Túnez es uno de los países más vulnerables al cambio climático de la zona del Mediterráneo, uno de los puntos calientes de la crisis global, donde la temperatura sube más rápido que en la en el resto del planeta. Aunque es el país más pequeño del norte de África, cuenta con cinco zonas climáticas, influenciadas por el Mar Mediterráneo, el desierto del Sahara y la cordillera del Atlas. En los últimos años, el aumento de la temperatura y la disminución de las precipitaciones han provocado climas extremos, como sequías prolongadas e inundaciones, que ya han afectado a los ciudadanos, obligándolos a buscar soluciones para hacer frente a la situación.
La Sociedad Nacional de Explotación y Distribución de las Aguas (SONEDE), organismo público que depende del Ministerio de Agricultura, es quien se encarga del control del agua en Túnez. Excepcionalmente en algunos pueblos la gestión es municipal, pero en general la explotación del agua está centralizada en el ministerio. Actualmente, el país tiene la capacidad de proporcionar 420 m3 de agua por habitante cada año, cuando la cantidad necesaria por persona se calcula que es de 500 m3. Es decir, Túnez está debajo de la media internacional, en una situación de estrés hídrico. Desde 2018 las manifestaciones por el acceso al agua han aumentado, incentivadas por el sistema democrático establecido en 2011.
El país tiene la capacidad de proporcionar 420 m3 de agua por habitante cada año, cuando la cantidad necesaria por persona se calcula que es de 500 m3
El acceso al agua es desigual en toda la región. En el norte y en el este se concentra el 80% de la actividad económica, así como muchos de los recursos hídricos. Gran parte del agua se lleva directamente a la Grand Tunis –la capital y el área metropolitana- mientras que en el sur, que es donde llueve menos y es zona agrícola y rural, no todos los habitantes tienen acceso al agua. Habib Ayeb, profesor e investigador tunecino, divide el país entre el Túnez de los ricos (norte) y el Túnez de los pobres (sur). Asimismo, en las zonas rurales son las mujeres muchas veces quiénes se encargan del abastecimiento del agua, es por eso que las problemáticas relacionadas tienen un impacto mayor en este colectivo.
Los datos apuntan que los climas extremos van a aumentar y el cambio climático va a provocar cada vez más un acceso al agua más limitado. Por su lado, el gobierno ha planificado la Estrategia 2050, destinando más presupuesto a la gestión del agua y sus infraestructuras, así como promoviendo la construcción de plantas desaladoras. ¿Y los habitantes? ¿Cuál es el impacto de la situación actual en la vida de los ciudadanos? ¿Cómo se están adaptando? ¿Qué herramientas tienen para afrontar las consecuencias del futuro?
LOS RAMLIS EN GHAR EL MELH
Con la salida del sol, Ali Garsi monta su moto y se dirige a sus cultivos, ubicados en la franja de tierra que separa las sepkha, la laguna grande de la pequeña. En medio de las parcelas de arena, separadas por cañas, se ubica la kyb, la cabaña que le da refugio las noches de calor. Vive en Ghar el Melh, al norte de Túnez, dónde la mitad de la población se dedica a la agricultura y a la ganadería: "Es una tierra excepcional. En un lado hay la playa, al otro las montañas. Y de este regalo de Alá sacamos todo el rendimiento que podemos". En Túnez, el terreno agrícola representa el 62% del total, aunque es el 32% el que está cultivado permanente.
Lo mismo pensaron los moriscos del Al-Ándalus que llegaron en el siglo XVII. Se preguntaron: ¿Por qué crece hierba en medio del agua? Añadieron más arena en los islotes y los convirtieron en zonas de cultivo, que solo se nutren con el agua de la lluvia: los Ramlis. Estos, son un sistema de regadío pasivo. Cuando llueve, el agua dulce, que pesa menos que el agua salada, se queda encima de esta formando una capa. La arena, que debe tener un grosor de entre treinta y cuarenta centímetros, se vuelve dura y calcárea en el último trozo, y filtra el agua salada. Con las mareas, el agua salada presiona la dulce y la sube, justo hasta la altura de las raíces. Igual que Ali, 300 agricultores siguen cultivando los Ramlis. El producto que más producen son las patatas, adaptando el dicho árabe "como la sal que nunca falta en ninguna comida" a como la patata que nunca falta en ninguna comida en Ghar el Melh".
