, cabría preguntarse también quiénes se suicidan en Suecia, porque pese a ser un país mucho más avanzado, es de cajón de pino que cuenta con personas pobres y personas ricas desde que nacen.
Cuestionamos lo que va o no va a hacer un pobre con 500 euros mensuales, pero nos parece normal, dentro de esta sociedad, que un rey cobre 80000 euros anuales por haber nacido rey
Así que tenemos unos medios de comunicación que tratan a las personas pobres como números o directamente las invisibilizan, idolatran a las personas ricas y esconden cifras que evidencian la desigualdad y lo terriblemente mal que nos sienta este sistema a los seres humanos.
Veamos ahora cómo los políticos aprovechan este coctel molotov para hacer campaña y ganar votantes.
Existen dos maneras principales de usar la aporofobia en beneficio propio, tergiversando la realidad e intensificando el rechazo al pobre y el miedo subconsciente a caer en la pobreza extrema.
Una de ellas es usar al más vulnerable de sparring y convertirlo en el foco del problema estructural: estructuralmente hay pobreza porque viene el inmigrante, porque hay gente que no quiere trabajar y vive del paro, porque hay viciosos pegados a la droga y al vino, porque hay gitanos, porque hay gente que revuelve en la basura. Si nada de esto existiera, el rico confiaría más en mí y me haría rico también. Se me mantiene a ralla porque pagan justos por pecadores. Aquí me gustaría recordar el debate eterno acerca de la renta mínima universal. Cuestionamos lo que va o no va a hacer un pobre con 500 euros mensuales, pero nos parece normal, dentro de esta sociedad, que un rey cobre 80000 euros anuales por haber nacido rey.
La segunda manera de rentabilizar políticamente el rechazo al pobre y el miedo a la pobreza es poner en el oponente la responsabilidad de la desigualdad. El problema es estructural y requiere de esfuerzos de regeneración que van muchísimo más allá de cuatro reformas y una renta, sin embargo: la derecha es responsable de la desigualdad y nosotras vamos a eliminar esa desigualdad. El problema es estructural y requiere de conciencia y consenso por parte de todas las personas, sin embargo: la izquierda es la que genera la pobreza, paro y miseria.
Ya conoces estas declaraciones y estas campañas publicitarias, pero quiero que las releas en este punto, ahora, después de haber leído todo lo demás:
VOX campaña electoral 2021: “Un Mena, 4000 euros; tu abuela 450 euros de pensión”
Declaraciones de Díaz Ayuso en radio 2021: "Necesitan Madrid para seguir con su hoja de ruta que es romper España, dividirla territorialmente y crean ciudadanos de primera y de segunda. De segunda, los mantenidos subvencionados que ellos crean como las colas del hambre para que la gente dependa de ellos".
Declaraciones de Pedro Sánchez en su cuenta de FB 2021: "1,4 millones de niños y niñas viven pobreza severa en España y necesitamos unos 4.000 millones de euros para erradicarla. Esa es la prioridad del PSOE, acabar definitivamente con la pobreza que más nos duele e indigna”.
Como estos tres ejemplos hay miles. Basta con buscar "pobreza", "desigualdad", "inmigrantes", "paro" en las cuentas de los responsables políticos para comprobar cómo reiteradamente y sin escrúpulos se invisibiliza o se tergiversa un grave problema estructural a favor de conseguir votos.
Aquí quiero recordar que no hay una distancia tan larga entre "Mi partido va a acabar con la desigualdad" y "Los pobres son unos mantenidos". Extrapolemos un momento. Imagina que en lugar de pobreza estructural y fallo profundo del sistema, estuviéramos hablando de cáncer infantil. Las consignas serían: "Mi partido va a acabar con el cáncer infantil" y "Los niños con cáncer son unos mantenidos". Las dos frases, cada una en un polo de la batería que hace girar la rueda del sistema, convierte una realidad común profundamente negativa en un capricho individual o un problemita que se arregla en un par de legislaturas.
No es responsable decir que vas a acabar con la desigualdad porque estás mintiendo, y lo sabes. De la misma manera que no es responsable ni ético decir que quien es pobre lo es porque quiere. Y mientras estemos gobernadas por personas incapaces de entender algo tan básico, estaremos condenadas a dar vueltas en el mismo sitio y, al mínimo descuido, caer hacia atrás y perder derechos.
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