Annie Ernaux ha ganado el Nobel de Literatura. Cuando vi la noticia en redes era la hora de comer y me puse tan contenta que casi se me quitó el hambre. Junto a Anne Carson, a quien esperamos que se lo den el año que viene, era mi candidata favorita.
Pese a que solo he leído dos libros suyos ('Pura pasión' y 'Perderse', sus diarios), me cautivó desde el principio su escritura. Es una narradora incansable e inteligente, capaz de construir con muy pocas pinceladas toda una escena que se arraiga fuertemente en el lector y lo hace abstraerse del mundo de su alrededor para meterse de lleno en sus libros. Es, también, muy buena pensadora sobre lo que supone su propia escritura: de 'Pura pasión' me interesó especialmente las reflexiones que hacía acerca de lo que podía o no podía ser este texto, difuminando los límites entre los géneros y reavivando el debate de la autoficción. Como digo, creo que Annie Ernaux hace gala en sus libros de un estilo firme y sincero que bien merecía ese Nobel. Y, sin embargo, creo que es importante que destaquemos otro aspecto que, además de su talento indiscutible, hacen de Ernaux una digna ganadora.
Cualquiera que haya leído algo suyo sabe que Annie Ernaux no escribe en vano. Su escritura es su vida: se enraíza sobre ella, absorbe sus vivencias y de ellas se nutre
Cualquiera que haya leído algo suyo sabe que Annie Ernaux no escribe en vano. Su escritura es su vida: se enraíza sobre ella, absorbe sus vivencias y de ellas se nutre. La distinción literatura/vida no tiene sentido, porque es un todo inseparable. Aunque sabemos que siempre se escribe desde algún lugar, que hasta el autor más puramente ficcional carga con el peso de su propia trayectoria y su conciencia, en esta escritora es especialmente significativo. Porque Annie Ernaux, al escribir un libro como Pura pasión, en el se cuenta la obsesión de una mujer por los encuentros amorosos con un hombre casado, su desesperación y su angustia al no sentirse correspondida, no solo está contando una historia de amor frustrada: está haciendo política.
Hace un año, cuando Taylor Swift lanzó 'Red (Taylor’s Version)', 'All too well' volvió a ser todo un fenómeno y reavivó, con sus metáforas y su estética otoñal, la historia que había vivido con Jake Gyllenhaal. Por aquel entonces yo leí un artículo de BuArena sobre si es lícito escribir sobre los ex, sacar a la luz nuestra versión de los hechos cuando todo el mundo espera que nos quedemos calladas hasta que pase la tormenta. A las mujeres se nos enseña a pasar vergüenza, a filtrar todo lo que nos pasa desde el silencio y la cabeza gacha, no vaya a ser que los demás se enteren y, en vez de dirigir su ira hacia quienes no nos han tratado bien, nos hagan sentir a nosotras que tenemos la culpa de lo que nos ha pasado.
Taylor Swift lleva toda su carrera artística siendo criticada por escribir sobre sus ex. Le han exigido, muchas veces, que aprendiera a hacer otra cosa, como si no fuera esto lo suficientemente importante. Para según qué público, parece que no, que nunca lo será. Sin embargo, con el Nobel de Annie Ernaux, se demuestra que sí, que sí es importante nuestro testimonio. Que, de hecho, escribir como lo hace Ernaux es fundamental: nos permite habitar la realidad con nuestro testimonio, nuestra voz y nuestra experiencia.
Es fundamental seguir hablando del abandono, el deseo exacerbado, la espera y el desquicie. Y es fundamental tratarlo desde las voces de las mujeres. El Nobel de Annie Ernaux nos valida a todas para seguir haciéndolo.
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