Desde el 2020, los Ramlis son considerados patrimonio agrícola y mundial por la Organización de las Naciones Unidas por la Agricultura y la Ganadería (FAO). La misma organización determina que "sin la mano del hombre y el cultivo Ramli, la laguna seguramente habría desaparecido. Las aportaciones de arena y materia orgánica para mantener las parcelas de cultivo han permitido conservar la barrera que separa el agua dulce del mar Mediterráneo".
--¿Por qué es importante para ti este cultivo?
--"Por varios motivos: porque este sistema tiene el valor y la calidad de ser preservado, porque es una tierra muy generosa, ya que cien kilogramos de semillas pueden convertirse en tres toneladas de producto, y porque vivo una historia de amor con mi tierra, es una forma de respetar a nuestros ancestros".
El 80% de los recursos hídricos de Túnez se invierten en la agricultura, aunque los Ramlis no forman parte de este porcentaje, ya que solo se alimentan con el agua de la lluvia. De todos modos, el aumento de las temperaturas y la escasez de lluvias los pone en peligro: "Durante los últimos cuatro años, por culpa del cambio climático, no hemos obtenido beneficios económicos". Desde los años noventa, las precipitaciones en el país han disminuido un 3%. Además, el aumento del nivel del mar inunda los cultivos.
Los campesinos que no apostan por la agricultura extensiva, como es el caso de los que cultivan los Ramlis, son más sensibles a los impactos climáticos, ya que tienen recursos más limitados y una menor flexibilidad. La herramienta para luchar es la adaptación, cambiando las fechas de cultivo para que el fruto crezca en las épocas lluviosas. La mayoría de los agricultores tienen más de sesenta años y están cansados de trabajar en el campo.
--¿Van a heredar los cultivos vuestros hijos?
--"Sí, heredarán los terrenos y el trabajo, pero no el amor hacia las tierras".
--¿No quieren continuar con la profesión?
--"Es difícil, porque no es rentable, los precios no son justos y no se valora el trabajo manual que hay en los Ramlis. No puedes ganarte la vida con estos cultivos, por eso yo también soy profesor de primaria".
--¿Y las mujeres?
--"No trabajan en el campo, considero que es un trabajo muy físico, ellas se encargan de las tareas más ligeras, como elaborar harissa con los pimientos".
Cada vez más el gobierno apuesta por transformar los cultivos en chiringuitos de playa, que dan servicio a los turistas que viajan desde la capital a pasar el día. Los fines de semana, delante de los Ramlis, los cláxones no paran de sonar. Para intentar sobrevivir, Ali ha impulsado visitas guiadas en los cultivos, combinadas con una degustación en una tabla de madera al lado de la kyb. A principios de mayo lo visitaron un grupo de alemanes, y la señora con más edad, antes de subir al autobús, le dijo: "Gracias por la comida, sobre todo por las verduras, nunca en mi vida había probado nada igual".
LAS RECOLECTORAS DE CONCHAS EN KHAWELA
A Sassia Ben Mahmoud cada día la recogen en su casa los gachars, los intermediarios, a las cuatro de la mañana. La llevan a la orilla del mar, hasta la una del mediodía, cuando le compran el saco de un quilo o dos de almejas que ha pescado durante el día, por doce dinares tunecinos el quilo. La traen de vuelta a casa y le cobran diez dinares por el transporte. Después, los gachars venden el producto por un precio diez veces superior, que se termina exportando a los restaurantes de la otra riba del Mediterráneo.
Sassia tiene cuarenta y seis años y sigue la misma rutina desde los quince, como el 80% de las mujeres de la región de Khawela, situada entre Sfax y Gabes. Estas, son las zonas de pesca costera más productivas y donde hay una mayor parte de la población que vive de este sector. En Túnez, se calcula que cuatro mil mujeres se ganan la vida con este oficio.
--¿Por qué decidiste dedicarte a la recolección de almejas?
--"Por tradición, para la mayoría de mujeres de mi edad este es el único oficio que podemos hacer".
--¿Pero tuvisteis acceso a la educación?
--"No mucha, no hay medios de transporte para llegar a la escuela, nuestras casas están aisladas. Además, la escuela de la zona solo tiene cuatro aulas".
Se calcula que en este siglo el nivel del mar en Túnez va a aumentar de 2 a 8 metros. La erosión de las costas también es otra de las consecuencias del cambio climático que afecta al país: se han perdido 90km
A causa del aumento del nivel del mar, cada vez las pescadoras tienen que empezar a trabajar más temprano, cuando el agua aún no inunda completamente las almejas. Se calcula que en este siglo el nivel del mar en Túnez va a aumentar de 2 a 8 metros. La erosión de las costas también es otra de las consecuencias del cambio climático que afecta al país: se han perdido 90km a causa de este fenómeno -incrementado por la construcción artificial de estructuras de defensa en la costa-. Asimismo, el empobrecimiento de la población de peces en los mares, tanto de la calidad como de la cantidad, y diversidad condicionan a las recolectoras. Cada vez es más difícil la regeneración de las almejas. Hasta hace un par de años, solo podían trabajar durante seis meses y debían suspender la actividad otros seis. Actualmente, el gobierno ha prohibido la actividad para garantizar la supervivencia. Ahora, pescar conchas significa la posibilidad de pasar dos años en la cárcel y pagar una multa de diez mil dinares.
Para revertir la situación y potenciar la regeneración de la especie, l’Association de la Continuité des Generations (ACG), una organización de Sfax, está liderando un experimento para repoblar la zona, desplazando las conchas más pequeñas, con la supervisión de una experta, hasta franjas despobladas. También se están organizando mesas redondas para que los habitantes puedan manifestar las problemáticas ambientales a expertos y buscar soluciones conjuntas. Sana Taktak, presidenta de la asociación, enfatiza que "para observar el cambio climático en estas prácticas tenemos que tener en consideración que tendrá un efecto distinto sobre las mujeres, los hombres y las familias acomodadas que sobre las que no tienen recursos".
Otra organización que depende de la ACG es La Association des Femmes Cuilleuses de Palourdes (AFCP), formada por recolectoras. Desde la entidad tienen el objetivo de buscar la autonomía social y económica de las trabajadoras. Planifican formaciones para actuar de forma sostenible y respetuosa con el medio, colocando al centro la conservación de la biodiversidad. Hasta el momento, se han concentrado en mejorar la accesibilidad y los derechos de las pescadoras. Entre las dos asociaciones se ha construido una pasarela para facilitar el acceso a la orilla, han creado una base de datos para inscribir a las mujeres en la seguridad social, han promovido la caravana de la salud y han elaborado una guía para que estén informadas de sus derechos y de cómo hacer su trabajo con los menores riesgos posibles, entre otras acciones.
Debido al veto instaurado por el gobierno, ahora, las recolectoras, tienen que buscar trabajos alternativos para generar algunos ingresos. Sassia, por ejemplo, diseña joyas y decora sombreros y cestas. Hajer Belgacem, la segunda hija de Sassia –de cuatro- no es recolectora de almejas. Ella forma parte de una generación que tiene más posibilidades de estudiar en la universidad, en su caso a la de Sfax. De todos modos, participa en ACG y en AFDP.
--¿Por qué decidiste implicarte en la profesión si no te dedicas a recolectar almejas?
--"Porque creo que el Estado tiene que ser responsable. La mayoría de mujeres de mi región, igual que mi madre, están marginadas, sin cobertura social, ni escolar, ni un salario fijo ni seguridad social. Se necesitan recursos y formación para mejoraran sus derechos".
CULTIVOS AUTÓCTONOS EN LA REGIÓN DE TÚNEZ
Laila Mhamdi es ingeniera agrícola e hija de una familia agraria. En 2019, después de seis años trabajando en el proyecto, creó la Cooperativa Lella Kmar, una agrupación de más de doscientos agricultores de las zonas rurales de Túnez que apostan por la agricultura bío. La sede se ubica en Tebourba, al este de la capital. El 80% de las socias son mujeres, así como todas las trabajadoras de la cooperativa, que se enmarca en la economía social y solidaria.
--¿Por qué hay tantas mujeres en la cooperativa?
"Porque fomentar el trabajo de las mujeres y de los jóvenes diplomados en zonas rurales es uno de los pilares centrales. La cooperativa nace de la importancia de organizarse unos con otros, sobre todo las mujeres, ya que en estas zonas el cultivo de la tierra recae mucho sobre nosotras".
Ayeola Adouli vive en Bourg Essougi, al sur de la capital. Con su marido cuidan a sus nietos, trabajan en el campo y tienen vacas, gallinas y cabras. En verano, con el trigo que cultivan, Ayeola elabora 100 kilos de cuscús con el tamiz, que sirve para alimentar la familia todo el año. En su pueblo, como en la mayoría de las zonas rurales de Túnez, hay un Grupo de Desarrollo Agrícola (GDA), una unión de vecinos, que con soporte gubernamental se encargan de organizar el territorio y de gestionar el agua.
--"¿Cómo traéis el agua que utilizáis en vuestro día a día?
--"Hace veinticinco años traíamos el agua nosotros mismos de las fuentes, después se colocaron grifos comunitarios. Ahora, la tenemos en cubas de cinco mil litros, que las desplazamos con los tractores desde los pozos".
En los últimos treinta años, las lluvias en Túnez han disminuido y los habitantes de las regiones rurales, que significan el 31% de la población total, han sido los más afectados, ya que trabajan en el sector agrícola, el que utiliza más recursos hídricos.
En los últimos treinta años, las lluvias en Túnez han disminuido y los habitantes de las regiones rurales, que significan el 31% de la población total, han sido los más afectados, ya que trabajan en el sector agrícola, el que utiliza más recursos hídricos
Se calcula que hasta 2050 la temperatura aumentará alrededor de 2 grados, provocando climas aún más extremos, como las sequías prolongadas. Con este incremento, las olas de calor también crecerán, añadiendo 78 días por año en 2080. Además, no todas las casas de las zonas rurales tienen agua corriente, el aislamiento de las viviendas y la falta de infraestructuras provoca que el agua no pueda llegar a todas las regiones. Los GDA, quiénes la gestionan, desperdician un 32% del agua a causa del sistema antiguo del país.
Para hacer frente a la desertificación Laila Mhamdi y Ayeola Adouli cultivan trigo autóctono, más resistente a la sequía. La primera, de la especie Mahmoudi, la segunda, Moaâli. En la cooperativa, Lella Kmar hacen todo el proceso de producción, de procesado -elaboran cuscús y bulgur- y de comercialización. Recuperaron estas semillas conjuntamente con el Banco de Genes, que depende del Ministerio del Medioambiente. Durante la colonización francesa se implementaron semillas más modernas, pero que, aunque tenían más rendimiento, necesitaban más agua para el cultivo. Las semillas se han podido recuperar gracias a la complicidad de los abuelos de los agricultores, que guardaban las que plantaban en los años setenta. Desde la cooperativa, también se organizan jornadas de concienciación sobre plantas que no necesitan agua, ya sean autóctonas o de otros países.
--¿Os habéis planteado cultivar variedades de otros países que también sean resistentes a la sequía?
--"Sí, son muy importantes los intercambios de semillas autóctonas entre países para luchar conjuntamente contra el cambio climático. Uno de mis deseos es que en un futuro haya mucha más sensibilización en toda la sociedad".
En Bourg Essogui gran parte de las soluciones para hacer frente al cambio climático las proponen desde el CRDA, el Comisariado Regional de Desarrollo Agrícola, organismo de la administración pública. En la institución también proponen cultivar las variedades más resistentes, así como injertar en árboles de la misma familia raíces que no necesiten tanta agua y que toleren más la salinidad.
--¿Y qué se propone desde las asociaciones locales?
--"Se hacen proyectos más sociales, por ejemplo, se ha comprado una máquina comunitaria para que todas las mujeres puedan hacer cuscús. También se han organizado formaciones para aprovechar lo que tenemos en la región y profesionalizarnos más, como aprender a transformar higos chumbos en mermelada o cosmética natural".
OASIS DE CHENINI EN GABES
Zakaria Hachmi es agricultor en el oasis de Chenini, uno de los diez oasis alrededor de Gabes, al sur de Túnez. Estos son los únicos oasis litorales del mundo, ubicados entre el Mediterráneo y el Sáhara, bienes culturales y naturales de la humanidad desde el 2008. Colgadas en el café del pueblo se pueden ver fotografías en blanco y negro de gente bañándose en el río que atravesaba el oasis, en medio de los palmerales. Algunos locales explican que parecía el Edén en la tierra. Desde los años, el agua es cada vez más escasa. Antes, había 370 fuentes de agua natural. Ahora, tres pozos de subterránea.
En las últimas décadas, el gobierno ha apostado por la industria construyendo una de las fábricas del Grupo Químico Tunecino, cerca de Chenini, así como una cementera. Ambas con acciones públicas y con tanta necesidad de agua para su producción que han agotado el recurso superficial de la zona. Además, el Grupo Químico produce phosphogypse, con elementos radioactivos como el uranio, nocivo para la salud humana y con efectos en las plantas. Consecuentemente, algunas variedades típicas han dejado de crecer, como el melocotón Royal. Se calcula que el 40% de las empresas contaminantes de Túnez están desconectadas de las redes de alcantarillado y saneamiento, constituyendo una amenaza también para la salud de los habitantes.
Se calcula que el 40% de las empresas contaminantes de Túnez están desconectadas de las redes de alcantarillado y saneamiento, constituyendo una amenaza también para la salud de los habitantes.
Chenini no es conocido por sus dátiles, como la mayoría de oasis, sino que divide su producción en tres fases. Arriba, las palmeras, que ofrecen sombra y crean un microclima que preserva la humedad. Por debajo, los árboles frutales, sobre todo bananeros y granados. Y aún más abajo, horticultura. Zakaria es de los únicos agricultores que se ha formado para cultivar productos bio: "Quiero comer de forma más sana". Para tener más ingresos también vende legmi, jugo de palmera que se extrae de la copa del árbol. Se riegan las parcelas con la técnica de sumersión, inundando los terrenos. El agua se distribuye de forma equitativa mediante canales con cavidades que se cubren según si interesa que el agua llegue a la parcela concreta o no.
--¿Cómo son estos conductos para distribuir el agua?
--"Antiguamente estas acequias eran de tierra, pero hubo unos expertos externos que creyeron que era buena idea transformarlas y construirlas con cemento. Yo he intentado conservarlas de tierra, con el cemento no hay tanto drenaje y se provoca la salinización de los cultivos. Antes era el río quien tenía la función de filtrar la sal".
Algunos estudios apuntan que la salinización impactará el 50% de los recursos disponibles en los acuíferos de las zonas de costa en 2050. Para regar las parcelas, los agricultores compran horas de agua al Gobierno. En verano, los que tienen más dinero podrán regar durante la mañana por un precio de 13 dinares tunecinos la hora; los que tienen menos, lo harán durante la noche por 5 dinares. Antes, el acceso al agua era gratuito. Las desigualdades provocadas por este recurso han desencadenado el nacimiento de nuevos conflictos. La falta del agua en el oasis causa también una penuria lingüística y cultural, por ejemplo, han quedado en el olvido los nombres que antes se utilizaban para la fauna y la flora de la zona.
--¿Especies que había antes se han visto obligadas a irse?
--"Sí, esto ha provocado que se desequilibre el ecosistema, cada vez más frágil. Los oasis son las serpientes, los pájaros, las ranas, las tortugas y los erizos que se han ido por culpa del cambio climático".
A este escenario se le suma la urbanización creciente -el oasis ha perdido 10 hectáreas por año desde finales de los ochenta- así como el estado de las infraestructuras, dirigidas por la Oficina Nacional de Saneamiento (ONAS), que a causa de la mala gestión, han provocado la mezcla de aguas pluviales con aguas residuales. La realidad es que se genera una situación de insalubridad, como el brote de hepatitis que se produjo en 2020.
Muchos de los habitantes creen que la solución es la concienciación de la sociedad y es por eso que se han organizado en asociaciones locales. L’Association De Sauvegarde De L'Oasis De Chenini Gabes (ASOC) es la primera que se creó. Los miembros desarrollaron un proyecto para proteger y adaptar el centro del oasis y preservar la memoria histórica del lugar. Asimismo, buscan otras utilidades para las especies de la zona, como las hojas de palmeras. Ahora las utilizan para crear un abono que retiene más el agua, y forman a las mujeres -solo dos son agricultoras- para que tejen con ellas sombreros y abanicos.
Los más jóvenes se han implicado en la Association Formes et Couleurs Oasiennes (AFCO), que sensibiliza mediante el arte. La organización es también una herramienta para fomentar las raíces, ya que muchos jóvenes se van de Chenini por la falta de oportunidades laborales. Desde hace 17 años, además de actividades para los infantes, en octubre celebran un festival de cine donde se planifican debates, talleres y conferencias, y se promueve un intercambio con otros países del Mediterráneo. El tema escogido de la última edición: el agua.
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